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Arturo Álvarez-Buylla, Premio Principe de Asturias de Investigación Científica y Técnica…

Arturo Álvarez-Buylla, Premio Principe de Asturias de Investigación Científica y Técnica…

«Pasarán generaciones hasta que podamos curar el alzhéimer y el tumor cerebral»

Acaba de demostrar que la neurogénesis es una realidad en bebés. Es el principio del final del alzhéimer y el tumor cerebral. «Pero queda mucho tiempo», dice.

18.10.11 - PACHÉ MERAYO | OVIEDO, en El Comercio.

Líder en el estudio de los entresijos del cerebro, investigador y profesor de Anatomía y Neurología en la Universidad de California, el Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, que comparte trono con Joseph Altman, quien, además fue su maestro, y Giacomo Rizzolatti, llegaba ayer a Oviedo emocionado. Y es que Arturo Álvarez-Buylla pisa, para recibir el galardón que pondrá en sus manos el viernes el heredero de la Corona, la tierra en la que está enraizado todo su pasado. Tímido y poco amigo de los discursos que le sacan del laboratorio, y de los flashes que recibe con entrañable indulgencia, se siente tremendamente agradecido por los laureles, pero más por el destino que le permite seguir investigando y manteniendo su curiosidad e imaginación a pleno rendimiento.

Usted habla de la ciencia en términos de curiosidad, felicidad, imaginación, placer por el conocimiento... ¿Son esas las claves de un buen científico?

-Hay muchas formas de llegar a ser un buen científico. Cada uno tiene diferentes motivaciones y distintos intereses. Los míos vienen de lo que aprendí de mi padre, que mecía su conocimiento en ese terreno de la ciencia humanística, que halla, efectivamente, felicidad en su trabajo. Pero no todo es felicidad en esta lucha que es, precisamente, eso. Una lucha, a veces, incluso por los recursos necesarios para seguir investigando.

Desde la pasada primavera en que se falló su premio ¿se han dado nuevos pasos en el terreno de la neurogénesis que usted investiga?

Hemos logrado certificar que efectivamente se da en los niños de edad muy temprana. Sabemos que la capacidad de migrar de ciertas neuronas decrece mucho en el primer año de vía, pero que el campo migratorio en bebés de menos de seis meses es muy grande. Y realmente resulta intrigante que haya células de se vayan a otros sitios del cerebro.

-¿Pero en realidad que significa ese movimiento de las neuronas?

Algo tan importante como que existe una esperanza para acabar con las enfermedades neurodegenerativas. De momento solo nos acercamos a entender por qué se mueren ciertas neuronas. Cuando lo sepamos con certeza será un gran paso.

¿Es prematuro tras ese avance hablar de curas para el alzhéimer y el tumor cerebral?

-Muy prematuro. Pasarán generaciones hasta que eso ocurra. No hay más que ver cuando tarda un medicamento en ver la luz desde que se descubren sus principios. Estamos dando grandes pasos, pero la aplicación en la medicina clínica está todavía muy lejos.

-Ya han demostrado la neurogénesis en los niños. ¿Tienen esperanzas de que se pueda dar en adultos, pese a no haber hallado ningún indicio?

-No lo descartamos. El cerebro humano es muy grande y muy complejo. Ahora hemos dado un gran paso y gracias a él sabemos que la migración de las neuronas y la regeneración puede ser posible. Lo hemos visto en los bebés. Ese es el gran descubrimiento. Ahora que sabemos que puede suceder, tenemos que saber cómo la podemos inducir. Pero, insisto deberemos esperar mucho tiempo todavía.

¿Tiene fronteras éticas el trabajo que están desarrollando?

-Siempre las hay, como en todo. En la Universidad de California, que es donde yo trabajo y donde se está llevando a cabo la investigación más importante en estos campos del cerebro, hay un equipo de trabajo que revisa todos los protocolos para que nada se salga de los límites de la ética, pero siempre existe esa disyuntiva, aunque no el terreno en el que yo me muevo. Nosotros no trabajamos con células madre embrionarias para otra cosa que no sea investigar, para saber cómo se las ingenia el organismo para crear nuevas neuronas.

-Usted siempre ha dicho que su trabajo le ha hecho un hombre feliz, pero ¿qué siente cuando se acercan a usted pidiendo una cura para ciertos males y no puede hacer nada, porque su geografía está en la medicina básica y no en la clínica?

Absolutamente mal. Es algo que me perturba. Ves la magnitud del problema y no puedes hacer nada. Nuestro correo, el mío y el de mis colegas, se llena cada día de peticiones de ayuda de personas que tienen la enfermedad en casa y no podemos hacer nada. Es terrible cuando se trata de una persona mayor, pero cuando te cuentan que el enfermo, que el mal degenerativo está en un niño...

-Uno de sus principales maestros es Joseph Altman, con quien ahora comparte premio y orgullo. ¿Le ha vuelto a ver desde que era su alumno?

-Nunca más. Lo he intentando muchas veces, pero nunca lo he conseguido y me hace tremenda ilusión encontrarme con él ahora. Creo que su premio es el más justo de todos. Le admiro desde siempre. Su trabajo es muy importante para el conocimiento del cerebro.

-Otras de las personas a las que siempre ha admirado es a su padre Ramón Álvarez-Buylla (médico) y a su abuelo Wenceslao Roces (profesor en la UNAM) ¿qué hay de ellos en usted, además de Asturias?

El sentimiento muy fuerte por Asturias es claro. Pero de mi padre he heredado el amor por mi trabajo y la necesidad del conocimiento y de mi abuelo me hubiera gustado heredar su capacidad para hablar en público y para escribir, pero no ha sido así.

«El ejercicio ayuda al sistema nervioso, a la secreción de neurotrofinas y la conectividad»

«Hay que crear un buen ambiente para que científicos españoles y no españoles trabajen aquí»

«Oviedo es casa ajena porque no crecí aquí, pero siempre Asturias ha estado presente en mi familia

Oviedo, Javier NEIRA, en La Nueva España

El neurobiólogo Arturo Álvarez-Buylla Roces, que el próximo viernes recogerá en el teatro Campoamor de Oviedo el premio «Príncipe de Asturias» de Investigación Científica y Técnica, nació en México en 1958 y actualmente trabaja en la Universidad de California en San Francisco. El jurado que le otorgó el premio destacó sus avances en la identificación «de los mecanismos fundamentales inherentes a la neurogénesis y las células gliales como progenitoras de nuevas neuronas, así como la migración en cadena de estas últimas a diferentes zonas del cerebro, aportando así nuevas pistas sobre el origen de los tumores cerebrales». El flamante premio «Príncipe» es nieto del Arturo Álvarez-Buylla, destacado militar republicano, fusilado durante la Guerra Civil, y de Wenceslao Roces, catedrático de Derecho y político, también republicano, que tradujo «El capital» de Marx, al español. En la tarde de ayer llegó a Oviedo.

-¿Está de moda la neurobiología?

-El sistema nervioso es un reto social por el avance de las enfermedades neurodegenerativas con el aumento de la esperanza de vida y, además, porque es fascinante. Gracias a él podemos estar hablando ahora. Y recordamos y tenemos emociones. En las investigaciones se generan conocimientos y se corrigen normas. Por ejemplo, la norma según la cual era imposible formar nuevas neuronas. De ahí salió una nueva veta y todo el mundo espera encontrar mucho oro.

-¿Se puede regenerar el sistema nervioso?

-No es exactamente así. El sistema nervioso es muy complejo. Hay muchos tipos de neuronas. Algunas se forman en el embrión y perduran toda la vida. Otras se reemplazan de una manera de la que aún sabemos poco. Habría que impedir que mueran las células más que reemplazarlas.

-¿Cómo lleva haber matado a Cajal?

-¿Cómo? ¿Quién lo mató?

-Bueno, su dogma.

-Cajal era muy cuidadoso. Escribió que el sistema nervioso no se regeneraba en nuevas células. Y es cierto, nunca se ha visto algo semejante. Nunca una neurona se divide y forma otra. Sí ocurre con progenitores, con una célula madre que sufre una transformación en célula madura. Es curioso que Cajal no las haya visto, histológicamente están ahí. Parte de mi tesis fue demostrar con técnicas que tenía Cajal que esas células estaban ahí. Miré en el Instituto Cajal sus preparaciones y, la verdad, es muy difícil verlas. Utilizaba las impregnaciones de plata de Golgi y, salvo que por casualidad las pillase, es difícil ver esas células jovencitas. Al final de su vida fue testarudo y sugirió que no había forma de regeneración. Había dedicado muchos años a la regeneración de los nervios y, ya viejo, escribió cosas tristes sobre la degeneración irreversible del sistema nervioso. Sería maravilloso despertarlo ahora y enseñarle lo que sabemos y la sinapsis que infirió con técnicas primitivas. No sé si sería humilde y diría «¡qué poco sabía!» o quizás exclamase «¡ah, qué razón tenía!».

-¿Es preocupante la fuga de cerebros?

-La ciencia es cada vez más internacional. En los últimos treinta años España ha sabido integrar gente importante de fuera con instituciones destacadas de aquí. En neurociencias España contaba con un nivel muy alto, pero se rompió en la época de Franco. Ahora se ha recuperado, hay un instituto de primer nivel en Alicante, y gente muy buena en Barcelona, Oviedo y Madrid. Es necesario ser un poco más pacientes. Ojalá que los problemas económicos de Europa no den un martillazo a lo que se está haciendo. Más que traer gente de fuera o recuperarlos hay que crear un ambiente para que españoles o no españoles trabajen aquí. No es sólo cosa de salarios y medios, sino de un ambiente para la creatividad.

-Se puede quitar veinte años. ¿Es que sabe de algún secreto científico sobre la eterna juventud?

-Mi padre hacía mucho ejercicio y yo también. El ejercicio tiene efectos sobre el sistema nervioso, la secreción de neurotrofinas y la conectividad. Estar activo es muy importante para el sistema nervioso. Y en la neurogénesis: un pájaro en una jaula baja la neurogénesis y, sin embargo, en el mundo silvestre, complejo y que requiere más esfuerzo, sube la neurogénesis.

-¿Juvenil por Buylla o por Roces?

-Una mezcla. Mi abuelo Roces fue muy longevo. Mi abuelo Buylla no sé qué longevo hubiese sido, decidieron por él. En todo caso hacer ejercicio ayuda a la plasticidad del sistema nervioso. Las limitaciones para aprender un idioma de adulto se deben a la pérdida de la plasticidad. Es importante saber cómo las células cuentan el tiempo para mantener la plasticidad. Si se meten neuronas nuevas se mete juventud en un circuito; cuando se requieren, generan nuevas comunicaciones. Conocemos menos del diez por ciento del cerebro. Desde Cajal se sabía cómo era una neurona, que iba a su sitio y se conectaba. Pues no es así, cada tipo de célula se prediseña y predispone.

-Oviedo.

-Nos han recibido con gaitas. Normalmente doy conferencias en muchos sitios y sencillamente llego al hotel y me voy a mi habitación sin más. Aquí tengo muy buena compañía. Oviedo es una casa ajena porque no crecí aquí, pero siempre la conexión con Asturias ha estado presente en mi familia.

-¿Leyó «El capital» de Marx? A fin de cuentas Wenceslao Roces, su abuelo, fue quien lo tradujo al español.

-Sí, pero no lo entiendo del todo. Discutí mucho con mi abuelo sobre las ideas de Marx respecto al avance tecnológico de la humanidad. Cómo cambia el valor agregado de las cosas. Una computadora no vale nada pero crea mucha riqueza. Los domingos, con mi abuelo y mi padre, tenía discusiones muy animadas, pero no tengo preparación económica. Sí veo lo complicadísima que es la sociedad. Es como un sistema nervioso donde es difícil intervenir correctamente.

-¿Y ahora?

-Trabajo entre otras cosas sobre interneuronas. Cajal las había separado del linaje de neuronas. Hay que saber más detalles.

-¿Ve problemas éticos?

-No trabajamos con células embrionarias madre. Lo que ocurre, en todo caso, es que las ideologías pretenden interferir.

-¿No le inquieta convertirse en un doctor Frankenstein?

-No hay ningún peligro de que surja un doctor Frankenstein, aun estamos en pañales.>

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