De finales a principios
Conservemos la luz del mayo español. Con esfuerzo, podría hacer del XXI un siglo en el que nos guste vivir
Foto: De finales a principios
La Voz de Asturias. 31/05/2011 / Bernaldo Barrena García
Si le preguntan a la Real Academia de la Historia -donde reina un fresco general- sobre la expresión más repetida en tratados, libros de texto y papeles de sopor similar, los doctos señores organizarían congresos y sacrificarían el silabario en el altar de la contumaz bronca. Por eso, vale más que consultemos a la infancia. “Finales de siglo, principios del siguiente”. ¿Les suena? Era el Ángelus que rezábamos en víspera de examen quienes cometimos el error ir por letras, o dejar que las letras fueran a por nosotros.
El truncamiento de siglos como expresión prolífica en los ladrillos de texto tiene una buena explicación. Porque a finales de uno y principios del otro se fraguan los cambios que desembocarán en movimientos, guerras y revoluciones. Fiel a esta tradición, el inicio de la centuria ha visto florecer tres tipos de movilización social que han puesto patas arriba las estructuras del Estado: protestas en el ciberespacio, acciones tecnológicas clandestinas y la revolución asamblearia de los ciudadanos a pie de calle. Varias caras del poliedro que le canta las cuarenta a mercados y políticos.
Ya sea portando pancarta, Twitter o una máscara de Guy Fawkes, desde hace un par de años asistimos a un auténtico levantamiento social. Una enmienda a la totalidad, como escribe el bloguero Iñigo Sáenz de Ugarte. Dirán los expertos que nada hay ya que no haya acontecido; y es verdad: no es la primera vez que un grupo de anónimos escoge la comedia del arte y el rol de Il Somardino -personaje astuto e improvisador- para conspirar contra los poderosos. Tampoco es la primera ocasión en el que un grupo heterogéneo de ciudadanos se sienta en el suelo para reclamarlo todo y ahora. Ha pasado y volverá a pasar, dicen siempre en Galactica .
Y sin embargo, todo es diferente. Desde hace dos semanas vivimos en un mundo al revés, donde tertulianos que antes se quejaban de la haraganería de los jóvenes protestan ahora por que ocupen plazas; donde Alfonso Rojo insulta a los acampados llamándoles cobayas y tiene la desfachatez de quejarse por el “baboseo” de la prensa con los indignados, cuando no le importó demasiado que los mismos, los de siempre, abriesen portada durante meses; donde los diarios que dedicaron días a ignorar los avisos de manifestación para el 15 de mayo se olvidaron, por fin, de los políticos, volviendo la mirada hacia los ciudadanos.
La acampada continúa, aunque no estoy seguro de que sea la decisión correcta. El soporte vital de la protesta debería concentrarse ahora en las asambleas de barrio y en la red, la Arcadia que lleva de acampada desde que salió de su incubadora militar. En Sol, tarde o temprano se retirarán las tiendas y barrerán los suelos, pero no se irá el soplo de aire fresco que llegó con la protesta.
Cuando baje la intensidad del movimiento, habrá quien intente sofocar la hoguera de la conciencia social. Para que lo conseguido no se desvanezca, Democracia Real Ya -parte de la mecha que prendió- prepara una gran manifestación a nivel mundial en octubre, para seguir con el mensaje que inició esta revuelta no apta para conformistas, este corte de mangas al sistema establecido. Llegará justo a tiempo para el inicio del nuevo curso político, con los gobiernos regionales ya configurados.
Mientras tanto, conservemos la luz del mayo español; con esfuerzo, podría iluminar los años venideros para hacer del XXI un siglo en el que, de verdad, nos guste vivir.
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