Al hilo de ciertas extralimitaciones recientes de la Alcaldesa de Gijón
Sindicalista por afición
Parece que lo más preocupante para la Alcaldesa son las cuitas sanitarias
Foto: Carmen Moriyón, Alcaldesa de Gijón.
Por ALEJANDRO ORTEA en la columna de La Nueva España “Varadero de Fomento”.
Toca hablar de la huelga médica porque al SIMPA, el sindicato de los galenos, parece que las ha salido un agente de agitación y propaganda de lujo. Se trata ni más ni menos que de nuestra admirada primera autoridad municipal, esa caritativa cirujana que ha encontrado una nueva vía para dar rienda suelta a sus necesidades de expresión médica corporativa. La alcaldesa se moja por su ramo profesional, no se moja por los problemas de los gijoneses -y mira que tenemos para dar y tomar- a la hora de enfrentarse a la administración autonómica.
Tenemos una alcaldesa rara en cuanto a la manifestación de su pensamiento. Por lo menos, ya sabemos que, en cuanto a la corporativa huelga de médicos, cree que son éstos los acosados y que los miles de enfermos, utilizados por los profesionales sanitarios como rehenes, no sufren acoso alguno. A Moriyón le preocupan los recortes que sufren los funcionarios médicos, no los recortes que sufren otros funcionarios o empleados públicos, como por ejemplo los que dependen de su ayuntamiento a los que también se les han aplicado los recortes sin una palabra solidaria por su parte. Extraña forma de ejercer la más alta magistratura municipal de carácter político.
A Moriyón no le preocupa, sin ir más lejos, el fiasco del tenis, aquel que se nos vendió como que iba a rendir el treinta por uno -al decir de un federativo tenístico- y que se ha quedado en que, con suerte, rendirá el menos dos por uno o, por lo menos, eso se desprende de las farragosas y marrulleras explicaciones del cada vez más menguado de ínfulas concejal Couto en el boletín oficial del FAC en la corporación gijonesa. Lástima que la mercancía averiada tenga tan mala venta y no se pueda colocar ni como restos de serie.
Una persona muy querida me comentaba el otro día si uno tenía algo en contra del tenis. La respuesta está clara: ni muchísimo menos. Ojalá se dieran en nuestra ciudad muchos acontecimientos como la semifinal de la Davis de marras. No va a ser posible: esto no es el París de la tierra batida del Roland Garros ni el Londres de las verdes pistas de Wimbledon: esto es Gijón, y a mucha honra, con su club de tenis de elitistas pretensiones y sus otras entidades deportivas o recreativas con sus pistas, donde los aficionados dan rienda suelta a su afición. No es este el problema.
Lo peliagudo no ha sido el acontecimiento tenístico en sí mismo, sino el triunfalismo con que se quiso vender el acontecimiento, único hito en el páramo yermo en que el gobierno municipal del FAC casquista ha convertido la promoción o las actividades con capacidad de atracción de visitantes a nuestro bonito pueblo.
En su momento, ya se dijo que lo de la semifinal de la Copa Davis iba a resultar escaso y que su precio no estaba en consonancia con los resultados previstos. Ha sido lamentablemente así y, para justificar lo que cualquier mente cabal ya esperaba, estos desahogados ediles del FAC, encabezados por el concejal Couto, nos vienen a contar milongas o echan la culpa de los miserables números de nuestro decadente turismo a cuestiones tan peregrinas como que las instalaciones portuarias no permiten el acceso de pasajeros peatones al ferry de la autopista del mar. Podíamos haber encontrado cualquier otro chivo expiatorio. Pero las realidades son tozudas.
El éxito organizativo de la semifinal gijonesa de la Davis ha sido indudable, pero el económico o turístico ha sido un desastre sin paliativos y nadie, por listo que sea, podrá aportar argumentos válidos en contrario. Todo lo demás, es afán de disimular, confundir o engañar. Pero preocupémonos mejor si la Consejería de turno hostiga o no a los médicos, vital cuestión, al parecer, que merece los desvelos de la caritativa cirujana, a la sazón alcaldesa, porque las pérdidas de la Davis da la sensación de que sólo son para ella y los suyos meras anécdotas sin mayor trascendencia.
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