En la última jornada del ciclo Cuida tu corazón ¡Haz deporte!, organizado por la Universidad de Oviedo en el Centro de Servicios Universitarios de Avilés
La muerte súbita tiene secretos
El cardiólogo César Morís de la Tassa analiza las causas y la prevención de la dolencia
Foto: El cardiólogo y profesor César Morís de la Tassa, en el transcurso de su conferencia.
07.09.13 - BORJA PINO | AVILÉS, en El Comercio.
“Mens sana in corpore sano”. Pocas personas no han escuchado, al menos una vez en su vida, esta cita latina, tradicionalmente empleada en defensa de las bondades del deporte en las vidas de los seres humanos. Sin embargo... ¿Cómo es posible casar esta filosofía con las, en apariencia, inexplicables muertes súbitas de deportistas en plena actividad? A esa respuesta trató de dar respuesta ayer César Morís de la Tassa, cardiólogo y profesor de Cardiología en la Universidad de Oviedo. Su ponencia, ’Parada cardiaca y muerte súbita en el deporte’, dio comienzo ayer a la última jornada del ciclo ’Cuida tu corazón ¡Haz deporte!’, organizado por la Universidad de Oviedo en el Centro de Servicios Universitarios de Avilés.
«Antes de nada, hay algo que quiero dejar claro: el ejercicio es bueno». Así fue como Morís dio inicio a su conferencia, de alrededor de dos horas de duración, en la que atribuyó los fallecimientos repentinos a dolencias previamente existentes en el organismo de los afectados, aunque potenciadas por la actividad deportiva. «Está demostrado que la muerte que se entrena muere menos que la que no lo hace. Lo que ocurre es que tendemos a ver a los deportistas como a seres invulnerables, y sus muertes inesperadas nos impactan y desconciertan».
A lo largo de su exposición, el médico y profesor hizo especial hincapié en el concepto de ’muerte súbita’, un término médico que implica el fallecimiento inesperado por causas naturales en la primera hora de los síntomas. En el caso de los deportistas, la definición abarca a los hombres y mujeres menores de 35 años que realizan deporte regularmente, en equipo y de forma organizada. «Podemos decir que el punto de inflexión teórico son los 30 años. Antes de esas edades las causas más usuales de la muerte súbita entre deportistas son unas; a partir de los 30 cambian».
Y es que, en las primeras tres décadas de la vida de una persona, son tres las razones prioritarias de fallecimiento repentino en el transcurso de una actividad deportiva. La primera de ellas es la miocardiopatía hipertrófica, una enfermedad del músculo del corazón. «Las personas que la padecen tienen el corazón sobredimensionado por razones ajenas al deporte. Son corazones que no trabajan bien y que, al ser sometidos a un esfuerzo intenso y prolongado, pueden acabar bloqueándose». A juicio de Morís, el gran problema de esta dolencia su dificultad para ser detectada, pues «todo deportista es hipertrófico, y es complicado determinar si esa hipertrofia es la normal que genera todo deporte o no».
Una segunda causa de muerte antes de los 30 es la conmoción cardiaca. «En esencia, es un golpe brusco intenso encima del corazón que provoca fibrilaciones». En este caso, no media ningún tipo de enfermedad cardiaca, y es el propio impacto el que desencadena la muerte del deportista. «Es, quizá, el riesgo al que más deportistas están expuestos, pues apenas requiere antecedentes familiares».
Por último, es también usual el fallecimiento por anomalías coronarias, debidas a «una disposición anormal de las arterias coronarias, que son las responsables de llevar la sangre al corazón». Morís explicó a los presentes que «a veces las coronarias, en vez de seguir su camino normal, salen del corazón por una ruta anormal y, en un momento de esfuerzo, pueden cerrarse, dejando así al corazón sin sangre».
No obstante, es a partir de los 30 cuando los deportistas han de enfrentarse a uno de sus más enconados y extendidos enemigos clínicos: el infarto. «En el caso de los deportistas, se produce cuando una arteria del corazón se obstruye, deja sin sangre a parte del órgano, y esa parte se muere». En este sentido, Morís reveló un dato curioso: es al amanecer cuando las posibilidades de sufrir un infarto aumentan.
El ponente también dedicó atención a los efectos psicológicos de la detección de estos males en deportistas de élite. «Hay que imaginarse lo que supone ver tu prometedora carrera truncada a los 20 ó 30 años. Eso sí, afortunadamente, no se ha debutado con una muerte súbita». Y es que, en el momento en cualquiera de estas enfermedades es detectada, «es muy difícil proseguir con la actividad deportiva, que es un verdadero desencadenante de estos males. Por ejemplo, las coronarias se pueden operar, pero el corazón ya no queda en condiciones de seguir haciendo un deporte tan intenso». Con todo, Morís insistió en que «es mejor detectarlo y dejarlo a tiempo que acabar muerto sobre el terreno de juego».
Pese al dramatismo de estas circunstancias, en el transcurso de la conferencia en profesor tranquilizó a los presentes revelando que sólo una persona entre 50.000 es proclive a padecer cualquiera de estas incidencias. Así mismo, reveló que por cada nueve hombres sólo una mujer muere súbitamente. «Son cifras escuetas, pero la prevención es clave para evitar sorpresas», concluyó.
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