Un debate siempre oportuno
Los expertos ven en el alcohol «una droga, sea en sidra o en vodka»
Julio Bobes y Eduardo Carreño centran en el botellón y los jóvenes el problema, y esperan la «pronta» norma nacional «que condicionará» la que se está debatiendo.
Foto.- Tabla aproximativa de equivalencias en bebidas que contienen alcohol…
Eva Montes, Gijón, en El Comercio.
La cultura no entiende mucho de ciencia, pero sí de costumbres. El debate suscitado por el tratamiento que el Proyecto de Ley del Principado de Asturias de Atención Integral en Materia de Drogas da a la sidra y a la cerveza, acaba en el mismo punto en que comienza: el alcohol es una droga. En la comisión de Sanidad de la Junta General del Principado, tanto Miguel Hevia, en nombre de la Asociación de Sidra Asturiana, como Jacobo Olalla, la voz de Cerveceros de España, mantuvieron ante el consejero de Sanidad que es necesario distinguir entre las bebidas fermentadas y las destiladas a la hora de evaluar los daños producidos por el alcohol y, por tanto, a la hora de considerar bebidas tan populares drogas. En suma, que no es lo mismo beber sidra que vodka, ron o tequila.
Pero los expertos se ciñen a sus conocimientos científicos. «Droga es cualquier sustancia que produce un cambio químico en el organismo y que produce tolerancia y dependencia. Según esos parámetros, el alcohol es una droga, y las bebidas fermentadas tienen alcohol y las destiladas, también» afirma el psiquiatra Eduardo Carreño, experto en toxicomanías, a quien apostilla el también psiquiatra Julio Bobes con lo que considera una obviedad: «todas las bebidas fermentadas tienen alcohol», extremo que comparte con la también psiquiatra del Sespa Gemma San Narciso.
Pero una vez señalado lo científico, vienen las matizaciones. Bobes señala «que el alcohol es una droga y que la sidra tiene alcohol, es algo innegable, ahora, eso no quiere decir ni que el bebedor de sidra sea un adicto, necesariamente, ni que la bebida asturiana sea inocua. Ni tanto ni tan calvo. El debate no está entre sidra y droga, sino entre sidra y alcohol». Y en ese sentido Carreño puntualiza que «las cosas no se pueden tratar de forma genérica porque los efectos del alcohol en sangre dependen de muchas cosas. De si eres mayor o menor, de la cantidad que ingieras y en cuánto tiempo, de si eres hombre o mujer y del aprendizaje que hayas desarrollado para beber. No es comparable el uso de la sidra en Asturias que en Valencia, o el vino en La Rioja que aquí. La sidra fuera de contexto sería un problema».
La cultura de la sidra
Y recuerda el psiquiatra que «antes te enseñaban a beber sidra, te decían que tienes que comer, que no debes beber rápido... Ahora las costumbres han cambiado, se bebe diferente, parece que hubiera que beberlo todo en una noche. Una romería de hoy o el botellón no tienen nada que ver con esa cultura de la sidra. Y eso sí que hay que controlarlo, sea sidra, cerveza o cualquier tipo de alcohol ingerido en grandes cantidades».
Ése, precisamente, es el caballo de batalla de Julio Bobes, mucho más preocupado por la ingesta alcohólica en menores que en la propia regulación de la ley asturiana reguladora del consumo de drogas. «Lo verdaderamente importante es el decreto-ley que se va a publicar en el BOE, no en el BOPA. El que está a punto de aprobar el Gobierno de la nación para proteger a los menores frente al alcohol, no frente a la sidra, sino frente al alcohol que toman los menores. En los últimos años se ha desarrollado un pensamiento entre los jóvenes que va dirigido a intoxicarse de manera intensiva y rápida, y urge proteger al menor de eso, porque hasta los 20 años las neuronas cerebrales no terminan de desarrollarse y las que pierdes ya no las recuperas. Esa intoxicación exprés hay que controlarla, hay que defender el derecho del menor a la salud, incluso en contra de sí mismo».
Por eso tanto Julio Bobes como Eduardo Carreño tienen más fe en la norma nacional a punto de salir que en la regional, que se encuentra en pleno trámite parlamentario, y en la que el consejero de Sanidad ahonda en la necesidad de controlar el uso y el abuso del alcohol. «No se trata de unas bebidas o de otras, se trata de la presencia del alcohol en sangre, que es lo que determina los accidentes de tráfico», afirmó Faustino Blanco, cuyas tesis respalda Gemma San Narciso, quien añade que «no digo que no pueda ser el texto matizable, pero el proyecto salió con el consenso de los profesionales».
De todas formas, Carreño y Bobes mantienen que «ahora tiene poco sentido poner en marcha una norma regional, porque la nacional está a punto de ser aprobada y tendrá que adaptarse a ella. Después de tantos años no sólo llegamos tarde, sino que llegamos los últimos».
¿Es la sidra una droga?
Los especialistas señalan que el 'veneno' está en la dosis
Una botella de la bebida asturiana contiene más gramos de alcohol que un 'cubata'
Asturias24
Toda sustancia que introducida en un ser vivo, por cualquier vía, es capaz de modificar una o más funciones del organismo relacionadas con su conducta, comportamiento, juicio, percepción o estado de ánimo. Es una de las muchas definiciones de droga. ¿Es capaz la sidra o la cerveza de producir los efectos de una droga? Los especialistas creen que sí. Julio Bobes, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo, sostiene que la polémica suscitada sobre la conveniencia de dar o no un trato diferenciado a la sidra frente a los cubatas en la ley que debate la Junta no soporta la mínima discusión científica.
"No es la sustancia, es la cantidad", viene a decir Bobes. El especialista en Psiquiatría, miembro destacado de la sociedad Socidrogalcohol, subraya que las bebidas fermentadas, como la sidra o la cerveza, y las destiladas, como la ginebra o el vodka, comparten un mismo componente: etanol. El alcohol es el mismo en la sidra, el vino, el orujo o el cubata.
Bobes indica, por lo tanto, que no se puede caer en el error de considerar que es más saludable una botella de sidra que un cubata. "No se trata de que los especialistas tengamos una especie de manía persecutoria hacia la sidra o la cerveza", aclara el psiquiatra. Al menos en esto, añade, hay consenso en la Unión Europea, que en sus directivas no hace diferencias en función de la sustancia. "Lo que verdaderamente importa son los gramos de alcohol ingeridos, sean de sidra, de vino, de cerveza o de ginebra", puntualiza.
Antes de seguir adelante conviene, sin embargo, aclarar varios conceptos. La página web de la Fundación de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Gijón arroja algo de luz en el debate.
- La graduación alcohólica de una bebida, el porcentaje puro de alcohol, se expresa en grados o tantos por ciento.
- La alcoholemia es la cantidad de alcohol que hay en sangre. Se mide en gramos por litro de sangre. Depende de la edad, sexo, peso... varias variables que explican que dos personas que han bebido la misma cantidad puedan tener resultados diferentes al realizarse una prueba.
- Unidad de bebida estándar (UBE) es la cantidad de bebida alcohólica que contiene unos 10 gramos de alcohol. Así, una caña o un vaso de vino equivalen a una unidad, es decir, a 10 gramos de alcohol.
- El nivel de alcoholemia más alto se produce entre 15 y 90 minutos después de la última consumición. La rapidez con la que llega a la sangre depende de varios factores como, por ejemplo, la ingesta o no de alimentos.
- La misma cantidad de alcohol afecta de forma diferente a mujeres y hombres. Dicho de forma más sencilla, las mujeres son más sensibles a los efectos del alcohol que los varones.
Los especialistas relacionan dos conceptos seguridad-salud a la hora de hablar de riesgos. Así, se estima que la salud está en peligro cuando se superan las tres unidades diarias de alcohol para varones y las dos para mujeres. Volviendo a poner un ejemplo, un hombre entra en una situación de riesgo si toma más de tres vinos al día y una mujer si supera los dos.
En la controversia suscitada por la sidra, la tabla de equivalencias que acompaña esta información ofrece una información bastante aclaratoria.
Una botella de sidra, con una graduación de seis grados, contiene 33,6 gramos de alcohol puro y supone 3,4 unidades de bebida estándar. (Un culín de sidra equivale a 0,5 unidades)
Un cubata, con 40 grados en el destilado que emplee, lleva 12 gramos de alcohol puro y equivale a 2 unidades de alcohol.
Una copa de vino o de cava, de 12 grados, incluye 9,6 gramos o lo que es lo mismo una unidad de bebida.
Todas estas mediciones han de ser tomadas con cautela porque no son exactas, pero, en todo caso, puede concluirse que una botella de sidra, por sana que pueda parecer la bebida asturiana, contiene más alcohol puro que un cubata. La página web de la Fundación Municipal de Cultura de Gijón va más allá y permite realizar simulaciones. Pongamos el caso de una mujer de 40 años que toma una botella de sidra. Su tasa de alcohol sería de 1,4 gramos por litro de sangre y tardaría 4,2 horas en eliminarla. Con esa cantidad, no debería, por lo tanto, coger el coche.
Sidreros y cerveceros aportan, sin embargo, razones de otra índole. Miguel Hevia, representante de la Asociación de Sidra Asturiana, destacó en la Junta, con ocasión del debate de la ley de drogas, que resulta un "contrasentido absoluto" igualar droga y sidra y, al mismo tiempo, fomentar su promoción en fiestas o apoyar su candidatura como Patrimonio de la Humanidad.
Bobes insiste en que no se trata de perseguir a la sidra, a la cerveza o al vino. El catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo indica que "de lo que hablamos es de proteger la salud" y, sobre todo, añade, "la de los más jóvenes". De hecho, según Bobes, el alcohol es especialmente neurotóxico para los menores. Y los datos sobre su consumo en Asturias son preocupantes. Casi un 70% de los chicos de 14 años reconocen haber tomado bebidas alcohólicas al menos en el último año, pese a las prohibiciones. Es el resultado de la Encuesta Estatal sobre Uso de Drogas en Estudiantes de Enseñanzas Secundarias (ESTUDES) en España correspondiente a 2012.
La muestra, que contó con la participación de 2.024 alumnos asturianos de entre 14 y 18 años, actualiza los datos del estudio de 2010 y permite, por lo tanto, dibujar la tendencia. Uno de los datos más destacados es el relevante aumento del consumo de alcohol a edades muy tempranas, con apenas 14 años. El incremento alcanza los 23 puntos porcentuales al pasar de un 46,1% de niños que reconocían haber bebido alcohol con 14 años en 2010 al 69,3% en 2012.
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