Ayudas que no siempre se conocen
Combatir el cáncer, mejor en casa
La asociación española contra enfermedades oncológicas abrirá en octubre en Oviedo un piso de acogida para pacientes y familiares, un servicio que permitió a la asturiana Beatriz Gómez recibir atención en Pamplona
Elena FERNÁNDEZ-PELLO, en La Nueva España
Diez años llevan en la pelea contra el cáncer, desde que a su hija de 12 años le diagnosticaron un osteosarcoma de húmero, en el brazo derecho. Son incontables los viajes que Juan Manuel Gómez y su esposa, Monserrat Villa, han hecho a Pamplona acompañando a su hija Beatriz a consultas, operaciones, revisiones... La última en mayo, después de que el implante óseo con el que convivía desde hace años se quebrara. Y después del verano tendrán que volver. Una situación dramática, que lo hubiera sido aún más si la familia no hubiera contado con la comprensión de su entorno laboral y el apoyo de la Asociación Española Contra el Cáncer.
La organización puso a disposición de esta familia mierense, como de todas aquellas que lo necesitan, uno de sus pisos de acogida, en los que los enfermos de cáncer, niños y adultos, y sus parientes pueden alojarse de manera gratuita cuando han de alejarse de su domicilio, hasta otra ciudad, para seguir los duros y prolongados tratamientos médicos que requieren. «Hacen un servicio enorme y no sólo con los pisos, también los voluntarios, en el mismo hospital», les agradece José Manuel Gómez.
El próximo mes de octubre, la Asociación Española Contra el Cáncer, que en Asturias preside Cristina Bescos, abrirá el primer piso de estas características en Oviedo, en la calle Ramiro I, para aquellos enfermos que tengan que ser atendidos en el HUCA (Hospital Universitario Central de Asturias) y sus familias. Para hacerlo han contado con la ayuda de la Fundación Rose y Cajastur.
Beatriz Gómez, la niña mierense, y sus padres se han alojado a lo largo de esta última década hasta en cuatro pisos en Pamplona. El osteosarcoma de Beatriz Gómez se manifestó de un día para otro y el diagnóstico médico fue demoledor. Su padre recuerda que estaban de boda cuando una prima le comentó a la niña: «¡Qué duro, el brazo!», y como ellos también advirtieron algo raro, acudieron al pediatra del centro de salud, que les envió inmediatamente al Hospital Álvarez Buylla. Les remitieron a la Clínica Universitaria de Navarra, con la que el Servicio de Salud del Principado (Sespa) mantiene un convenio desde hace años.
La niña tuvo que someterse a pruebas, luego a una operación y después, cada quince días, tenía que desplazarse de nuevo a Pamplona para recibir quimioterapia, unas seis o siete sesiones, recuerda su padre, que retenían allí a la familia durante dos o tres días.
Juan Manuel y Monserrat estaban desbordados por los acontecimientos y por la mala fortuna de su hija pequeña -la mayor, Susana, le lleva muchos años y por aquel entonces ya estaba casada y vivía en Madrid-. Beatriz, que ya ha cumplido los 22 años, se ha sometido en estos diez años a ocho intervenciones y tuvo que afrontar innumerables complicaciones, como una neumonía que, como dice su padre, «no la llevó de milagro».
En sus primeros viajes a Pamplona, el matrimonio alquilaba una habitación en una pensión. Ya por entonces, recuerda José Manuel, les cobraban tres mil pesetas por noche. «Pamplona es muy cara. Íbamos a una pensión, también a un hotel de Burlada, donde pagamos 60 euros por dormir los tres. En Pamplona, cobraban 40 euros diarios por dormir si iba solo y si iba la mujer, algo más. Encontramos un barín, el más barato que vimos, donde comemos el menú por diez u once euros», cuenta.
En realidad, reconoce, es él quien más uso da al alojamiento. Su mujer, durante las convalecencias de Beatriz solía quedarse con ella en el hospital, dormía e incluso se aseaba allí. «En eso en Navarra son muy permisivos», agradece Juan Manuel. Él tenía que alojarse fuera, ausentándose el tiempo imprescindible. Apenas ocho horas para dormir, ducharse, coger ropa limpia...
«Hacer un cálculo de todo lo que hubiéramos gastado de no contar con los pisos de la asociación es imposible: muchísimo», admite.
En una de aquellas agotadoras estancias en Pamplona, una enfermera les informó de la disponibilidad de los pisos de la Asociación Española Contra el Cáncer. Pasaron una evaluación económica y una vez aprobada su solicitud tuvieron acceso a los pisos de la organización, viviendas sencillas, en las que disponen de una habitación, un baño generalmente compartido y una cocina común. «Sólo se pide respeto y limpieza», según José Manuel Gómez, normas imprescindibles teniendo en cuenta la cantidad de gente que hace uso de ellos. «Por una habitación pueden pasar fácilmente tres familias en una semana», comenta.
Disponer de un lugar donde sobrellevar la angustiosa espera supuso un gran alivio para esta familia mierense, una preocupación menos y un gratificante desahogo en el difícil trago que aún están pasando.
Y en cuanto a Beatriz Gómez, la heroína de esta historia, sigue luchando, imbatible, contra la enfermedad, alegre y solidaria -es voluntaria de Cruz Roja- y con un coraje y una moral inauditos, que hasta a su padre le cuesta entender. Tal vez los haya heredado de su madre, piensa en alto, satisfecho de la fortuna que ha tenido con las mujeres que acompañan su día a día.
La organización ya dispone de 31 alojamientos en España
E. F.-P.
La Asociación Española Contra en Cáncer cuenta con 31 residencias y pisos en todo el país. Su finalidad es acoger, gratuitamente, a niños y adultos con cáncer y a sus familiares cuando el tratamiento se alarga, explica su presidenta en Asturias, Cristina Bescos, y obligue a salir de su domicilio y su localidad. Su objetivo es «mejorar la vida del paciente y sus familiares, minimizando la carga económica que soportan por la situación del enfermo y su tratamiento». Hay pisos de la asociación en las principales ciudades con hospitales con servicios oncológicos y para acceder a ellos, detalla Bescos, «los pacientes deben alojarse con un solo familiar, presentar un informe médico que acredite su condición de pacientes oncológicos y un informe social, o ser remitidos por la junta provincial de la asociación de su ciudad de origen».
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