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Las visitas de médicos extranjeros al HUCA para observar la técnica empleada en Asturias son abundantes desde hace años…

Las visitas de médicos extranjeros al HUCA para observar la técnica empleada en Asturias son abundantes desde hace años…

Espaldarazo mundial a una técnica asturiana

Una investigación del HUCA sobre las válvulas aórticas acaba de ser premiada en Estados Unidos

El programa de prótesis percutáneas en el Principado fue pionero a nivel internacional en 2007

Foto: La implantación de la válvula artificial vista a través de rayos X en el ordenador.
Oviedo, Eduardo GARCÍA, en La Nueva España.

Cada uno de nuestros latidos supone que la válvula aórtica, el principal paso de sangre desde el corazón al resto de nuestro cuerpo, se abre y se cierra una vez: 70 veces por minuto, unas cien mil veces al día, 36 millones de latidos al año. Cuando esa diminuta válvula se deteriora, el pronóstico se vuelve negro y el «atasco» puede llegar a ser letal. Cambiar la válvula natural por una artificial es algo que se lleva haciendo, mediante cirugía mayor, desde hace medio siglo, pero en 2007 el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) fue pionero en el mundo en una nueva técnica de implantación de una válvula artificial, sin operación quirúrgica y sin necesidad de retirar la válvula natural averiada.

Una investigación del HUCA sobre este asunto que ha convertido el complejo hospitalario asturiano en referente mundial, acaba de recibir un premio en la reunión científica más importante a escala internacional sobre hemodinámica, en San Francisco (Estados Unidos), a la que asistieron cerca de 17.000 cardiólogos.

Es el último capítulo de una serie de premios nacionales e internacionales y de publicaciones en revistas de alto impacto. La técnica del HUCA sobre las prótesis aórticas percutáneas ya está generalizada en el mundo, aunque haya países como México o la India que todavía no la han implantado. En los Estados Unidos, hace poco, y en África -por poner un ejemplo- sólo la realizan en Sudáfrica.

Las visitas de médicos extranjeros al HUCA para observar la técnica empleada en Asturias son abundantes (ayer la plantilla habitual se complementaba con un cardiólogo argentino). LA NUEVA ESPAÑA ha vivido una jornada de trabajo con el equipo que implanta las válvulas, en la planta novena del Hospital General, en Oviedo. La nueva técnica no sustituye a la anterior, la de la operación quirúrgica pura y dura, pero es especialmente eficaz con pacientes de mucha edad o que presenten otras patologías como dificultad añadida. Cuarenta mil personas llevan en el mundo una válvula implantada por este procedimiento (cerca ya de un centenar en el HUCA), una especie de cateterismo que, para el profano en la materia, suena a ciencia ficción.

El jefe de la sección de hemodinámica del HUCA, César Morís, muestra en pantalla el «milagro» médico. La válvula, sometida a muy bajas temperaturas para «encogerla», se introduce en el cuerpo del paciente a través de una incisión de apenas un centímetro a la altura de la ingle. «Viaja» encapsulada en un delgado cable de acero a través de la aorta hasta el corazón mismo. El calor del cuerpo expande la válvula artificial, compuesta por una red de aleación metálica y una, asombrosamente frágil de aspecto, telilla de pericardio de cerdo. Está compuesta de tres hojas y es tan sensible que si sopláramos se abrirían al contacto con el aire. Por ellas pasará la sangre, latido a latido, en un casi calco de la naturaleza.

Sorprende que la implantación de la válvula se realice con el paciente simplemente sedado. «Salen despiertos de la sala y aunque la gran mayoría de ellos son personas de edad avanzada, a los tres o cuatro días están en casa», señala Morís. Como única muesca de la experiencia, una pequeña herida en la ingle, que se tapa con una tirita. Desde el primer pinchazo hasta el fin del proceso transcurren tres cuartos de hora.

La investigación del equipo liderado por Morís y que fue premiada en el Congreso de San Francisco tiene que ver con la necesidad de implantar además un marcapasos a algunos de los pacientes sometidos al implante (en torno al 10%). Era algo que habían observado decenas de equipos en todo el mundo dedicados a esta técnica, pero las causas no estaban claras. Desde Asturias se dio la pista correcta: la nueva válvula presionaba en ocasiones el conducto que surte de electricidad biológica al corazón, el carburante de una máquina casi perfecta.

A los médicos les falta aún la perspectiva que da el tiempo. Tras unos primeros e inevitables fracasos, las prótesis aórticas percutáneas están dando muy buenos resultados. «Comenzamos en 2007, entonces éramos los únicos en España y casi en el mundo. Creemos que estas nuevas válvulas van a durar mucho, pero eso el tiempo lo dirá», explica el jefe de servicio.

El paciente de más edad que pasó por este sofisticado «taller» médico tenía 92 años. Una intervención quirúrgica como las de antes, es decir, a corazón abierto, sería casi impensable a esas edades.

El procedimiento no es barato. La válvula y el «cableado» tienen un coste aproximado a los 18.000 euros y requiere un equipo médico muy especializado. En el desarrollo del implante se usa un marcapasos temporal para dar seguridad y ayudar al procedimiento.

El estrechamiento de la válvula aórtica (y de la mitral) tiene mucho que ver con la edad, aunque no es causa exclusiva. A conducto más estrecho, más dificultad para el paso de la sangre: llegan la fatiga y el dolor. Lo bueno de la nueva técnica quirúrgica es que la mejoría es instantánea.

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