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“Memorias” de Francisco Javier Fernández Casielles, en La Nueva España...

“Memorias” de Francisco Javier Fernández Casielles, en La Nueva España...

«Practiqué la medicina hasta que me harté de los comisarios políticos de la sanidad»

«Fraga, Pujol, Ibarra, Gabino? son gente que tienen necesariamente que confundir la Administración consigo mismos»

Hijo del médico de Pravia Francisco Fernández Pérez, y de María Teresa Casielles (hija y nieta de alcaldes de Pravia), Francisco Javier Fernández Casielles nace en 1942 y estudia en el Colegio San Luis. A continuación, cursa la carrera de Medicina en Madrid, donde reside en el colegio mayor Covarrubias, dirigido entonces por el asturiano Fernando Suárez. Casielles califica de «gran acierto» de sus padres el haberlo enviado a dicho colegio, donde convivirá con compañeros que más tarde tendrían proyección política y social. Al acabar la carrera, realiza, también en Madrid, la especialidad en aparato digestivo y después vuelve a Pravia.

Pravia, J. MORÁN, en La nueva España

Francisco Javier Fernández Casielles (Pravia, 1942) relata en esta segunda parte de «Memorias» su actividad como médico y sus inicios en la política, en 1979, como alcalde de su concejo natal por UCD.

Fundamentalistas.

«Al regresar a Pravia, comencé a trabajar con mi padre, a comienzos de 1969, de médico libre. En septiembre de 1973 me casé con Celia Menéndez, y hemos tenido cuatro hijos: Javier, Diego, Teresa y Paloma. En julio de 1975 obtuve plaza cuando crearon la Seguridad Social Agraria y estuve trabajando en esa plaza hasta 1989, que acabé harto y fundé la empresa Terpla. Una de las razones para dejar la medicina fue que acabé absolutamente harto de los comisarios políticos que había en aquel momento en la sanidad asturiana. Eran fundamentalistas. En la Consejería estaba Juan Luis Rodríguez-Vigil, una excelente persona, que para mí fue un buen consejero y un buen presidente hasta que lo engañaron con el «Petromocho», porque pecó de confianza en su gente. Me llevaba bien, y tengo muy buen concepto de él, con el director en Asturias del Instituto Nacional de Salud, Ortega, pero tengo mal recuerdo de sus subalternos, porque se empeñaban en que por ser de otro partido eras el enemigo. Salvo ellos, nadie tenía razón. Por ejemplo, a un médico de Pravia, Ángel Cabal, lo expedientaron porque en una reunión que tuvimos con Ortega y Matallana tuvo el atrevimiento de discutir si era mejor una antena de teléfono o una emisora de radio para que tuviéramos cobertura los médicos. Por esa grave diferencia doctrinal lo expedientaron; claro que quedó en nada, pero esas cosas te disgustaban».

Aguas y tifus.

«Otro ejemplo del grado de sectarismo lo tuve con María Luisa Carcedo cuando era directora de Salud Pública. Como médico y alcalde, una de las cosas que más me preocupaban de Pravia, y de la región, era la calidad del agua. Había vivido la última epidemia de tifus que hubo en Pravia en 1969. Era Fraga ministro de la Gobernación y se desayunó un día leyendo la noticia en LA NUEVA ESPAÑA. Mandó llamar al jefe provincial de Sanidad, que era Gasset de las Moreras, y le echó un rapapolvo. Cuando éste volvió de Madrid (fue y vino en el día) nos reunió a todos los médicos de Pravia y de la zona en el Ayuntamiento, a las ocho de la tarde, y nos dio instrucciones de clorar el agua. El alcalde, don Manuel, puso algún inconveniente y De las Moreras le dijo: "O cloras o te destituimos". Conservo de esa época una historia clínica de la Residencia de Oviedo que dice: "Enfermo de tantos años, con fiebre alta desde hace días, dolor de cabeza y problemas abdominales? y que además es de Pravia; diagnostico: fiebre tifoidea". Esos sucesos no se olvidan y una de las primeras cosas que hice en Pravia, siendo alcalde, fue analizar todas las fuentes del concejo y poner letreros (que me quitaban) de "agua no potable" en la mayoría de ellas. Alguna vez mandé arrancar los caños para que no se bebiera de ellas y en otras hice una jugada que todavía dura: conecté la fuente a la red pública, como en La Canecha, en Prahúa. También le planteé a Juan Luis que hacía falta revisar todos los análisis de aguas de Asturias. Dijo que encantado y me mandó ponerme de acuerdo con Carcedo, pero ella me dijo que si yo iba a sacar beneficio político. Después de un par de meses de discusiones, Juan Luis le dijo que estuviera tranquila y me mandaron unos cajonados con todos los análisis de los dos últimos años. El 85 por ciento de la población de Asturias no tenía problemas, por ejemplo en los grandes núcleos, pero fuera de ellos era espantoso: el 90 por ciento de las traídas estaban contaminadas. Entonces, la reacción de ellos fue la misma que la de los paisanos de los pueblos: "Llevamos años tomando ese agua y no nos pasa nada". "A vosotros no, que ya estáis inmunizados, pero en el momento en que beba un forastero puede coger una colitis o cualquier cosa". Hicimos una proposición no de ley y se aprobó y hubo un avance. Aquello fue por colaboración, no por oposición; fue colaboración con Juan Luis, pero con la oposición de María Luisa Carcedo».

Mapa sanitario.

«En aquellos años, la práctica de la medicina era dura. En Pravia, teóricamente, había cuatro médicos. Uno de ellos era mi padre, que entonces estaba enfermo y un temporada trabajaba y otra no. También había otro médico con problemas. En la práctica, hubo varios años que estábamos viviendo y trabajando en Pravia dos médicos. Había temporadas en el invierno que te levantabas a las siete de la mañana y trabajabas hasta la una de la madrugada, que era cuando dejabas de atender avisos a domicilio porque la gente ya se había acostado. Había más población que ahora y muchos más críos. Éramos dos médicos, una comadrona y un practicante. Ahora hay treinta y pico profesionales, seis de ellos médicos. Pues ni lo de antes ni lo de ahora. Hay exceso de personal y ésa es una de las razones del déficit de la sanidad. Cuando Juan Luis hizo el mapa sanitario, era lógico, dadas las malas comunicaciones, pero ahora es necesario fusionar áreas sanitarias. No puede haber un hospital para treinta y pico mil habitantes, en la zona de Cangas, o para cuarenta y pico mil en la zona da Navia. Hay que garantizar la atención, y los problemas de hoy en comunicaciones son mucho menores que entonces».

Medicina al trote.

«En aquella época, cuando se acababa la carretera, te venían a esperar con el caballo. Afortunadamente, nunca fui a caballo. Estaba entrenado de hacer piragüismo y cross e iba al trote por los caminos. Pero mi padre, que era forense, hizo servicios a caballo. De vez en cuando iba a las minas de hierro de Saliencia, en Somiedo. Tenía que entrar por León y lo esperaban con el caballo. Después pasaba varios días molesto, con rozaduras y agujetas. Yo me acordaba de mi padre y evitaba el caballo. Había también un problema muy importante, que era una consideración social. Ahora tienes una duda en el diagnóstico y mandas al enfermo a la residencia, pero en aquel momento el 90 por ciento de la gente del campo no tenía ninguna cobertura. Entonces, antes de hacerle pagar un montón de dinero, que tendrían o no, tenías que asegurarte mucho. Era para mí otra responsabilidad añadida».

Fama de izquierdista.

«No tuve aficiones políticas de joven, aunque cuando estaba estudiando en Madrid me gané en Pravia fama de izquierdista por una confusión. A Alfonso Selgas, el pintor, compañero mío del San Luis, sin que fuera activista, lo detuvieron Claudio Ramos y sus muchachos en Oviedo y tuvo juicio en el Tribunal de Orden Público de Madrid. Yo fui al juicio como amigo suyo. El padre de Alfonso era Francisco y lo llamaban a veces Paquín, como a mi padre. Entonces, en Pravia se corrió la voz de que habían detenido al hijo de Paquín y se interpretó que era yo. Esto fue hacia 1967 o 1968. Para muchos, yo era comunista, sin serlo, porque no tenía inquietudes políticas, sino culturales (aunque éstas solían tener relación con la izquierda). Ya en Pravia, organizamos dos o tres veces una revista oral, hasta que un día hubo un follón. Aquel día habíamos hecho algo de teatro leído, de Arrabal, y habíamos leído dos o tres artículos de varios autores. Luego habló un inglés y dijo que no merecía la pena pelearse por Gibraltar. Se armó el lío y el alcalde nos llamó al Ayuntamiento. Mateu de Ros era el gobernador civil y estaba de reposo en Salinas, porque había tenido un infarto. El Alcalde lo telefoneó con nosotros delante, para tratar el caso, y lo primero que dijo fue: "Qué voz más saludable tiene hoy el señor gobernador". Nos dio un ataque de risa».

La oferta de Adolfo Barthe.

«Llegar a la Alcaldía fue absolutamente imprevisto. Pocos días antes de que me planteasen presentarme a las elecciones de 1979 yo estaba de tertulia con unos amigos y nos preguntábamos quién podría ser alcalde. Un día me paró por la calle, frente al casino, Adolfo Barthe, que entonces era jefe de dermatología en Avilés, y me planteó directamente que si quería presentarme como candidato por UCD. Quedé parado; lo consulté y a los dos o tres días dije que sí, pero puse condiciones, como crear mi equipo. Las elecciones fueron en mayo y esto sucedió en marzo o abril. En aquellos años el ambiente político era muy distinto del de ahora. Como había un cambio de época, la gente estaba más preocupada por arreglar el país que no de arreglarse la vida profesionalmente. La política como profesión no existía. Fui alcalde, pero seguí trabajando como médico. No quería de ninguna forma convertirme en político profesional, no porque me pareciese deshonesto, sino, simplemente, porque no era mi objetivo de vida. Además estaba convencido -y lo sigo estando- de que había que poner un límite de tiempo a la actividad política pública».

MacArthur y la política.

«Estoy leyendo una historia de la Guerra de Corea y en ella un militar dice que cuando MacArthur fue de virrey a Japón llevaba treinta años de general y con la gente adulándole y besándole el trasero, así que MacArthur se creyó que él era la encarnación del Ejército y de los EE UU. Fraga, Pujol, Ibarra, Gabino? son gente que tienen necesariamente que confundir la Administración consigo mismos. Eso no es sano».

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