Por ENRIQUE TORDESILLAS
Garzón, la transición y la democracia
Es posible que Baltasar Garzón no sea un buen juez, incluso que se le deba retirar de algunas causas o invalidar determinadas pruebas, pero intentar apartarlo de la judicatura retorciendo las argumentaciones es inaceptable y si esto se produce en relación con casos relacionados con los crímenes franquistas y corrupción la lectura política es inequívoca.
NUEVATRIBUNA.ES
Es posible que Baltasar Garzón sea un mal instructor, que le guste ser juez estrella, que sea un personaje distante, soberbio (no es el único entre sus señorías) y que haya pisado muchos callos a lo largo de su carrera profesional, por lo que es comprensible que haya amplios sectores de la judicatura que no lo soporten.
Tampoco ha hecho muchos amigos en el ámbito político. La investigación del GAL le granjeó la enemistad de numerosos socialistas y quienes entonces lo elevaron a los altares y lo pusieron como paradigma de juez independiente, la derecha, ahora lo tienen en el punto de mira por osar ponerse del lado de las víctimas del franquismo y destapar los casos de corrupción del PP relacionados con la trama Gürtel.
Para colmo, Garzón ha cuestionado la validez de la Ley de Amnistía, lo que ha servido de base para poner en entredicho los límites de los pactos de la Transición y esto no ha gustado nada a algunos sectores de la izquierda, y no solo socialistas, que sigue defendiendo aquellos pactos y no entiende como gente que no vivió aquella época, puede dudar de la bondad de aquel proceso. Tampoco en estos sectores va a encontrar el magistrado muchos apoyos.
Ligar la investigación de Garzón con la Transición no tiene ningún sentido, y mucho menos defender ésta contra el magistrado o criticarla por apoyarlo. No sería justo valorar la Transición fuera de contexto, desde la perspectiva del año 2010. Quienes protagonizaron aquella etapa de la historia de España tenían una difícil papeleta y, con sus aciertos y errores, consiguieron algo fundamental: pasar de la dictadura a la democracia de forma pacífica.
Pero la Transición no supone el fin de la historia, sus protagonistas y defensores no pueden pretender que generaciones futuras acepten sus normas de manera acrítica. Y menos a la interpretación de la derecha que, en nombre de aquellos pactos, se opone a que los familiares de los asesinados por el franquismo puedan recuperas los restos mortales de sus seres queridos.
No creo que sea el momento de generar un debate sobre los límites de la Transición, no nos serviría de nada, pero sí que estoy convencido de que hay que seguir consolidando y ampliando la democracia y el proceso a Garzón (personaje que suma tantos rechazos) tiene algunos componentes preocupantes desde esta perspectiva.
A pesar de lo que diga el ministro de Justicia, a Garzón lo quieren juzgar por investigar los crímenes del franquismo. Ha sido en el proceso de investigación cuando ha chocado con la Ley de Amnistía que él, como muchos juristas internacionales, considera ilegal porque los delitos de genocidio ni prescriben ni se pueden amnistiar. Sin embargo, el ponente del Supremo convierte un debate jurídico en un delito de prevaricación.
Si el resultado final es que las organizaciones de extrema derecha, Manos Limpias y Falange, se salen con la suya y se condena a Garzón, algún desajuste tienen la democracia y/o la justicia española. Y no porque España sea el único país europeo en el que es legal el partido que apoyó al dictador y, por lo tanto, tenga todos los derechos de cualquier organización, tendremos un problema porque se habrá producido la victoria política de los herederos de Franco (después de 35 años muerto), cuyo sentimiento de impunidad será insoportable.
La otra acusación por prevaricación es por algunas de las escuchas del caso Gürtel. A pesar de que dichas escuchas están avaladas por otros jueces y la fiscalía, es decir, que son de una legalidad al menos interpretable, se acusa a Garzón, a instancias de la trama corrupta relacionada con el PP, no de equivocarse, sino de incumplir la ley sabiendo que lo hacía.
Es posible que Baltasar Garzón no sea un buen juez, incluso que se le deba retirar de algunas causas o invalidar determinadas pruebas, pero intentar apartarlo de la judicatura retorciendo las argumentaciones es inaceptable y si esto se produce en relación con casos relacionados con los crímenes franquistas y corrupción la lectura política es inequívoca.
En relación con este caso, la mejor manera que tenemos de defender la democracia es apoyar sin reservas al juez Garzón.
Enrique Tordesillas es colaborador de El Periódico de Aragón y Radio Zaragoza y miembro del Observatorio de la Fundación 1º de Mayo "Sindicalismo y cambio en el mundo del trabajo".
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