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Un buen análisis de situación… y, de paso, todos con las miradas puestas en los resultados de esta noche.

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Europa se mide hoy en Francia

La segunda vuelta presidencial, con el socialista François Hollande por delante de Nicolas Sarkozy en los sondeos, condicionará los planes de la UE para salir de la crisis

Por EUGENIO FUENTES, en La Nueva España

Nunca unas elecciones francesas han despertado tanta expectación en Europa. Las presidenciales que hoy se disputan en segunda vuelta el socialista François Hollande y el presidente saliente, el conservador Nicolas Sarkozy, son esperadas con curiosidad -con ansiedad incluso- por millones de ciudadanos de la UE. No es extraño. De su resultado dependerá la orientación de las políticas comunitarias frente a la crisis. Una victoria de Sarkozy permitirá seguir poniendo énfasis en la austeridad y los recortes. Si, en cambio, es Hollande quien se impone, habrá que hacerle un hueco mayor a políticas para relanzar el crecimiento de una Unión que ha visto cómo siete de sus miembros -España entre ellos- caían en recesión el último trimestre.

En cualquier caso, una parte del cambio está ya consumado. Los días siguientes al triunfo de Hollande en la primera vuelta del domingo 22 de abril propiciaron pronunciamientos reveladores de que la austeridad pura y dura de la canciller Merkel está en mutación. Hollande proclamó el martes su negativa a resignarse a una austeridad de por vida. El miércoles recogió el testigo el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, y, horas más tarde, la propia Merkel admitió que sólo con austeridad no se saldrá de la crisis. El jueves, el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, anunció una cumbre informal para estudiar medidas de relanzamiento. Por fin, el sábado 28, Merkel se destapó con el anuncio de una Agenda para el Crecimiento, que, según se supo el domingo, incluye inyectar 200.000 millones de euros en las maltrechas economías europeas.

Todo muy nebuloso todavía. El único rincón desde el que, campaña obliga, se concretan algunas ideas es el que ocupa el aspirante francés. Hollande ha hecho dos tipos de declaraciones. Por un lado, un mensaje a Merkel: si el socialista gana las elecciones de hoy, no aceptará que sea Alemania la que siga dictando en solitario las normas. Por otro, algunas precisiones técnicas: Hollande, al que «The Economist» califica de «peligro para Europa», propone que -a la vez que se ataca la crisis de la deuda mediante «eurobonos», bestia negra de una Merkel temerosa de que Alemania cargue con los excesos de los «derrochadores»- se empleen fondos estructurales para ayudar a las pymes, se ponga al Banco Europeo de Inversiones (BEI) a financiar infraestructuras y proyectos «de futuro», y se cree una tasa europea sobre las transacciones financieras.

Este último punto generó el pasado jueves el anuncio en la prensa francesa de un supuesto acuerdo franco-alemán para que, si gana hoy Hollande, se establezca la tasa, con un tipo del 0,01%. La previsión es recaudar por esta vía unos 120.000 millones de euros. Paralelamente, también se han filtrado las «líneas rojas» alemanas. A la cabeza de todas, el rechazo a renegociar el pacto de disciplina fiscal, aunque Alemania aceptaría completarlo con una estrategia separada de relanzamiento. Además, nada de recurrir al déficit, nada de eurobonos y nada de poner al BCE a soltar chorros de dinero sobre el crecimiento. Para Alemania, crecer exige reformas estructurales, en particular la del mercado de trabajo, aunque Merkel aceptaría un papel estimulante del BEI en el relanzamiento.

La canciller tiene algunos buenos motivos para hacer concesiones, y el mayor es que una victoria de Hollande desencadenaría una ofensiva de sus socialdemócratas (SPD) con un proyecto gemelo del francés. Así que Merkel, que ha remontado su catastrófica curva de encuestas para septiembre de 2013 (36% frente al 26% SPD y el 13% de Los Verdes), debe virar a posiciones no numantinas. Sin contar que necesita a París para que su ministro de Economía pase al frente de la eurozona cuando cese el luxemburgués Juncker.

Todo esto, sin embargo, es futuro imperfecto. El presente es la segunda vuelta de hoy, a la que Hollande acude tras respaldarlo el 28,63% del electorado en la primera, cuando Sarkozy se alzó con un 27,18%. En tercer lugar quedó Marine Le Pen, del xenófobo Frente Nacional (FN, 17,9%), seguida del izquierdista Mélenchon (11,11%) y del centrista Bayrou (9,13%).

El extraordinario resultado de Le Pen, sin precedentes, ha tenido repercusiones dentro y fuera. En el exterior, porque alimenta, aunque de modo secundario, la apertura al crecimiento. Cancillerías y analistas coinciden en diagnosticar que un exceso de austeridad propicia un voto de ira, en buena parte recogido por el populismo. En el interior, porque ha condicionado la campaña de los últimos quince días, añadiendo a la crisis otros dos asuntos de debate: la inmigración y la inseguridad ciudadana.

Sarkozy necesita atraer al mayor número posible de ultraderechistas y centristas para ganar. Le Pen ha anunciado que votará en blanco y ha dejado libertad de opción a sus seguidores. Se estima que entre un 40% y un 50% dará su apoyo al presidente-candidato, aunque sea con la pinza en la nariz. Otro 15%-20% se entregará a Hollande, más que nada para hundir a Sarkozy y porque el socialista promete introducir en futuras legislativas una mayor cuota de proporcionalidad que el posgaullista. Es una vieja aspiración del FN, al que el sistema mayoritario a doble vuelta aleja de la Asamblea. Por último, el resto votará en blanco o se abstendrá.

El centrista Bayrou, por su parte, anunció el jueves que votará a Hollande, pese a que discrepa de su programa económico de relanzamiento a través del alza de impuestos. Su justificación es que el socialista propone una moralización de la vida pública. Se estima que los centristas se repartirán por tercios (Sarkozy, Hollande, abstención), aunque podrían privilegiar algo al Presidente sobre el socialista.

En cuanto a Hollande, puede añadir a los apoyos citados un 80%-85% del 11,11% de electores que votó a Mélenchon, a los que se uniría buena parte del 4% que se inclinó por la ecologista Joly y por los dos candidatos de ultraizquierda el 22 de abril. No parece que estas previsiones se hayan visto muy baqueteadas por el debate Sarkozy-Hollande del miércoles, en el que electores y analistas dieron ligera ventaja al socialista o, como poco, una igualdad que beneficia al favorito de las encuestas.

Los sondeos, en efecto, siguen dando ganador a Hollande, aunque a medida que se acercaba la cita de hoy han ido estrechando la horquilla. Si en la primera oleada de encuestas, servida la noche de la primera vuelta, la cosecha socialista oscilaba entre el 53% y el 56%, en la más reciente tan sólo va del 52,5% al 53,5%. Pero en el peor de los casos para Hollande, esto suma una diferencia de cinco puntos, superior a los márgenes de error. Para darle la vuelta a los malos augurios, Sarkozy confía en una gran movilización de su electorado y en que su seducción de votantes del Frente Nacional sea mayor que la estimada. No obstante, las tradiciones de la V República dicen que en segunda vuelta la abstención supera a la primera.

Además, no pocos votantes de Le Pen tienen la vista puesta en el mismo objetivo que su lideresa: las legislativas del 10 y el 17 de junio. Unas elecciones en las que los beneficiaría que Sarkozy fuera derrotado hoy y que esta caída propiciara un debilitamiento del partido presidencial (UMP) que hiciese del FN la primera fuerza de la derecha. No sólo Le Pen piensa en junio. Quienquiera que gane esta noche tiene que volver a hacerlo dentro de unas semanas. De lo contrario, se abriría un nuevo período de cohabitación y todos los planes e iniciativas del Presidente arrastrarían la rémora de un Parlamento adverso.

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