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«Si esta enfermedad afectara más a los hombres, sería la número 1 en preocupación ciudadana», afirma Julio Pascual…

«Si esta enfermedad afectara más a los hombres, sería la número 1 en preocupación ciudadana», afirma Julio Pascual…

El 20% de las asturianas padece migraña y un 2% de la población la sufre de forma crónica

Sólo seis de cada cien pacientes que llegan a consultas de neurología reciben tratamiento preventivo - La inmensa mayoría de los casos se controla, pero los médicos alertan sobre el peligro de automedicarse

Foto: Julio Pascual. Director de Neurociencias, Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA)
Oviedo, Eduardo GARCÍA, en La Nueva España

El 12% de la población de más de 14 años padece migrañas (estadística nacional, que sirve para Asturias). La incidencia de la enfermedad se dispara entre las mujeres porque una de cada cinco sufre en algún momento de su vida episodios recurrentes de un dolor tan intenso como muchas veces incomprendido. La migraña no se cura, pero se trata muy adecuadamente, y a pesar de eso tan sólo el 6% de los pacientes asturianos afectados por esta dolencia que acuden a consultas de neurología recibe tratamiento preventivo adecuado, cuando lo necesitaría al menos la mitad.

Son datos facilitados por el Servicio de Neurociencias del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Su responsable, el doctor Julio Pascual, pone en guardia sobre una enfermedad «que influye muy negativamente en la calidad de vida y que a veces se entiende mal por parte de quienes no la padecen». Hay incomprensión por parte del entorno del paciente, pero también por parte de los médicos. «A veces no llegamos a interiorizar lo que la gente con migraña sufre».

La migraña puede durar horas o días, es siempre un dolor agudo que afecta a medio lado de la cabeza y que viene acompañado de náuseas, vómitos e intolerancia a la luz, a los ruidos y a cualquier ejercicio. Por eso se tiende a meterse en la cama, completamente a oscuras y a aguantar el chaparrón en forma de dolor.

Se da en todas las edades, también en niños, pero apunta de forma dramáticamente precisa al sector de mujeres entre 20 y 55 años. Cuando la migraña se vuelve crónica, la cosa empeora. Un 2% de la población asturiana tiene migrañas al menos quince días al mes, un escenario que desarma a cualquiera.

Hay en la migraña una determinación genética, y las personas predispuestas se ven condicionadas además por elementos desencadenantes. Los hay de diverso tipo. El estrés es uno de ellos, recuerda Julio Pascual, pero también los cambios de ritmo en el sueño, los cambios de tiempo o determinados alimentos. Ningún alimento produce dolor por sí mismo, pero hay que tener cuidado con productos como el chocolate y derivados de la leche. Y el alcohol, por supuesto. «Un 10% de las crisis de migraña tienen relación con la alimentación, pero es un factor más», señala Pascual.

Pero no hay que dramatizar, sino ayudar. El 85% de los casos «se controla fácilmente» según los responsables del área de Neurociencias del HUCA. Hay fármacos fáciles de utilizar, y baratos, muy eficaces si se toman a tiempo. Frente a los casos de migrañas muy habituales lo mejor es el tratamiento preventivo, de seis meses o un año. Hay varios que dan buen resultado. Entre los fármacos, los médicos cuentan desde hace años con unos específicos para la migraña.

Cuando el dolor aprieta, el enfermo toma lo que encuentra. Pascual alerta sobre la necesidad de mayor información para evitar automedicarse. «Hay medicamentos que acaban produciendo dolores de cabeza de rebote».

La migraña es el motivo más frecuente de consulta médica en todo el mundo, no es extraño que haya un día mundial para recordar lo mal que lo pasan muchos. Y, sobre todo, muchas. La proporción es de cuatro mujeres por cada varón afectado, y la migraña crónica -la más temida- tiene una prevalencia femenina que se acerca al 90% de los casos. «Si fuera al revés, esta enfermedad sería la número 1 en preocupación ciudadana», señala Julio Pascual. Diez mil asturianas pueden sufrir migraña crónica. La enfermedad suele remitir o desaparecer con la menopausia, pero en un tercio de los casos no sólo no es así, sino que incluso puede empeorar.

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