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Publicado por la Fundación “1º de Mayo” de CC.OO.

Publicado por la Fundación “1º de Mayo” de CC.OO.

Necesitamos una lectura ideológica de la crisis

 

El Estudio número 10 lo firma Joan Coscubiela i Conesa, presidente de la Fundación Cipriano García y director del Observatorio sobre Modelo de Estado y Cohesión Social de la Fundación 1º de Mayo. Para el autor del trabajo "no parece que se este por la labor de analizar las causas más políticas e ideológicas que están en la base de esta crisis. Y ahí radica uno de sus mayores riesgos. Que se cierre en falso, con un reparto absolutamente injusto de sus costes, sin reformas significativas y con las mismas reglas de juego y valores que la han propiciado". [DESCARGAR PDF]

 

Han transcurrido más de dos años desde las primeras evidencias  que la crisis se instalaba en nuestras vidas. En este período se han escrito ríos de tinta, llenado de opiniones la red y celebrado jornadas de todo tipo. La sociedad ha sido sepultada por informaciones y análisis sobre el funcionamiento de la economía, de los mercados de capitales o los productos financieros. Pero hasta ahora poco se ha dicho sobre las causas más profundas de la crisis. Los diagnósticos realizados se han limitado a identificar  los problemas del sistema financiero global y de la economía de cada país.

 

 

Se esta consolidando como lugar común  la idea que las causas de la crisis hay que buscarlas en un mal calculo de los riesgos que comportan los sofisticados productos financieros, en los  déficit de la regulación – se discute si es un problema de más regulación o de mejor calidad – y en la actuación de los supervisores nacionales – algunos incluso se han atrevido a hablar de “casta oligárquica” para referirse a la realidad de algunos países en los que un pequeño grupo de personas se reparte de manera intercambiable cargos de dirección empresarial con otros de regulación o supervisión el sistema financiero. También se han señalado con el dedo los incentivos perversos que han recibido y continúan recibiendo los directivos por los resultados económicos conseguidos a corto plazo por las empresas que dirigen. Todas ellas son razones ciertas y a no menospreciar, pero tienen como elemento común cargar las tintas en los comportamientos personales y obviar las causas inherentes a la naturaleza del  sistema económico y social dominante, sus  reglas de juego y los valores con los que han funcionado en las últimas décadas. 

 

No parece que se este por la labor de analizar las causas más políticas e ideológicas que están en la base de esta crisis. Y ahí radica uno de sus mayores riesgos. Que se cierre en falso, con un reparto absolutamente injusto de sus costes, sin reformas significativas y con las mismas reglas de juego y valores que la han propiciado.

 

En estos momentos en que los poderes económicos y las elites políticas han superado la fase de desconcierto primero y pánico después, parece haberse entrado en una tercera etapa, en la que se olvidan los compromisos de reformas y las miradas vuelven a estar fijadas en la evolución de los indicadores macroeconómicos o  la recuperación de los mercados de capitales.

 

Las supuestas lecciones de la crisis no aparecen por ningún lado. Más bien al contrario, las ideas y los ideólogos que han dado soporte al sistema que se ha derrumbado están en pleno proceso de contraataque. En unos momentos en que para salir de la crisis se utilizan recursos públicos para cambiar deuda privada por deuda pública, se esta consolidando la idea de que es normal privatizar beneficios y socializar perdidas - una peculiar manera de entender el libre mercado y el capitalismo como sistema social -. 

 

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