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Con cierto sabor al mayo de 1968…

Con cierto sabor al mayo de 1968…

EL MOVIMIENTO 15-M

Menos botellón y más revolución

Piden trabajo y salarios dignos, se mofan de la corrupción y exigen más democracia. Como en la primavera árabe, los lemas se cocinan en la red y exhiben en la calle. Sus consignas también recuerdan al mayo francés.

20.05.11, en El Comercio

En qué se parecen un español, un egipcio y un francés a punto de reventar? En su guasa, puntería y contundencia para denunciar en un cartel lo que los políticos se empeñan en obviar. «Poco pan para tanto chorizo», corean los ’indignados’ en la república independiente de la Puerta del Sol. «Vete ahora que me quiero ir a casa a duchar», gritaron en la plaza Tahrir, epicentro de la primavera árabe, miles de egipcios a Mubarak hasta que lo consiguieron. «Cuanto más hago el amor, más ganas tengo de hacer la revolución. Cuanto más hago la revolución, más ganas tengo de hacer el amor», grafiteaban los universitarios en la Sorbona hace 43 mayos. Entonces allí, hoy aquí, sus lemas son el certificado gráfico de que ha surgido una voluntad heterogénea, unida por el descontento, de reanimar la democracia.

En la bautizada como ’Plaza de la Solución’ por los propios acampados en Madrid, una comisión se encarga de pegar los mensajes bajo un rótulo gigante que advierte: «Si no nos vais a dejar soñar, no os vamos a dejar dormir». Todo el mundo puede dejar su frase, tenga la temperatura que tenga. Los hay que miran por ellos: «Me sobra demasiado mes al final del sueldo». Los que olvidaron la lírica en casa: «Vota a mi culo» o «No se me va la olla, estoy hasta la polla». Y los que apuntan a lo más difícil, a transformar el cabreo generalizado en política: «Por una ley electoral justa», «Nuestros sueños no caben en sus urnas».

Por su espontaneidad, estilo y brevedad, Patricia Badenes, profesora de la Universidad Jaume I y autora del libro ’La estética de las barricadas. Mayo del 68 y la creación artística’, los mensajes de los ’indignados’ le recuerdan «por todas partes» a los de los jóvenes que provocaron la mayor huelga general jamás vivida en Francia. «El tema de fondo no coincide, porque ahora estamos en una crisis económica y entonces se vivía el final de un boom económico. Pero por la forma de organizarse, sus mensajes, a veces utilizando citas famosas, no puedo más que relacionar ambos movimientos», apuntaba ayer, minutos antes de bajar a la plaza más céntrica de Castellón «para echar un vistazo» a los cientos de personas que acampan junto a la Diputación presidida por Carlos Fabra, imputado por varios delitos. Por cierto, que el también presidente provincial del PP se ha solidarizado con ellos, «aunque se les haya colado algún antisistema».

Cómo hemos cambiado

El afán por dejar constancia del enfado personal no sabe de fronteras autonómicas. En la Plaza Mayor de Gijón, ante las narices del Ayuntamiento, los ’indignados’ han plantado una pancarta gigante, inspirada en un lema zapatista: «Está usted en una reunión ciudadana. Aquí el pueblo manda y el Gobierno obedece». Con semejante invitación y una mesa repleta de cartulinas blancas y rotuladores -de momento no los ha confiscado la Policía Municipal-, los asturianos se están animando. Para Adrián Arias, uno de los portavoces, hay un lema que resume como pocos el sentir de esta movilización que ha obligado a modificar el paso de la campaña electoral: «Sin casa, sin curro, sin miedo».

Sus reivindicaciones revelan también cómo ha cambiado el mundo desde que la revuelta estudiantil del 68 puso contra las cuerdas al gobierno de Charles de Gaulle, obligándole a adelantar las elecciones. Los grafitis de entonces hablaban de la lucha contra la sociedad de consumo, de las clases, de lo artístico, del deseo de luchar. «Algunos de los lemas de estos días son idealistas, parten también de la desconfianza de los políticos, pero van más a lo concreto, a las hipotecas, a los apuros para llegar a final de mes... Son igualmente importantes, pero nos indican claramente las actitudes tan diferentes de hoy», resume Raquel Pelta, historiadora del diseño y profesora de la Universidad de Barcelona.

En el blog de ’Democracia Real Ya’, la plataforma que convocó las concentraciones del 15-M y que ahora «no tiene nada que ver con la organización totalmente espontánea de Sol», aclara una de sus portavoces, se cuelgan y votan los lemas. Antes de que la página se bloqueara por la entrada masiva de usuarios, el mensaje más aplaudido era: «Sin el pueblo no sois nada». El más rechazado: «España una y no 51».

Horneados en la red, consumidos en papel. Como predijo el filósofo Herbert Marshall McLuhan cuando ni siquiera existía internet, los viejos medios y los nuevos «convivirán, sumarán y se potenciarán». Para la profesora Pelta, el certificado gráfico de esta revuelta popular pone en evidencia que «el cartel político y social tiene plena vigencia. Se difunden en las redes, pero los mensajes acaban en carteles, en la calle, por su inmediatez. En las plazas no tienes ordenadores ni pantallas».

El ataque de los ’trolls’

Lo comprobamos hace no tanto, cuando medio mundo se echó a la calle para gritar contra la guerra de Irak. Los lemas se cocinaron de manera similar al actual: ideas en internet que luego saltaron a las pancartas de las manifestaciones. Con la diferencia de que en aquel entonces diseñadores de renombre pusieron su arte al servicio de la aldea global, planteándose cuál es su papel en la sociedad. En una movilización inaudita, sólo equiparable a la de Vietnam con su legendario «Haz el amor y no la guerra», lanzaron una campaña de imágenes en la red para que los ciudadanos, viviesen en EE UU, Japón o España, las imprimiesen en casa y mostraran en la calle.

Antes y ahora, siguen atacando los ’trolls’, esos energúmenos cibernéticos que torpedean los mensajes de los ’indignados’ desde el anonimato de la red. «Nos entran muchos y estamos muy, muy a loro», reconocen en la plataforma de Cataluña. Pero el cartel, aunque lo borre la lluvia, queda para siempre en las fotos. Ya lo escribió el artista Jean-Jacques Lebel de los gratifis del 68: «Han contribuido a transformar la ciudad en poema colectivo y en teatro de libertad». Uno de los últimos que ha calado en Madrid dice así: «Tenemos Sol, ahora la luna».

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