Adios al último de los fugaos
Manolín el de Llorío, el fin de una época
La trayectoria de un lavianés que hizo del compromiso político su vida
En La Nueva España
Foto: Capilla ardiente en el centro de innovación de Laviana.
Por JAIRO FERNÁNDEZ HISTORIADOR, BIÓGRAFO DE MANOLÍN EL DE LLORÍO
Hay muertes que marcan la desaparición definitiva de una época, de una manera de ver y entender el mundo; y en definitiva, de vivirlo. Pocas veces ha sido esto tan cierto para Asturias como con el fallecimiento de Manuel Alonso González, conocido por todos como Manolín el de Llorío. De hecho, Manolín era un hombre que hizo del compromiso político su vida, encarnando sin vacilaciones, hasta el final de sus días los valores de una juventud que asumió la defensa de la República en los momentos más duros de la guerra civil y cuyos restos, menguados por los combates y la represión, supieron oponerse al Régimen franquista durante los terribles años que siguieron al conflicto.
Manolín nació en Soto de Lorío, un pequeño pueblo situado a las afueras de Pola de Laviana, en 1918. Experimentó en plena adolescencia la conversión de su entorno más inmediato en un pequeño bastión comunista, «la chica Rusia» como lo llamaban por entonces, y con apenas catorce años comenzó a militar en la organización juvenil del Partido. Al estallar la Guerra fue uno de los primeros voluntarios del concejo en tomar las armas participando en los choques más duros en La Espina, cuando las milicias, apenas estructuradas, aún se organizaban en grupos y columnas. Tomó parte también en las dos ofensivas sobre Oviedo, en las operaciones de las fuerzas expedicionarias asturianas en el País Vasco, durante la batalla del Sollube, por ejemplo; y, por fin, defendió Covadonga en los últimos días del Frente Norte.
Sin embargo Manolín era más conocido por su vida en el monte como uno de los muchos «fugaos» que comenzaron a recorrer los montes de Asturias en octubre de 1937, sólo que no era uno más. Convivió y actuó con algunos de los más destacados huidos comunistas de la zona, como Antonio García, y los hermanos Manuel y Aurelio Caxigal. Se convirtió, además, en un experto en toda clase de estrategias de supervivencia de la guerrilla, la mayoría de las cuales solo conocemos gracias a él, y aguantó los sinsabores de su condición hasta 1945, año en que cayó junto a varios compañeros a causa de una delación. Manolín sólo se rindió aquel día tras recibir un disparo que le perforó el torso.
La pena de muerte era inevitable, y en tal sentido se pronunció el Consejo de guerra que lo condenó. La presión internacional sobre la España franquista tras la derrota del Eje probablemente salvó la vida de Manolín y su pena fue conmutada por cadena perpetua. Comenzaron entonces los largos años de cautiverio en penales tan duros como los del Dueso, donde desempeñó el cargo de «madre de comuna», cuya función era organizar el reparto de la comida que enviaban los familiares de los presos con aquellos internos que no tenían a nadie fuera que los apoyara, y donde tampoco se acobardó a la hora de participar en algún que otro motín carcelario.
Cuando logró salir en 1964 ya era demasiado tarde para poder desarrollar una vida plena desde el punto de vista laboral o para crear una familia. Condenado a sobrevivir desempeñando trabajos precarios recuperó a pesar de todo su militancia en un momento en que otra generación más joven había tomado el relevo en la lucha contra la dictadura.
Así, durante años se dedicó a repartir propaganda y al llegar la Transición asumió nuevas responsabilidades en la organización del PCE en el concejo de Laviana, presentándose como candidato a la alcaldía en las primeras elecciones municipales democráticas en 1979.
Pero no acabó todo ahí, porque Manolín no se retiró nunca. Continuó vendiendo el «Mundo Obrero», papeletas para la fiesta del Partido?. y sobre todo compartiendo su experiencia con todos aquellos que estuvieran dispuestos a escucharle y fueron muchos, porque casi nadie podía transmitir tantos recuerdos y tantas vivencias distintas de aquella época como él. Especial hincapié hacía siempre en su sentido de la justicia tan arraigado en los principios de la juventud de 1936, que aplicaba sin dudarlo al momento actual cuando pedía «solidaridad, respeto y honradez» y cuando criticaba «que hoy la sociedad no se mueve más que por egoísmos y ambiciones personales». Su muerte nos priva definitivamente del contacto directo con ese pasado. Esperamos que al menos algo haya quedado algo de su mensaje.
VER MAS AL RESPECTO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN:
En La Nueva España.- Fallece Manolín el de Llorío, el último fugáu
En El Comercio.- ADIOS AL ULTIMO DE LOS “FUGAOS”
En La Voz de Asturias.- Adiós al último maquis
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