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El Vaticano, tan “evolucionado” como siempre, critica el galardón…

El Vaticano, tan “evolucionado” como siempre, critica el galardón…

Nobel para el padre del 'bebé probeta'

Robert Edwards revolucionó los tratamientos de fertilidad con la fecundación in vitro

Después de Louise Brown, nacida en el 78, más de cuatro millones de niños han venido al mundo por este método

05.10.10 - ANXO LAMELA | ESTOCOLMO, en El Comercio.

El Instituto Karolinska de Estocolmo premió ayer con el Nobel de Medicina al británico Robert G. Edwards, que, al desarrollar la terapia de fecundación in vitro, posibilitó una transformación radical en el tratamiento de la infertilidad.

Sus investigaciones marcan un «hito» en la medicina moderna, según el jurado, y han creado un nuevo campo de estudio, además de permitir el nacimiento de 4 millones de niños con esa técnica y solucionar un problema que afecta a más del 10% de las parejas del mundo que quieren tener hijos.

Edwards (Manchester, 1925) comenzó a interesarse por la fertilización en la década de 1950, cuando estudiaba biología en la Universidad de Gales y luego en la de Edimburgo, donde se doctoró en 1955 con una tesis sobre el desarrollo de los embriones en ratones. El proceso de fertilización in vitro había sido estudiado por primera vez en no mamíferos a mediados del siglo XIX, y casi un siglo después se demostró que óvulos de conejos madurados podían ser fertilizados con esa técnica y dar lugar a embriones. Durante la primera parte del siglo XX, investigadores de medicina reproductiva discutían sobre cómo fecundar óvulos humanos, pero la complejidad del proceso y la insuficiencia tecnológica hacían que no se produjeran avances, hasta que apareció Edwards, primero en el Instituto Nacional de Investigación Médica de Londres y luego en la Universidad de Cambridge, a la que sigue vinculado en la actualidad.

Edwards fue realizando descubrimientos significativos: reveló cómo maduran los óvulos humanos, qué hormonas regulan ese proceso, en qué fase son susceptibles de ser fertilizados por el esperma, y las condiciones en que éste tiene la capacidad de fertilizar.

Sus esfuerzos le permitieron fecundar por primera vez un óvulo humano en una probeta en 1969, aunque esos óvulos no se desarrollaban más allá de una división celular simple.

Edwards pensó que óvulos madurados en ovarios podrían funcionar mejor, pero el problema era que no existía un método conocido para extraer un número suficiente en la fase correcta. Un artículo del ginecólogo Patrick Steptoe, fallecido en 1988, sobre la laparoscopia, una polémica técnica que permitía examinar los ovarios a través de instrumentos ópticos y de la que era uno de los pioneros, puso a Edwards sobre la pista correcta. Ambos empezaron a trabajar juntos, y gracias al uso de esa técnica, Steptoe pudo sacar los óvulos de los ovarios y Edwards los fertilizó in vitro, formando con éxito embriones precoces. Sus prometedores avances fueron frenados por las autoridades británicas, que le retiraron la financiación por cuestiones éticas, aunque pudieron seguir adelante gracias a donaciones privadas.

La oposición por problemas éticos de políticos, líderes religiosos e incluso otros científicos fue una constante en esa etapa, pero no impidió que las investigaciones siguieran avanzando. A comienzos de la década de 1970 empezaron a transferir embriones fecundados in vitro a los úteros, y tras un centenar de intentos frustrados por abortos y de eliminar el tratamiento hormonal suministrado a las mujeres, apostando en su lugar por confiar en el ciclo menstrual de las pacientes, llegó el éxito definitivo. El primer 'bebé probeta', Louise Brown, nació el 25 de julio de 1978, y con ella, una nueva era en la medicina.

Por otro lado, el Vaticano criticó la concesión de este premio a través del presidente de la Pontificia Academia para la Vida, el español Ignacio Carrasco de Paula: «¿Perplejidad? Mucha. Sin Edwards no existiría el mercado de los ovocitos. Sin Edwards no habría congeladores llenos de embriones».

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