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Ningún partido que no lleve en su programa la reversión de las privatizaciones debería contar con los votos de los ciudadanos/as…

Ningún partido que no lleve en su programa la reversión de las privatizaciones debería contar con los votos de los ciudadanos/as…

Se llama así: revertir la privatización sanitaria

Por Beatriz Gimeno, Escritora y activista, en EconoNuestra.org

Hay frases que se repiten como un mantra para resultar consoladoras. Y hay frases también que son eslóganes políticos que, de tanto repetirlas y aunque no se convierten en verdad, acabamos por creerlas y construimos la realidad a partir de esa creencia. Una de estas “frase-consuelo o frase eslogan es esta, que repiten muchos políticos del PP y del PSOE: “Tenemos la mejor sanidad del mundo”. Eso pudo acercarse en algún momento a ser una realidad, pero hace mucho que ha dejado de ser cierto. El PSOE lo sigue repitiendo para tratar de ocultar que fue el partido que comenzó a privatizar servicios y que aprobó las leyes que abrieron las puertas a la privatización. También porque entre sus planes no está el de revertir las privatizaciones.

El PP, por su parte, la repite para tratar de que no nos demos cuenta del destrozo mayúsculo que le han infligido a nuestro sistema sanitario. Un destrozo que hasta ahora puede pasar desapercibido para una gran parte de la población pero que se nos hará evidente en los próximos años de la manera más cruda. De todos los atentados a los derechos humanos y a la igualdad el cometido por los gobiernos populares con el derecho a la sanidad es el peor porque es el que más afecta a la vida de las personas. La diferencia entre tener una buena atención sanitaria y no tenerla es abismal; la misma vida puede depender de ello. Y ya no tenemos una buena atención sanitaria, sino una atención que depende mucho del lugar de residencia, pero que, además, puede ser de una calidad ínfima. En Madrid, por ejemplo, la atención sanitaria es de las peores de España, junto quizá con Castilla-La Mancha. Y eso no ha hecho, por cierto, que sea más barata para las arcas públicas. Simplemente el dinero acaba en los bolsillos de las empresas y no en la atención médica, cuya calidad desciende imparable. El número de camas, por ejemplo, a pesar de que en Madrid se han abierto 11 nuevos hospitales privados, ha descendido del mismo modo que han aumentado las listas de espera hasta niveles que las hacen insufribles.

El Partido Popular ha disimulado los recortes brutales con unos decorados bonitos que dan el pego. Hospitales privados sin medios pero con bonitos muebles son los receptores del dinero público y no sirven para curar, mientras que los hospitales aun totalmente públicos se caen a pedazos y obligan a los pacientes a llevarse de casa las tiritas (no es un chiste: el otro día mi madre se fue a hacer un análisis de sangre y tuvo que llevarse la gasa para el pinchazo). Es cierto, los profesionales son muy buenos y hacen lo que pueden, pero pueden poco, cada vez menos. Contratados por meses, con sueldos muy bajos en algunos casos, sobrepasados por el número de pacientes y por el escaso tiempo que pueden dedicar a cada uno de ellos, ya no pueden conocer a los enfermos ni hacer un seguimiento de su historia. Ahora estos médicos y médicas son personas que sólo pueden dedicar 5 minutos (o 3 en algunos casos) a cada paciente y que tienen que hacerlo, además, sin un auxiliar que les ayude con las recetas o los ordenadores, lo que reduce aún más el tiempo. Se limitan a mirar el ordenador, a escuchar lo que cuentan los enfermos y a recetar o a mandar una prueba. En la mayoría de los casos ni siquiera pueden auscultar.

Muchas de las consultas tienen las camillas rotas y otras ya no tienen ni camillas donde tumbarse para una exploración. Además, tienen que tener cuidado con las pruebas diagnósticas que prescriben porque los gerentes de los hospitales les amenazan si mandan pruebas caras. Y en todo caso, las pruebas que solicitan pueden dar un poco lo mismo porque pueden pasar meses hasta que llegues a una, luego a otra y vuelvas al médico, aunque para entonces las pruebas que se hicieron al principio ya no sirvan porque la enfermedad puede estar ya en otro estadio o ser otra distinta. Las operaciones pueden retrasarse más de un año o de dos y se espera que vivas y trabajes con un ojo con cataratas o con un menisco roto que no te deja andar, como es mi propio caso. Y no olvidemos ni por un momento que se ha dejado a 800.000 personas sin sanidad y que hay muchos enfermos a los que incluso en casos de vida o muerte se les está obligando a pasar por un calvario de angustia, como ocurre con los enfermos de hepatitis c.

Los hospitales están sucios, tienen goteras, las sábanas están rotas. No hay medicinas, no hay gasas, no hay nada. No hay médicos que conozcan tu evolución, no hay pruebas en un tiempo razonable. La sanidad se ha convertido en una sanidad de guerra, que sirve para lo básico, que te receta analgésicos y que aún es útil en casos muy urgentes. Pero no es una buena sanidad, es mala. Es evidente que se está preparando el terreno para hacer una sanidad de dos velocidades, para gente con buenos trabajos y para pobres. Llegará un momento, si no lo evitamos, que los carísimos e ineficientes hospitales privados que se están pagando con el dinero que debería destinarse a los hospitales públicos, harán la sanidad insostenible y entonces nos dirán que no hay dinero para pagarla y que se ven obligados a cobrarnos por lo que ya hemos pagado con creces. Y quien no pueda pagar, simplemente no tendrá asistencia porque poco a poco vemos cada vez más casos de estos y nos estamos acostumbrando.

El Observatorio Madrileño de Salud ha presentado esta semana 20 propuestas para recuperar la sanidad pública, que entregará a los partidos que concurran a las elecciones autonómicas de mayo, y que incluye el compromiso de “garantizar una financiación suficiente” y la “reversión de las privatizaciones”, entre otras cuestiones. Cuando no se está enfermo el deterioro de la sanidad puede ser es una cuestión más en una situación de deterioro generalizado de la calidad de vida; pero todos y todas estaremos enfermos y tendremos a familiares enfermos. Garantizar la calidad de la atención sanitaria no es una cuestión más; es, junto con la atención a las personas dependientes, la más importante.

Los recortes en sanidad que venimos sufriendo se están haciendo para acabar con el sistema público y terminarán matando a mucha gente. Ningún partido que no lleve en su programa la reversión de las privatizaciones debería contar con los votos de los ciudadanos/as. No aceptemos las palabras bonitas y mentirosas que sobre la sanidad pública los partidos tradicionales vienen incluyendo en sus programas, como que son partidarios de “garantizar la universalidad en las prestaciones”, que es lo que dice Esperanza Aguirre. Lo único que la privatización garantiza es su negocio. Un negocio que se hace a costa de nuestra salud y de nuestras vidas.

Tuvimos una buena sanidad que nos cubría a todos y a todas. Pero estamos a años luz de aquella situación. Ahora tenemos una sanidad precaria e insuficiente que desatiende a los enfermos, que no cubre a todos/as, que no ofrece ni de lejos buena asistencia, que permite que muchos enfermos/as empeoren, que condena a mucha gente a una pésima calidad de vida o, directamente, a la muerte. Esta es la realidad y por mucho que repitamos eslóganes no va a mejorar. Mejorará cuando echemos a estos políticos y pongamos a otros que trabajen por revertir las privatizaciones. Se llama así: revertir la privatización sanitaria. No aceptemos menos.

La sanidad no se vende, se defiende y ahora, además, tenemos que reconquistarla.

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