Una opinión en la línea de dar contenido a las críticas de Valledor
Sanidad asturiana: otro talante y una propuesta de reforma
Es necesario un cambio de orientación, un cambio de guión. No podemos permitirnos que esta legislatura se pierda
El problema. Asturias parece proclive a la simplificación, aunque quizá no sea una característica estrictamente local. En el clima de conflictividad que lleva meses creciendo en el mundo sanitario, pareciera dar por buena la versión de una de las partes (el Gobierno) de que se trata de un enfrentamiento entre la izquierda y la derecha. Pero si hemos de creer la versión de la otra parte (los médicos), se trataría sólo de un conflicto profesional por la dignidad de la práctica médica y del futuro de la atención primaria.
Puede que las cosas no sean tan simples. Niego la interpretación del conflicto como una pugna derecha-izquierda. Niego que el hecho de que los médicos hagan guardias pueda ser de izquierdas, o que oponerse a pasar consulta una tarde de cada cuatro sea de derechas. Niego también que los profesionales, cuando se agrupan y defienden determinadas posturas organizativas, puedan mantenerse en el limbo moral del «profesionalismo» neutral y aséptico.
En un reciente barómetro sanitario (2007) del Ministerio de Sanidad, Asturias aparecía como la comunidad española con mayor puntuación por nivel de satisfacción en tres apartados tan llamativos como: a) el horario de atención en medicina general y pediatría (8,62); b) la mayor facilidad para conseguir cita (8,35); y c) el mayor nivel de confianza en los profesionales de la sanidad (8,17). Otros muchos datos avalan la suposición de que la propuesta realizada por la Consejería de Salud -que se concretó, asumiendo la visión de cualquier ciudadano medio, en tardes y guardias- fue un error.
Si el nivel de satisfacción, la facilidad para conseguir cita y la confianza en los profesionales sanitarios es en Asturias de las más altas del país, habrá por fuerza de reconocerse que la propuesta hecha y la gestión del conflicto han ido en contra de esos tres datos. Dos propuestas de escaso valor estratégico, si es que tienen alguno, y una gestión del conflicto bastante desafortunada, que ha consistido en enfrentar a los ciudadanos con los profesionales, no sólo pueden haber sido un error táctico: quizá sean también un síntoma de que el Gobierno puede estar desenfocando la política sanitaria.
En un intento de dotar de contenido a la política de la Consejería y disimular el verdadero origen de las dos propuestas -que ni era ni es otro que la escasez de médicos en las alas de la región, y el dar satisfacción a ciertas visiones anticuadas sobre la oferta de servicios y la accesibilidad al sistema- se aportó una nueva idea que vendría a dar cuerpo y sentido a lo propuesto: la gestión clínica.
Quienes llevamos tiempo dedicados a esto de la sanidad hemos visto tantas modas que ninguna terminología nos coge por sorpresa. No es que yo esté contra la gestión clínica. Puede tener aspectos interesantes y aprovechables. Lo que me parece es que tal elemento sólo puede ser una parte, y pequeña, de lo que debería constituir una propuesta de reforma en profundidad de nuestro sistema sanitario, cosa que el Gobierno todavía no ha hecho. Hay que decirlo todo: a pesar de las críticas que podemos hacer a su gestión, muchas de las ideas del consejero Ramón Quirós probablemente son correctas, sobre todo su sensibilidad para con los males del sistema.
Si valoramos como imprescindible para nuestra sociedad un sistema sanitario público integral y de calidad, universal y participativo, deberíamos hacer lo posible para mejorar el que tenemos. No existen reformas milagrosas ni métodos revolucionarios. Ni la gestión clínica, ni el tique sanitario o copago, ni la vinculación de las prestaciones al comportamiento previo de los pacientes pueden resolver los problemas de equidad, efectividad y sostenibilidad del sistema.
Hace siete años que tenemos las transferencias sanitarias y el Gobierno regional aún no ha puesto sobre la mesa su modelo de sanidad. A trancas y barrancas pudo digerir el golazo que nos metió Rato (el ministro del PP que forzó las transferencias sanitarias). Aquí y allí puso en marcha iniciativas de interés, aunque las más de las veces deslavazadas -cuando no contradictorias-, pero nunca ha dicho: «Éste es nuestro modelo, éste es nuestro plan de reforma». A estas alturas, creemos que no lo hay. Excepto lo ya dicho y la obra del nuevo HUCA, no hay otra política sanitaria que ir tirando, lo que, sin ser poco, resulta insuficiente. Se convierte en una prioridad exigir al Gobierno y a los partidos que tomen la iniciativa y comiencen a caminar en el sentido propuesto. Claro que son exigibles rectificaciones: aquéllas que permitan recuperar un clima sereno y sosegado sin que ello suponga el desdoro de nadie.
La propuesta. Con seguridad hay otras posibilidades de plantearse una respuesta a los problemas de la sanidad diferentes de las que aquí proponemos. ¡Ojalá dispongamos en breve de ellas! Por nuestra parte, asumimos los siguientes principios como el basamento de nuestra propuesta: a) El derecho de los ciudadanos a la atención sanitaria. b) La obligación del Estado de prestar dicha atención. c) El carácter público del aseguramiento y la prestación sanitaria. d) El derecho de los ciudadanos y los trabajadores a participar en la dirección y gestión de los servicios. e) La necesidad de adaptación permanente del sistema sanitario a las necesidades de atención de los ciudadanos. f) El horizonte nacional como horizonte natural y, por tanto, privilegiado, de la perspectiva sanitaria. Y, finalmente, g) La exigencia permanente de efectividad y eficiencia para las prestaciones sanitarias.
Tomando como referencia estos principios, las primeras intervenciones deberían tener como objetivo reconstruir un escenario favorable que haga posible avanzar en la formulación del plan de reforma. Proponemos las siguientes:
1. Reconocer explícitamente que se ha desarrollado una gestión de la política sanitaria quizá bien intencionada, pero desafortunada.
2. Reformular el objetivo de aumentar la accesibilidad a los servicios de atención primaria (consultas de tarde) de forma que en una primera fase la concreción se determine por acuerdo de cada gerencia con los equipos de atención primaria de forma que se haga una transición pactada entre la situación anterior, la actual y la que diseñe el futuro modelo organizativo.
3. Reformular el objetivo, sólo a medias explícito, de disponer de más profesionales para cubrir las alas de Asturias. Su gestión implicó la obligatoriedad de hacer guardias por parte de los profesionales de los equipos de primaria, cuando éstas ya estaban cubiertas perfectamente por los Servicios de Atención Continuada (SAC). Debería reconducirse la orden, de forma que la incorporación de aquellos a las guardias se realice mediante acuerdos individuales con la gerencia de cada área. En cualquier caso el problema de la falta de médicos en las alas sólo se resolverá a medio plazo incrementando el número de plazas y dotándolas del atractivo suficiente mediante sistemas de incentivación.
4. Asumir que cualquier desarrollo del modelo sanitario asturiano pasa por activar primero un sistema de participación social y profesional.
Estos pasos previos, es cierto, suponen una rectificación de algunas posturas de la Consejería, pero no olvidemos dos cosas: a) Que ha sido su inadecuada gestión y su forma de expresarse las que han provocado un enrarecimiento considerable de la vida cotidiana en los servicios sanitarios que hace imposible cualquier reforma sanitaria pactada y con una mínima profundidad. Y b) Que estos aspectos eran mucho menos relevantes que la apuesta por la gestión clínica, con lo que no supondría desdoro ninguno ceder en lo accesorio si a cambio se logra un clima que permita avanzar en lo fundamental. Una vez apaciguado el ambiente y relajada la tensión actual, correspondería elaborar una propuesta de reforma sanitaria que debe ir precedida de las siguientes cinco intervenciones en un plazo máximo de un año:
1. La puesta en marcha de un esfuerzo informativo y de debate sobre la cultura de consumo sanitario, la situación real de nuestro sistema y sus principales problemas y las posibles alternativas a los mismos.
2. La puesta en marcha de un sistema ejecutivo de participación en el que figuren ciudadanos, trabajadores, ayuntamientos y Gobierno.
3. Una moratoria tecnológica y farmacéutica para el sistema sanitario, durante cinco años, poniendo fin a cuanto más y más caro mejor.
4. La puesta en marcha de una comisión parlamentaria sobre la reforma sanitaria.
5. La elaboración de una hoja de ruta, con un plazo de cinco años, para culminar una reforma del modelo de sanidad, pactada entre los tres grupos de la Cámara y el Gobierno.
Entre los muchos requisitos de un cambio de esta magnitud está el de un liderazgo que pueda aunar tantas voluntades como son necesarias. El liderazgo es una necesidad política ineludible, y hoy, desafortunadamente, ni el Gobierno ni el Consejero parecen capaces de asumirlo. Es necesario que cambien su orientación. Es urgente un cambio de guión: de los actores no opino, cada uno tendrá sus favoritos. No podemos permitirnos que esta legislatura se pierda. La iniciativa corresponde a los partidos gobernantes. Si no aceptan el desafío, las consecuencias las pagaremos todos. Sinceramente, creo que es el momento de comprometernos: partidos, sindicatos, asociaciones y ciudadanos, a hacer de la reforma sanitaria una prioridad para Asturias.
ÁNGEL LÓPEZ DÍAZ EX DIRECTOR GENERAL DE SALUD PÚBLICA Y PLANIFICACIÓN DEL PRINCIPADO
Ángel López Díaz, médico y militante de IU, fue director general de Salud Pública del Principado en el anterior Gobierno regional (2003-2007). En este artículo, analiza la gestión sanitaria desde las transferencias, critica la falta de un proyecto de futuro y sienta las bases de una reforma de la sanidad asturiana que juzga inaplazable. En su propuesta, insta al equipo de Ramón Quirós a rectificar determinadas posturas y reclama un liderazgo político que actualmente no visualiza.
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La mosca cojonera -