Más sobre el boletín nº 13 del Observatorio de Salud en Asturias: El gasto farmacéutico a través de receta en España y Asturias
El consumo de ansiolíticos se dispara
Los fármacos para la ansiedad son los segundos más vendidos.
El uso de hipnosedantes creció un 15% en el último año.
En 2012, se prescribieron en Asturias 1,8 millones de envases más otro millón de antidepresivos
Foto.- Envases de tranquilizantes y ansiolíticos en el mostrador de una farmacia
16.12.2013 - LAURA FONSECA, GIJÓN, en El Comercio.
Consumimos muchos más ansiolíticos y antidepresivos, tanto, que estos fármacos han pasado a encabezar el ranking de los medicamentos más vendidos en Asturias. En 2012 se adquirieron mediante recetas de la sanidad pública un total de 2,8 millones de envases de medicinas para tratar casos de ansiedad y depresión. Esta cifra representa un 15% más de las que se habían adquirido para las mismas dolencias apenas un año antes. El incremento es explosivo. 415.956 unidades más en doce meses. El dato se extrae de un reciente informe del Observatorio de la Salud en Asturias referido al gasto farmacéutico a través de recetas durante 2012. El estudio, firmado por Javier Vicente Herrero, farmacéutico de la gerencia de Jarrio, aborda no sólo el consumo de medicinas, sino también el efecto que ha tenido el nuevo copago en función de renta que se aplica en España desde julio del pasado año. En este análisis se enumeran las medicinas más vendidas y también las que más gasto generan en la región, y permite compararlas con datos de otros años.
Los ansiolíticos en solitario ocupan, con 1.849.334 envases recetados, el segundo lugar. Son el segundo fármaco más consumido en Asturias, a muy corta distancia de los protectores gástricos, de los que se consumieron 1,9 millones de unidades. El caso es que si sumamos ansiolíticos (1,8 millones de envases) más antidepresivos (otro millón) nos encontramos con que la ansiedad y la depresión son las dolencia que más medicinas requieren en Asturias, el menos en cuanto a cifra de envases recetados (casi tres millones, lo que daría a tres cajas por asturiano al año).
Por lo que respecta al gasto, los ansiolíticos no estarían entre los que más desembolso generan, según este trabajo, ya que se sitúan por debajo de los 20 productos que encabezan la factura farmacéutica. El primer puesto, con 17,7 millones de euros anuales, es para los tratamientos antiasmáticos. Los que sí entrarían en ese ranking son los antidepresivos, con un gasto anual cercano a los 15 millones de euros, lo que vendría a equivaler a un 5% del total de lo que gastamos en medicamentos. Gastamos más en antidepresivos que en fármacos para controlar el colesterol, la diabetes o en anticoagulantes para enfermos coronarios o vasculares.
El consumo en exceso de medicinas para la ansiedad y la depresión lleva tiempo preocupando a las autoridades sanitarias, que no son ajenas al que el uso de estos productos crece año a año; mucho más desde la crisis.
En Asturias el 13% de la población general asegura haber tomado sedantes alguna vez en el último año. La última Encuesta Domiciliaria sobre Abusos de Drogas (Edades) revela que los asturianos se muestran algo permisivos con el uso de este tipo de medicinas, lo que podría estar relacionado con su elevado consumo. La Consejería de Sanidad se encuentra realizando un estudio sobre la ingesta de tranquilizantes en Asturias, tras considerar que desde las consultas médicas se está recetando mucho, tal vez, en exceso.
Consultados sobre si consideran que tomar tranquilizantes una o más veces a la semana resulta perjudicial para la salud, el 40% de los asturianos respondió negativamente. En el conjunto de España, son apenas un 20% las personas que creen que consumir ansiolíticos con esa frecuencia no constituye riesgo alguno.
Demasiado omeprazol
Otra circunstancia detectada es que abusamos del protector gástrico, popularmente conocido como omeprazol. Son los medicamentos encuadrados en el grupo de 'inhibidores de la bomba de protones' (omeprazol, lansoprazol, etcétera), de los que en Asturias se consumieron en 2012 un total de 1,9 millones de envases, y que dejaron tras de sí un gasto cercano a los 11 millones de euros (casi el 4% de la factura farmacéutica regional). Es el fármaco estrella en Asturias, ya que es el más utilizado. Se trata de productos que se usan para tratar el reflujo gastroesofágico y prevenir úlceras gastroduodenales. «Su empleo es tan común que hasta tienen un nombre coloquial: 'protectores de estómago', que parece obligatorio tomar cuando se toman más medicamentos», reza el informe. El caso es que el uso de esta medicina creció en España un 200% entre 2000 y 2008. Durante ese periodo su utilización pasó de 33,33 dosis diarias por mil habitantes en el año 2000 a 100,26 en 2008. En Asturias lo toma el 14% de la población, lo que se considera un abuso. Sanidad recuerda que se trata de una medicina «que tiene sus indicaciones y su riesgo» y que «no todos los pacientes con antiinflamatorios necesitan un protector gástrico».
Pero no sólo hay excesos a la hora de recetar ansíolíticos y protectores gástricos, sino que también se ha detectado que las prescripciones por parte de los médicos no son las correctas. El omeprazol, por ejemplo, con un gasto de 3,1 millones al año, permite tratar a 113.400 pacientes. Sin embargo, otros protectores gástricos similares pero más caros doblan ese gasto para llegar a muchos menos enfermos. En Asturias el resto de protectores del estómago generan un desembolso de 7,7 millones de euros (más del doble que el omeprazol) y, sin embargo, los pacientes tratados son muchos menos: 32.992
También usamos mal los inhaladores para procesos asmáticos o respiratorios que son los que más gasto generan (casi 18 millones de euros anuales). En este sentido, dicho experto aboga por corregir estos usos inadecuados que contribuyen a disparar la factura farmacéutica antes de implantar medidas como el copago, a la que considera «un impuesto a la enfermedad». Finalmente, advierte de que el copago en función de renta, que acabó con la gratuidad de las fármacos para los pensionistas, «comporta el riesgo de acrecentar las desigualdades en la atención sanitaria, pudiendo conducir a que grupos de población más vulnerables interrumpan tratamientos necesarios».
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