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Restringir el estado de bienestar obliga a los hogares a ahorrar en gastos como ropa, calzado, alimentos, ocio y vivienda, según un estudio de Esade…

Restringir el estado de bienestar obliga a los hogares a ahorrar en gastos como ropa, calzado, alimentos, ocio y vivienda, según un estudio de Esade…

Los recortes en sanidad y educación también destruyen comercios y empresas

Foto: Una de las muchas manifestaciones de la “marea blanca” por los recortes en Sanidad.

21/01/2013 - César Calvar, en finanzas.com

¿Pasan factura a los comercios y a las empresas los recortes en sanidad, educación y dependencia?

La respuesta es afirmativa, concluyen los expertos, aunque la mayoría de los negocios afectados nada tenga que ver con el servicio esencial cercenado. La explicación es simple: a menor cobertura oficial, más recursos tienen que destinar las familias a garantizar su salud, a pagar colegios o a contratar cuidadores. Y ese dinero ya no lo usan para ir de compras.

En su último informe económico, Esade analiza el impacto de la austeridad sobre los presupuestos de las familias. Y concluye que cuando las administraciones públicas recortan el estado de bienestar, a la vez obligan a muchos hogares a detraer cuantiosos fondos que antes podían destinar a consumos como alimentación, vestido, calzado, vivienda y ocio. La consecuencia más palpable, además del empobrecimiento de los hogares, es el cierre de miles de pequeños comercios y empresas (por ejemplo, de hostelería) dedicados a esas ramas de la actividad.

El análisis de la composición del gasto de las familias en 2011 desvela que existen tres grandes grupos que absorben casi el 60% del total. Se trata, por orden de importancia, de la vivienda y sus gastos asociados (agua, electricidad, gas y otros combustibles), con el 31,3%; alimentos y bebidas no alcohólicas, que se lleva el 14,4% del gasto, y los transportes, que absorbe el 12%. Muy por detrás, casi en la cola, se encuentran la enseñanza (1,05%), bebidas alcohólicas, tabaco y narcóticos (2,08%), salud (3,09%) y comunicaciones (también 3,09%).

La profesora Anna Laborda, autora del estudio, pone el foco sobre los bajos porcentajes que sobre el total representaban hasta 2011 la enseñanza y la salud, que según su análisis dan testimonio del apoyo que representa para las familias disponer de sistemas públicos en ambos servicios. El problema surge cuando disminuye o desaparece esa ayuda: «En tanto y en cuanto estos dos bienes, dados los recortes presupuestarios y los cambios en la orientación política respecto al Estado de bienestar, puedan ir incorporando medidas de copago (como sucedió en 2012) la repartición del gasto de las familias podría variar», advierte.

La causa que provocaría estos cambios sería la escasa flexibilidad que ambos bienes poseen en cuanto a reducción del consumo. En ese sentido, el informe de Esade recuerda que la educación es obligatoria hasta los 16 años y que los gastos en sanidad, sobre todo los que se refieren a medicamentos, no dependen tanto del nivel de renta del enfermo como de una necesidad física a la que a menudo no puede renunciar. De ahí que cuando estos dos grupos ganan peso en la distribución del gasto, forzosamente algún otro grupo tendrá que verse perjudicado.

Evolución a la baja

Sólo queda identificar a los sectores indirectamente más afectados por ese achicamiento. Y para eso hay que echar un vistazo a la evolución que ha registrado el gasto de los hogares desde el inicio de la crisis. Los datos de la encuesta de presupuestos familiares que elabora el INE evidencian que el gasto de los hogares entre 2008 (año en que marcó su valor máximo) y 2011 cayó un 7,7%. Pero ese descenso tuvo una incidencia desigual en los distintos grupos de consumo.

Por un lado, la estadística muestra aumentos en el gasto asociado a la vivienda y la enseñanza, del 6% y el 5% respectivamente. Esas variaciones positivas son fruto de las subidas de tarifas de los suministros (luz, gas, agua y otros combustibles), del encarecimiento de los libros de texto y también de medidas de carácter más político como el incremento de las tasas universitarias o de los precios de las guarderías públicas. Lo llamativo es que las subidas de esos grupos estuvieron acompañadas de fuertes caídas del gasto en artículos de vestir y calzado y transportes (ambos bajan un 19,1%), seguidos por mobiliario, equipamiento del hogar y gastos corrientes de la conservación de la vivienda (16,4%).

La profesora Laborda destaca que diez de los doce grupos registran fuertes retrocesos en el gasto, seis de ellos superiores al 10%. Sólo el peso relativo del grupo vivienda y su subida acumulada explica que la caída media del gasto de las familias se sitúe en el «discreto» 7,7%. Y concluye que «la reducción en el gasto de ciertos bienes de consumo como el mobiliario, los artículos de vestir, el calzado, ocio en general, hoteles, etcétera, está provocando el cierre de multitud de pequeños establecimientos comerciales de dichas ramas de actividad».

Las familias, en definitiva, reducen su gasto para adaptarse a las circunstancias de la crisis económica. Responden en primer lugar con su renta a las partidas necesarias e imprescindibles como los consumos de suministros o la educación de sus hijos. Por ello, el peso de los ajustes se reparte de forma desigual, siendo más castigados los sectores en los que se posee un cierto margen de maniobra.

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