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En Grecia se decide, para toda Europa, el inicio de la supremacía de los ciudadanos o el mantenimiento de los poderes financieros y sus fieles servidores políticos…

En Grecia se decide,  para toda Europa, el inicio de la supremacía de los ciudadanos o el mantenimiento de los poderes financieros y sus fieles servidores políticos…

Los planes de Tsipras para Europa

La debacle del Pasok sitúa a la formación Syriza a las puertas del gobierno griego.

Foto: Alexis Tsipras, líder de Syriza.

RAÚL BOCANEGRA, Atenas 16/06/2012 en Público.

Alexis Tsipras (Atenas, 28 de julio de 1974) afronta su gran oportunidad. La debacle del en otros tiempos todopoderoso partido socialista panhelénico (Pasok), tras su apoyo a los rescates y a las políticas de austeridad, le ha situado a las puertas del gobierno griego. Su formación Syriza, levantada en 2004 de una amalgama de partidos maoístas, trotskistas, ecologistas, provoca pesadillas en todas las cancillerías europeas, que hace unas semanas, cuando inició una gira para calmar a todos aquellos que pensaban que Stalin se había reencarnado en Grecia, se negaron a recibirle. Con la cercanía del Gobierno, sus propuestas y su discurso, repleto de guiños a la esperanza y al futuro, el que quieren conquistar los jóvenes como él, en una Europa donde la clase política peina canas, se ha moderado relativamente, tendiendo a ocupar el espacio tradicionalmente socialdemócrata. Aún así, casi nadie en Europa le quiere ver presidiendo el Gobierno griego.

Vaya por delante que Tsipras es europeísta, más por cierto que los socios de Angela Merkel en el Ejecutivo alemán, que está con el euro y que nada más lejos de su intención tumbar el proyecto europeo. Lo repite una y otra vez, como un mantra. "El futuro está en Europa", "gobernaremos para asegurar la permanencia de Grecia en Europa" "que no apuesten los especuladores a que Grecia abandonará el euro porque perderán".

Entonces, ¿Cuál es el problema? ¿Por qué nadie le recibe? El presidente francés, el socialista François Hollande, lo expresó muy claramente hace unos días: "Puede haber países de la zona euro que prefieran terminar con la presencia de Grecia en el euro. Soy consciente de que los electores griegos deben tener la plena soberanía, pero tengo que prevenirles, es mi deber, de que si dan la impresión de que quieren alejarse de los compromisos, habrá países de la zona euro que preferirán su salida de la zona euro". Más claro, agua. Europa apuesta porque gane la derecha en Grecia, Antonis Samarás.

Frases como estas, como puños, son las que preocupan a Merkel y otros en Europa: "Después de dos años y medio de catástrofe, de choque neoliberal, los griegos han sido puestos de rodillas. El estado social está colapsado, uno de cada dos jóvenes está en el paro, hay cada vez más personas que emigran, el clima psicológico es de pesimismo, depresión, suicidios... El pueblo griego jamás estuvo tan mal". Y con esto se quedan. Esto es lo que escuchan. Y dicen en los palacios europeos: Claro, un tipo que no habla de la prima de riesgo, ni de la cifra de déficit debe estar loco. No tiene cabida en Europa. ¿De dónde ha salido?

Pues de Grecia. Y esto es lo que no escuchan, lo que Tsipras dice, no tan diferente de lo que dice Hollande: "No estamos contra la unión monetaria. Nosotros no queremos chantajear, queremos convencer a nuestros asociados europeos de que el camino elegido para Grecia es totalmente contraproducente. Es como tirar el dinero a un pozo sin fondo. Es importante que los europeos sepan que el dinero con el que están contribuyendo a la supuesta resolución de la crisis griega no está siendo aplicado en inversión y crecimiento, ni para hacer frente al problema de la deuda. En realidad, si seguimos el mismo rumbo, estaríamos obligados a discutir un tercer paquete y después un cuarto". Grecia ha aceptado ya dos rescates, por valor del 85% de su PIB. En comparación, el español supone en torno a un 10%.

Lo que, hablando en plata, propone Tsipras es decretar una moratoria del pago de la deuda y sus intereses hasta que el país recupere la senda del crecimiento y pueda de esta forma pagar sus deudas. Esto es, por supuesto, algo impensable en la Europa de Merkel.

Además de todo esto, de afrontar, en fin, la gran crisis con un espíritu positivo, Tsipras ha tocado todos los palos que tradicionalmente han enfangado el país, singularmente la corrupción. Aunque a él mismo le han acusado de beneficiarse de contratos del Gobierno, su porte descamisado y relajado aporta aire fresco al estancado sistema político griego, dominado por dos partidos y dos familias desde el fin de la segunda guerra mundial: Nueva Democracia, dirigido por tres generaciones de Karamanlis y Pasok, por tres de Papandreu. El segundo ha caído. El primero aún le disputa a Tsipras el poder en estos comicios.

Él confía en vencer y convencer. "No solo la persona que pide prestado está en una posición difícil, también lo está quien presta. Si usted debe 6.200 euros a un banco tiene un problema, pero si debe 620.000 euros el problema es del banco. Este es un problema común. Es un problema europeo. Es un problema mundial".

Tras utilizar todo tipo de amenazas y chantajes al pueblo griego para que no vote Syriza…

Europa contiene el aliento ante Grecia

Los comicios del domingo griegas disparan todos los mecanismos de contingencia financiera de la UE

La fricción entre Alemania y Francia agudiza la crisis en la zona euro

Claudi Pérez, en El País.

Momento decisivo, situación crucial. Berlín tira de una de esas palabras imposibles del alemán para definir la encrucijada europea. El euro, la última utopía del nuevo siglo, el sueño de un continente que alumbró esa moneda sin Estado con la esperanza de espantar viejos diablos, se la juega en Grecia. Un país que es apenas el 2% del PIB del continente, con poco más de 10 millones de habitantes, mantiene en vilo a las grandes capitales y amenaza con fracturar el euro. Berlín, Fráncfort y Bruselas advierten de que no habrá más dinero para Atenas si el nuevo Gobierno trata de renegociar las ayudas. El abismo no anda lejos; eso abocaría al país a una suspensión de pagos con un efecto contagio en la periferia de Europa, en el corazón del continente, probablemente en todo el mundo. Nunca dos cosas son exactamente lo mismo, pero la situación recuerda peligrosamente al momento Lehman Brothers, el banco estadounidense cuya quiebra precipitó la Gran Recesión. Esta vez el peligro está más cerca: Grecia puede caer, y tras ella Portugal e Irlanda, con la marea acercándose a Italia y sobre todo a España y su deslucido rescate.

Berlín se niega en redondo a activar el botón nuclear: no a los eurobonos, no a la unión bancaria, no a inyectar dinero en las entidades financieras con problemas, no a suavizar el ajuste en Grecia, no a los estímulos keynesianos para contrarrestar la amenaza de recesión, no al BCE como prestamista de último recurso. Mil veces no a cualquier cosa que huela a lo que en la cancillería se define como “soluciones fáciles” o “soluciones estúpidas”, que a juicio del Gobierno alemán supondrían un cierre en falso para la crisis existencial del euro. Alemania, cada vez más aislada internacionalmente, no apoyará nada que no esté debidamente aprobado en los tratados europeos y en su Constitución. Reglas y rigor: eso es lo que puede esperarse de Berlín a día de hoy.

Todas las alarmas políticas están activadas. Los ministros de Finanzas de la eurozona podrían reunirse el domingo por videoconferencia si la situación se complica. El G-20 se celebra la semana próxima en México para buscar salidas. Y la prueba del nueve de que Europa se acerca a un momento crítico, es que incluso los bancos centrales, empezando por el BCE, se tientan las ropas en busca de arsenal para acudir al rescate con una lluvia de liquidez en función de los resultados griegos.

La incertidumbre está en máximos y eso ha elevado las tensiones entre París y Berlín. “Algunos países de Europa están hoy peor que hace 10 años”, dijo la canciller Angela Merkel, que en las últimos días ha echado mano de una retórica insólitamente dura, en clara referencia a lo que ocurre al otro lado del Rin. Lejos de arredrarse por la presión internacional y con cada vez menos apoyos en su propia familia política —incluso el presidente español, Mariano Rajoy, se ha acercado a François Hollande—, Merkel insistió en que Alemania plantará cara a sus detractores. Berlín ha impuesto a Europa bajar a las trincheras de la austeridad para volver a hacerse fuerte a base de recortes: el establishment político alemán apuesta a que si el continente hace los deberes acabará viendo pasar los cadáveres de quienes “aparentan ser más fuertes de lo que en realidad son”, en palabras de Merkel, que critica en público y en privado las políticas expansivas de EE UU, que Hollande pretende traer a Europa.

En ese tablero de ideas y dogmas, en el que la historia juega un papel destacado (la Gran Depresión en EEUU, la hiperinflación de Weimar), los griegos son quienes salen peor parados. Camino de su quinto año de recesión, con el paro por encima del 20% del PIB y el país paralizado a la espera de desencallar la crisis política, Grecia resiste a duras penas. Alemania capitanea una especie de chantaje europeo, en medio de una Euroguerra Fríaen la que Atenas desafía con la posibilidad de desatar la madre de todas las crisis, y Berlín y Bruselas amenazan con cortar el grifo de las ayudas. “Europa no sobrevivirá si no mostramos suficiente solidaridad”, dijo a un grupo de corresponsales europeos el titular de Exteriores alemán, Guido Westerwelle. “Pero tampoco sobrevivirá si hay demasiada solidaridad”, avisó.

El BCE, con un ojo siempre puesto en los mensajes que llegan desde Berlín, aseguró que tiene a punto la maquinaria para inyectar toda la liquidez necesaria en caso de que las elecciones desaten el caos. Paralelamente, Francia busca aliados en Europa para imponer un cambio de rumbo que incluya un supervisor bancario europeo y un fondo común de garantía de depósitos, además de un fondo de rescate con licencia bancaria. Y eurobonos en el plazo de 10 años.

La canciller rechaza esa solución. De plano. Pero está pensando en un primer paso en esa dirección, con la creación de un organismo que administre la deuda europea para aumentar la transparencia. No es mucho. Nada que ver con la mutualización de la deuda. Pero Alemania podría presentar esa y alguna otra medida la semana próxima, convencida de que, pase lo que pase, el mundo no se acaba en Grecia.

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