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Avances en la investigación contra el cancer…

Avances en la investigación contra el cancer…

Dos científicos asturianos diseñan una técnica para identificar genes implicados en el cáncer

El trabajo de Juan Cadiñanos y Jorge de la Rosa, del Centro Médico de Asturias y la Universidad de Oviedo, podría acelerar el desarrollo de terapias individualizadas

Oviedo, Pablo ÁLVAREZ, en La Nueva España

Los tratamientos personalizados para el cáncer dan un paso adelante. Dos científicos asturianos han participado en el desarrollo de una serie de líneas de ratones que permiten identificar genes implicados en los procesos tumorales. El estudio aparece publicado en la edición de hoy de la prestigiosa revista «Science».

Los autores del trabajo son Juan Cadiñanos y Jorge de la Rosa, ambos del Instituto de Medicina Oncológica y Molecular (IMOMA), integrado en el Centro Médico de Asturias. Han llevado a cabo esta investigación en colaboración con el Wellcome Trust Sanger Institute de Cambridge (Reino Unido). Juan Cadiñanos dirige el Laboratorio de Medicina Molecular del IMOMA y el biólogo Jorge de la Rosa, becario de la Fundación María Cristina Masaveu, realiza su trabajo en el citado Instituto y en el laboratorio de Carlos López Otín, catedrático de Biología Molecular de la Universidad de Oviedo.

Según explica Cadiñanos, la metodología empleada se basa en la utilización de transposones para inducir cáncer. Los transposones son elementos genéticos móviles con la capacidad de modificar el ADN. Además, sirven como etiquetas para identificar los genes responsables de la aparición de tumores.

«La novedad del estudio consiste en la utilización del transposón "PiggyBac", el más versátil de los actualmente disponibles», señala el responsable del Laboratorio de Medicina Molecular del IMOMA. La utilidad de la estrategia ha quedado demostrada: los autores del trabajo han logrado identificar nuevos genes candidatos a estar implicados en la carcinogénesis, como los denominados «Spic», «Hdac7», «Bcl9» y «Cdc14».

¿Qué ocurrirá en adelante? Responde Jorge de la Rosa: «Las diversas líneas de ratón generadas mediante este proyecto serán puestas a disposición de la comunidad científica internacional para facilitar el descubrimiento de nuevos oncogenes (genes que al ser mutados actúan como aceleradores del desarrollo de cáncer) y supresores de tumores (genes que funcionan como frenos del proceso tumoral)». Los genes que vayan siendo identificados podrían convertirse en la diana de futuras terapias antitumorales individualizadas.

El trabajo ha sido dirigido por Allan Bradley y ha tenido como principal responsable a Roland Rad, ambos del Sanger Institute. El bioquímico Juan Cadiñanos se involucró en el proyecto desde sus fases iniciales, durante su etapa posdoctoral en Cambridge. Entre tanto, Jorge de la Rosa ha contribuido a esclarecer la causa por la que algunos transposones inducen principalmente tumores hematopoyéticos y otros dan lugar a tumores sólidos.

Cadiñanos y De la Rosa destacan que el IMOMA, en colaboración con el laboratorio de Carlos López Otín, está llevando a cabo nuevas investigaciones para identificar genes de cáncer con transposones. Para ello utilizan algunas de las líneas de ratón descritas en el trabajo que ahora se publica. Recientemente, el IMOMA ha sellado un convenio con la Universidad de Oviedo que persigue potenciar la cooperación de ambas instituciones en materia de docencia e investigación.

 

«Este avance puede generar dianas para desarrollar terapias antitumorales»

«El sistema científico español sigue pecando de inmovilidad y endogamia»

JUAN CADIÑANOS Bioquímico del IMOMA (Centro Médico de Asturias)

Oviedo, P. Á., en La Nueva España

Juan Cadiñanos (Vitoria, 1976) es licenciado en Bioquímica por la Universidad de Oviedo, donde ha sido tanto Premio Fin de Carrera como Premio Extraordinario de Doctorado. Discípulo del catedrático de Bioquímica Carlos López Otín, ha desarrollado una fructífera estancia posdoctoral en el Sanger Institut de Cambridge, institución puntera en el campo de la biología molecular. Actualmente, dirige el Laboratorio de Medicina Molecular del Centro Médico de Asturias. En la entrevista que sigue, expone las claves de la investigación que hoy publica en «Science».

-¿Puede explicar con más detalle qué son y cómo actúan los transposones?

-Son elementos genéticos móviles que se encuentran integrados en el ADN celular, y que pueden saltar de unas zonas a otras del genoma. En la naturaleza, cada transposón contiene en su interior la información necesaria para sintetizar un enzima, llamado transposasa, que, simplificando, es capaz de cortar y pegar el transposón, trasladándolo así de una región del ADN a otra distinta.

-¿Qué hacen ustedes en el laboratorio?

-Los transposones pueden ser manipulados, de manera que es posible eliminar la información necesaria para generar la transposasa y sustituirla por otras secuencias que, por ejemplo, pueden activar e inactivar genes. Un transposón manipulado de esta manera no tiene autonomía para «saltar» en ausencia de la transposasa.

-¿Ustedes qué han hecho?

-Por un lado, se han obtenido 20 líneas de ratón con transposones activadores e inactivadores de genes situados en distintos cromosomas. Por otro lado, se han generado ratones que expresan la transposasa. Al cruzarlos, se obtienen animales que expresan la transposasa y contienen transposones en su genoma. De este modo, pueden movilizarse al azar y reintegrarse en distintas regiones del genoma, y así interrumpir o alterar genes, inactivándolos o activándolos. Esto conduce a la aparición de tumores, los cuales pueden ser extirpados para extraer su ADN y analizarlo, lo que posibilita determinar dónde se ha integrado el transposón. Aquellas regiones o genes que contienen múltiples inserciones independientes y en una proporción mayor de la que cabría esperar por puro azar se consideran candidatos a estar implicados en la carcinogénesis.

-Han identificado nuevos genes implicados en procesos tumorales. Esa lista parece interminable.

-Entiendo que, de cara al público general, la sucesión de estudios que implican una y otra vez nuevos genes en la carcinogénesis puede conducir al escepticismo. Sin embargo, hay varios factores que contribuyen a que la lista pueda seguir creciendo durante mucho tiempo. Por un lado, el cáncer no es una, sino más de 300 enfermedades distintas. Por otro lado, en nuestro genoma tenemos aproximadamente 25.000 genes, y una gran proporción de ellos participan en procesos que se alteran de una u otra manera durante la carcinogénesis. Asimismo, lo que desconocemos sobre el cáncer aún supera con creces a lo que sabemos, y aún quedan muchos tipos de cáncer por explorar genéticamente.

-¿Cómo puede contribuir este avance al desarrollo de tratamientos personalizados?

-Este avance constituye una herramienta para generar candidatos, hipótesis o dianas para el desarrollo de terapias antitumorales. Es decir, alimenta la fase más temprana de todas las implicadas en el desarrollo de un fármaco. Por definición, los ensayos necesarios llevan al menos una década, y a lo largo de los mismos, el número de dianas inicial sobre el que se empieza a trabajar se va filtrando hasta quedarse con uno o unos pocos candidatos.

-¿Cómo está organizada la colaboración entre el IMOMA del Centro Médico de Asturias y la Universidad de Oviedo?

-Mediante un convenio marco de colaboración en materia de docencia e investigación comparable al que nuestra Universidad mantiene con otras instituciones de investigación biomédica. En una región periférica como Asturias y en un momento como el actual, en el que se insiste en la urgencia de cambiar el modelo productivo, entiendo que esta colaboración responde perfectamente a las necesidades de la sociedad. Carlos López Otín es un maestro con mayúsculas, y nos sentimos muy afortunados de seguir colaborando con él.

-¿Qué diferencias sobre el sistema científico español observó durante su estancia en el Sanger Institute de Cambridge?

-La principal diferencia entre Inglaterra y España son las oportunidades laborales, no sólo en la ciencia, sino en todos los ámbitos. Por lo demás, en Inglaterra hace tiempo que interiorizaron que las inversiones en ciencia han de tener un tamaño mínimo crítico para devolver resultados, y sólo pueden entenderse a largo plazo.

-¿Y el español?

-El sistema científico español sigue pecando de cierta inmovilidad y endogamia, mientras que en Inglaterra es muy habitual que un grupo entero de investigación, aunque esté consolidado, migre de una institución a otra solamente porque cambian las prioridades de la institución o del jefe del grupo, y esta movilidad favorece la ruptura de la endogamia. En cualquier caso, la principal diferencia que yo veo es la cantidad de recursos económicos disponibles para hacer investigación, que superan con creces a los que hay en España.

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