Por IGNACIO MURO BENAYAS
Ante el 29 S: ideas y fuerza
Nada se consigue al margen de los empujes sociales. En la medida que el miedo y la inmovilidad incidan en negativo en la huelga del 29 S estaremos prefigurando el tipo de poder que se instalará en nuestras vidas en los próximos años. Del temor no es fácil que nazca una sociedad racional y equilibrada, más bien lo contrario.
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No son sólo nuevas ideas lo que la izquierda necesita, sino fuerza y determinación para que generen influencia social. Los sindicatos están dando una lección ciudadana, no sólo por su decisión a combatir sino tambien por el tono y las ideas que, una y otra vez, Toxo y Mendez, están empleando. Repetir y repetir argumentos, buscar apoyos sociales, abrirse un hueco en los altavoces mediáticos.
Comparto los argumentos de Manuel Alcaraz: aunque debilite al Gobierno y de alas a la derecha, “el peor escenario de futuro para el PSOE y la izquierda son unos sindicatos debilitados, humillados. Y, para impedirlo, la huelga ha de saldarse con “componentes de victoria”, que recuerden a la izquierda política qué poco es sin una izquierda social.”
Las buenas ideas, las más justas, no son las que se acaban imponiendo sino las que se convierten en una fuerza material con peso social. Y también con fuerza electoral, ya llegará el momento de hablar de ello. Las buenas ideas son “mejores” en la medida que tienen más incidencia, y eso supone aprovechar todos los altavoces, todos los recursos para que engarcen en la sociedad. Decía Maquiavelo que “el hombre es un animal que pelea con la razón, es decir que embiste con ella”. Nada se consigue al margen de los empujes sociales: precisamente, lo que hoy pretenden los empresarios es imponer su solución, forzar un “nuevo consenso social” que les sea más favorable, amparados en el peso orgánico de las ideas neoliberales y la derecha mediática. Lo están haciendo y siempre que puedan lo volverán a hacer.
Hace dos años, cuando estalló la crisis que nos asola, algunos soñaban con que el ciclo de hegemonía neoliberal, abierto a comienzos de los ochenta, cuando el tándem Reagan-Thatcher consolidaron posiciones, había llegado a su fin. Que el viento soplaría a babor. Que las falsas ideas caerían solas. Error. Pasado el susto, la maquinaria se ha vuelto a poner en marcha para convertir la crisis en una oportunidad para ganar posiciones y debilitar definitivamente los derechos sociales, considerados una “rémora del pasado.”
No era una batalla de ideas en la que se acabarían imponiendo las que mostraran mejores argumentos. O las más razonables o brillantes. Eso no es lo que ocurre en el desarrollo de la historia. Algunos parecen soñar con una economía basada en valores frente a una economía basada en intereses. Utopías: lo que se necesita es que la fuerza de los valores que representan el interés general contrarresten la fuerza de los valores que representan intereses mezquinos y particulares.
En la medida que el miedo y la inmovilidad incidan en negativo en la huelga del 29 S estaremos prefigurando el tipo de poder que se instalará en nuestras vidas en los próximos años. Del temor no es fácil que nazca una sociedad racional y equilibrada, más bien lo contrario. No es difícil olfatear su carácter falaz y excluyente, articulado desde la recuperación de los viejos lugares comunes (odios xenófobos, desprecio a los sindicatos y a los funcionarios, búsqueda de chivos expiatorios), en un proceso de socialización de los errores bajo el mantra de que todos somos responsables de lo que nos pasa, de que son los pobres –da la mismo si se habla de ciudadanos o de países- los únicos culpables de su pobreza. Son los falsos consensos sobre los que cabalgan los mercados, símbolos actualizados de los viejos poderes ocultos, cual llama sagrada que desciende de la montaña, que ejemplifica Goldman Sachs, cuando afirma que los banqueros hacen "el trabajo de Dios".
Recuperar el orgullo supone encontrar la forma de contribuir a la huelga el día 29.
Ignacio Muro Benayas es economista y profesor de periodismo en la Universidad Carlos III. Autor de “Esta no es mi empresa” (Ecobook, 2008).
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