Al parecer La Voz de Asturias efectuó un largo recorrido acompañando al responsable de salud laboral de la F.S.-CC.OO .
El viejo HUCA no resiste
Un recorrido por el hospital saca a la luz sus deficiencias y problemas de seguridad
Foto: Los pasillos de los talleres acumulan restos inservibles de mobiliario que no se tira.
19/12/2011, SUSANA D. MACHARGO / OVIEDO, en La Voz de Asturias
Adentrarse en las entrañas del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) en El Cristo causa una sensación similar a lo que debería sentir alguien que puede viajar en el tiempo. Las manos de pintura sobre manos de pintura y los paneles de pladur renovados estratégicamente en zonas de paso para pacientes no sirven para maquillar la realidad del viejo complejo, un escenario adecuado para un capítulo de la serie Cuéntame centrado en la transición. Una mole con síndrome de diógenes que acumula en su interior todo tipo de elementos inútiles y desfasados, desde cunas que ya no eran nuevas en los 70, estructuras de somier, sillas, carritos que pierden ruedas, batidoras gigantescas en las cocinas que cuadrarían mejor en la imagen de un basurero. Junto a estos elementos, otros que aún se usan pero que están totalmente inservibles, como los fuegos o las campanas de las cocinas, y otros como cables eléctricos sin proteger o puertas de seguridad cerradas con llave o bloqueadas que no cumplen los mínimos exigidos en un plan de riesgos laborales. Ese el viejo HUCA que Foro Asturias encadena durante casi dos años más a la salud de los pacientes del Principado. El hospital ya estaba obsoleto hace una década, pero el proyecto del nuevo complejo aconsejó no invertir demasiado en mantenimiento para no dilapidar recursos públicos. Hoy arroja imágenes tercermundistas, especialmente, en los espacios reservados a los trabajadores, o en zonas comunes de pacientes.
El equipamiento puramente sanitario, de diagnóstico o terapéutico, se renueva con más periodicidad y hasta ahora seguía los designios de las nuevas tecnologías. Sin embargo, en los últimos meses los médicos, tal y como adelantó LA VOZ, han denunciado una parálisis ya que el objetivo era no instalar más maquinaria en el HUCA sino esperar al nuevo centro. La pregunta que flota en el aire es ¿qué va a pasar ahora que el consejero de Sanidad, José María Navia-Osorio, ha anunciado que el complejo recién construido no se inaugurará hasta el segundo semestre de 2013? Sindicatos como Comisiones Obreras llevan años denunciando las condiciones en las que trabajan gran parte de los casi 5.000 trabajadores que prestan su servicio en el hospital, en ese laberinto de 17 edificios con rampas, pasadizos, sótanos y escaleras de incendios bloqueadas... José Manuel Rodríguez, responsable de Salud Laboral y Comunicación de la Federación de Sanidad de CCOO, afirma que con las reivindicaciones y la presión se han ido consiguiendo pequeñas cosas a lo largo de los años como cerrar talleres que no reunían los mínimos requisitos de seguridad, mejoras en la seguridad, renovación de equipamientos en las cocinas, la retirada de material inservible acumulado en los pasillos o la aplicación de buenas prácticas en departamentos en los que no existía ningún control. Pero lo que no puede lograr la fuerza sindical es que un hospital con décadas de historia, concebido inicialmente como piezas independientes, sea nuevo. Para eso habrá que esperar a estrenar las nuevas instalaciones.
A simple vista
Los pacientes solo tienen que asomarse a las ventanas para ver lo que pasa. Los diferentes patios interiores del complejo, que conectan edificios o distintas alas de un mismo centro están llenos de desconchones y maleza, de tuberías que han quedado al aire por la erosión. Paredes resquebrajadas, ventanas que no cierran, otras que no ajustan, ascensores que se averían, sillas en las salas de espera que acumulan 40 años de historia... Nada tiene que ver con la calidad asistencial, pero los enfermos pueden perderse por el HUCA para ver cuál es la situación.
La visión empeora a medida que se profundiza y se atraviesan espacios en los que es menos frecuente encontrarse pacientes. En los sótanos de maternidad se acumulan elementos que ni se utilizan ni se volverán a instalar. En un recodo del camino la estructura de varias camas choca con una cama y con sillas. Por el techo, sostenido por una estructura metálica de rejilla y bien visible todo el cableado eléctrico. Más adelante, también en el pasillo y no en una sala, contenedores de material orgánico, que debe ser tratado de forma diferente al resto de la basura, se acumulan esperando el traslado.
La oscuridad anuncia el acceso a los talleres, con paredes forradas de azulejos blancos desconchados, carteles escritos a mano, fluorescentes que parpadean y una montaña de hierros a modo de vertedero en el pasillo, en el que es posible encontrar desde el respaldo de una vieja silla hasta camas, sillones, tablas de madera, puertas. Más problemática parece la existencia de extintores sin revisar desde hace años o de mangueras contra el fuego rotas y accesibles, en lugar de cubiertas por un cristal. Incluso puertas de emergencia bloqueadas o cerradas con llave, unas porque están por dentro unidades de atención a pacientes y otras porque en el exterior están cerradas con una valla para impedir que la gente se cuele a las unidades del hospital. El complejo tiene varias cocinas, unas en mejores condiciones que otras. La herrumbre se come a las menos renovadas, junto con la grasa inevitable en un recinto en el que se preparan miles de comidas al día con unos medios totalmente obsoletos. Tacos de madera impiden que se cierren las tapas de las cámaras en la que se mantiene la temperatura de la comida, campanas oxidadas por el paso de las décadas, batidoras del tamaño de una persona que funcionan un día sí y uno no, grifos mal colocados que se abren debajo del chorro de agua y salpican a los trabajadores, máquinas de limpieza con vapor que compiten con la niebla londinense en espesor y detectores de humos que solo hacen de figurantes.
Basura y reparaciones
La estructura de los edificios no permite diferenciar los conductos por los que los proveedores introducen la comida y por los que sale la basura. Así, junto a la puerta por la que se descarga el material fresco se acumulan los contenedores repletos de restos orgánicos. Se rompe una puerta de acceso al edificio de Rehabilitación.
¿Cómo se solventa? El personal de mantenimiento se ve obligado a colocar un tablón de madera con unas bisagras y cerradura y, no se saben muy bien el porqué, abren un cuadrado a la altura de la cara para que uno se pueda asomar. No es la entrada principal del inmueble pero está en un punto de paso para trabajadores y pacientes. La lavandería ocupa uno de los edificios de servicios más grandes del complejo en el que trabaja alrededor de un centenar de profesionales. En su caso la prevención de riesgos es aún más importante por el manejo de maquinaria. Ruidos que superan los límites de decibelios aconsejados, elevadas temperaturas y el peligro que engendra todo lo que llega entre la ropa, desde agujas a instrumental quirúrgico o productos de limpieza. En el HUCA ya han encontrado hasta dedos amputados.
Seguridad laboral
Al margen de la antigüedad, del óxido y la obsolescencia, que provocó que con el pequeño temporal que el viernes azotó el Principado, se derribara un muro entre Policlínicas y la Escuela Oficial de Idiomas y generara dificultades en la UCI de Silicosis, lo común a la mayor parte de los edificios del hospital es el amianto, un producto resistente, muy utilizado en materiales de construcción como cemento, tejas y azulejos, prohibido desde el año 2003, tras demostrarse que es un agente cancerígeno que provoca unas elevadas tasas de mortalidad. Los sindicatos pelean porque se extremen las medidas de seguridad.
Desde CCOO se afirma que se están incumpliendo todos los mínimos exigidos por los planes de riesgos laborales y que se han encontrado con empleados de subcontratas realizando tareas de reparación de tejados con amianto que solo estaban protegidos por una mascarilla y un gorro de quirófano. No pueden cambiar los materiales que se utilizaban en las obras de hace tres y cuatro décadas, pero sí garantizar la seguridad de las plantillas y, por extensión, de los pacientes.
Con el paso de los años y de las denuncias algún cabo se ha ido atando y alguna mejora se ha conseguido, pero el actual complejo del HUCA no es un hospital del siglo XXI y nunca lo va a ser. No basta un lavado de cara, cuatro brochazos y una placa de pladur para que el centro reúna las mejores condiciones asistenciales y laborales. Desahuciado desde que hace una década el Gobierno del Principado apostó por un nuevo proyecto, tan solo resta darle, más pronto que tarde, la puntilla de gracia. El traslado urge a pacientes y profesionales que cuentan miles de anécdotas en su quehacer diario.
0 comentarios