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El primer paso para la racionalización del gasto en el marco de la sostenibilidad…

El primer paso para la racionalización del gasto en el marco de la sostenibilidad…

Analgésicos y ansiolíticos, las estrellas

El Comercio. 26.12.09 AZAHARA VILLACORTA avillacorta@elcomerciodigital.com | OVIEDO.

Cofas defiende la reducción del gasto farmacéutico para lograr «mantener el sistema sanitario»

Son los medicamentos líderes en el consumo regional junto a anticoagulantes y antidepresivos

En estas fechas, con los buenos propósitos de fin de año, las ventas de tratamientos para dejar de fumar se disparan. Y, cuando llegan los rigores del calor, pasa lo mismo con los productos que prometen ayudarnos a bajar peso o a borrar la celulitis de un plumazo. Sin embargo, se venden mucho menos que hace años los kits sanitarios asociados a la toxicomanías. Y, ahora mismo, los reyes de las boticas son los antigripales y los antibióticos propios de la época, además de los omnipresentes analgésicos.

Con ácido acetilsalicílico (Aspirina) o paracetamol (Gelocatil), se han consolidado como líderes en el consumo regional de medicamentos -junto con los ansiolíticos y antidepresivos-, con más de dos millones de cajas vendidas anualmente: 50 millones de comprimidos. Encabeza la lista el Adiro, que se emplea además en pacientes con cardiopatías, el segundo medicamento más vendido en Asturias este año tras un antiagregante plaquetario indicado en pacientes con problemas de coagulación, Plavix. Y, justo tras ellos, se sitúa el Orfidal, el ansiolítico estrella.

Son las interioridades de la industria farmacéutica, ligada en el Principado desde hace 43 años a la Cooperativa Farmacéutica Asturiana (Cofas), la décima empresa de la región por su volumen de facturación, que el año pasado aumentó un 8,65%, hasta alcanzar los 237,8 millones de euros.

«Los boticarios somos buenas personas. Los boticarios, antes, en los pueblos, éramos como el cura. O más», fue la última declaración de intenciones de Ildefonso Estrada, uno de los fundadores de la octava cooperativa farmacéutica de España, que da empleo directo a 188 trabajadores. Porque, antes de Cofas, «la distribución de medicamentos en Asturias estaba en manos de sociedades anónimas que privilegiaban a las farmacias grandes, de manera que el medicamento raro las pequeñas no lo tenían».

«Cuando les dijimos que íbamos a crear una cooperativa nos dijeron que estábamos locos», recordaba Ildefonso Estrada, boticario. Corría 1966 y unos pocos socios aportaban 25.000 pesetas siguiendo las ideas cooperativistas de otro precursor, Antonio Álvarez, «para impulsar el reparto solidario de medicamentos en toda la región y tratar a a todas las farmacias por igual, independientemente de su tamaño y su localización, regidos por criterios sanitarios, no mercantilistas».

Esa es la misma filosofía de la que hoy, 43 años después -con las antiguas boticas reconvertidas en farmacias modernas, «con estética de boutique»-, presume Pablo Ramos, presidente de Cofas, desde el gran almacén de la cooperativa en Pruvia: 25.000 metros cuadrados de instalaciones que albergan miles de productos distintos entre medicamentos al uso, parafarmacia, ortopedia o, incluso, veterinaria.

La maquinaria de este nave industrial -la misma que acaba de distribuir más de 100.000 vacunas contra la gripe A y en la que los estupefacientes y psicotropos se custodian bajo llave en dos inmensas jaulas-, arranca cuando cualquiera de las 593 farmacias asociadas -el 71,65% de las asturianas, pero también muchas cántabras, donde tienen una cuota de mercado del 13,75%, leonesas (3,83%) y gallegas- cursa un pedido. Casi siempre, a través de un correo electrónico. Las menos tecnológicas, por teléfono. En total, suman más de 1.500 demandas diarias.

En ese momento, los robots del almacén se ponen a funcionar y seleccionan los productos demandados para introducirlos después en las características cajas de plástico azul de la empresa, las mismas que, muy poco tiempo después, estarán en manos del farmacéutico.

«El 65% de los más de 23.000 productos que manejamos, que suponen el 90% de las ventas, está totalmente automatizado», explica Ramos, que cuenta que los únicos que no pasan por los robots son «aquellos de gran volumen, de mucho peso o con embalajes raros». Ejemplos: «Compresas o los botes de Betadine, que van sin caja».

El resto corre por una cinta transportadora en la que apenas es necesaria la intervención humana. Y, cuando se requiere, el operario lleva adosado a la muñeca un sistema de radiofrecuencia que lee códigos de barras y registra minuciosamente entradas y salidas.

Sólo minutos después, sondas, apósitos, laxantes, sueros, cremas, antipiréticos, biberones, dentífricos, parches con nicotina o grageas, a bordo de sus cajas azules, embarcan en una las 36 rutas de transporte de la cooperativa, con 40 conductores y 105 salidas diarias de furgonetas de reparto preparadas para mantener la cadena de frío (entre dos y ocho grados) que requieren insulinas, hormonas o colirios.

«El objetivo es que una farmacia de Degaña tenga sus medicamentos a la misma hora y al mismo precio que otra en la calle Uría o de la calle Corrida», apunta Pablo Ramos acerca de las 1.605 entregas diarias, mañana y tarde, que permiten que «el 90% de las farmacias asturianas tengan su pedido antes de las diez de la mañana y que casi el 100% de las boticas y los hospitales lo tengan todo entregado antes de las once».

«En total, recorremos más de cuatro millones de kilómetros al año», calcula el presidente de Cofas, que cuenta que «los medicamentos son los únicos productos que bajan de precio año tras año» y defiende que «es necesario rebajar el gasto farmacéutico para lograr mantener el sistema sanitario», aunque hace una precisión: «Los medicamentos más caros corresponden al arsenal hospitalario».

Admite, no obstante, que «no es fácil» en una región como Asturias, en la que el envejecimiento demográfico se deja notar en el volumen creciente de pañales para la incontinencia que suministran a más de 200 geriátricos de la región.

El final de este trayecto millonario concluye en Galicia, donde, una vez reciclados prospectos, blisters y cartones, los medicamentos que caducan sin que hayan sido reclamados «se queman en una central eléctrica para producir energía. Útiles, incluso, sin haberse usado».

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