Entrevista a Antonio Gutierrez, Presidente de la Comisión de Economía del Congreso
Antonio Gutiérrez: «No creo que el origen de esta crisis esté sólo en EE UU»
El ex secretario general de CC OO reflexiona sobre la economía y defiende que «España no hizo los deberes»
Esther L. Palomera (La Razón - 24.09.08) sección de economia
-¿Si gobernase el Partido Popular se habría convocado ya una huelga general?
-No. Las huelgas generales nunca son contra el Gobierno, sino contra repartos
injustos de la riqueza. Una huelga contra el Gobierno generalmente está abocada al fracaso porque se manipulan los intereses de la gente y se desnaturaliza el papel del sindicato.
-Estos días se oyen críticas al papel silente de los sindicatos.
-El sindicato no se legitima con la bronca, sino con el acuerdo. Un conflicto es
siempre la expresión de un fracaso social. Y CC OO y UGT no han ahorrado críticas cuando han estado en contra de alguna orientación. Recientemente, acaban de criticar la congelación de empleo público avanzada por el Gobierno. Y, sin faltar a la lealtad con nadie, aún desde mi posición de diputado, creo que no les falta razón.
-¿Por qué?
-No aporta nada bueno para el saneamiento de las cuentas públicas, y puede
repercutir en la degradación de los servicios.
-¿No hay seguidismo, entonces, de los sindicatos?
-No hay seguidismo, sino un comportamiento equilibrado.
-Hay quien sostiene que la actitud silente de UGT es en agradecimiento a los 1.200 millones que le dio el Gobierno por el patrimonio incautado durante el franquismo.
Una decisión que, por cierto, usted no avaló con su voto aquí en el Congreso.
-Cierto. Aun estando de acuerdo en que se reparen todas las injusticias del
franquismo, no compartí el modo en que se procedió a esta devolución. Y tengo que decir que se me comprendió y se me respetó mucho en el PSOE.
-¿De verdad no cree que la merma en la capacidad de crítica de la UGT tenga que ver con aquel Real Decreto?
-No. La UGT es solvente como para no hipotecar su comportamiento sindical por lo que a fin de cuentas era de justicia. Que yo criticase la forma de proceder para devolver aquello, no significaba que no fuera justa la devolución.
-¿Usted también cree que los males de nuestra economía tienen su origen en EE UU y sólo en EE UU?
-No. Dice Galbraith que, en este tipo de crisis, el genio financiero precede siempre a la caída. También, que la gente que habla con mucha seguridad en estas situaciones se divide entre los que no saben y hablan sin saber, y los que no saben que no saben y pontifican de lo que no saben. Bueno, pues yo creo que en esta situación hay que ser muy cautelosos y no hacer diagnósticos pretendidamente cerrados. Es verdad que el origen más determinante está en la ingeniería financiera de EE UU, en la avaricia de una buena parte de su sector financiero y en la incompetencia -cuando no complicidad- de organismos reguladores públicos para combatir aquella avaricia. Pero junto a ese desencadenante, España tiene una economía interdependiente con sus
propios talones de Aquiles. No todo está en EEUU. Allí surgieron los principales
problemas, se han irradiado al resto, pero a los demás nos han pillado con deberes sin hacer.
-¿Qué deberes no hicimos en España?
-No hemos podido cambiar de modelo de crecimiento. Cuando se gana mucho dinero nadie quiere preparar el futuro. Es muy fácil y recurrente en todos los discursos hablar del futuro y de que hay que prepararlo, y yo estoy harto de comprobar que la gente estruja el presente hasta que no puede más sin preocuparse tanto del futuro.
¡Cuidado, que no estoy echando la culpa a gobiernos de distinto color! Mientras el ladrillo ha dado dinero, nadie se ha preocupado más que de acumular beneficios.
-¿Y no cree que el Gobierno ha perdido tiempo buscando sinónimos de la palabra crisis?
-Pues sí, hay que reconocerlo olímpicamente. Pero yo lo achaco a un exceso de responsabilidad. El mayor catalizador de una crisis puede ser el estado de ánimo, el contagio psicológico de la situación. Crear alarmismo no contribuye a nada ni da dividendos políticamente , pero sí generó un comportamiento reflejo en el Gobierno, que se enrocó en aquel debate nominalista y perdió la oportunidad de explicar lo que ya estaba haciendo. Honradamente, me pareció un desenfoque en la estrategia política.
-¿En tiempos de crisis se pueden bajar los impuestos?
-Lo más sensato es no tomar medidas que mermen aún más los ingresos del Estado. Soy partidario de ayudar a empresas que van a invertir en serio en innovación, pero no de rebajar los impuestos de nuevo para fomentar la construcción o la adquisición de vivienda. Dar dinero público para volver a enterrarnos en el ladrillo sería un error, además de demagógico e injusto.
-Zapatero dice que saldremos del túnel en el segundo semestre de 2009.
-Generar expectativas que puedan devenir en frustraciones es malo. Además, el Gobierno no necesita esto, sino atesorar más lo que ya está haciendo.
-¿Ha hecho el Gobierno algo por frenar la inflación?
-En una sociedad de mercado libre, el Gobierno no es quien regula. Se han hecho reformas, se ha liberalizado el sector? Pero que se lo apunten algunos profetas del liberalismo: no era verdad que liberalizar rimase con abaratar.
-Ante este panorama ¿no convendría aplazar la financiación autonómica?
-Las leyes están para cumplirlas. Y, además, un nuevo modelo de financiación
autonómica es necesario para ayudar a atender necesidades que tienen las comunidades y para que desde ellas, que son Estado a fin de cuentas, se impulsen nuevas líneas de crecimiento.
-¿Puede un Estatuto de Autonomía, como el catalán, comprometer el gasto del Estado?
-Han discutido sobre ello muchos expertos, y yo he de reconocer que me asalta esa duda también. Sería petulante por mi parte decir que tienen razón unos u otros. Pero sí reconozco que me sugiere muchas dudas. Tal vez habría facilitado la negociación no haberse visto prisioneros de una fecha, pero el compromiso de gasto no viene por el Estatuto, sino por la descentralización del Estado.
-Pero, el Estatut fija los criterios de inversión.
-Se deben atemperar los impulsos naturales de quienes desean que les retornen lo que pagan. No comparto el criterio de las balanzas fiscales porque se presta a más confusión. Espero que, se esté en una comunidad autónoma o en la Administración central, haya suficiente sensatez para pensar que son momentos en los que hay que pensar más en arrimar el hombro que en barrer para casa. Siempre estaré junto a actitudes que antepongan el arrimar el hombro a un proyecto común que es España, nunca con las tendencias que barren para casa.
-¿La situación requiere de una reedición de los Pactos de La Moncloa?
-Los Pactos de La Moncloa se han mitificado tanto que se han terminado desvirtuando. Los hacíamos valer en la práctica empresarios y sindicatos, y ni siquiera pudimos ser convidados de piedra en la mesa de negociación. No los firmamos y éramos los que de verdad teníamos que dar a aquello vida. Aquellos pactos sirvieron, sobre todo, para superar un reto, que hoy afortunadamente está superado: consolidar la democracia. Lo asumimos, y yo lo volvería a asumir con la cabeza bien alta, porque con aquello pudimos caminar juntos y en sana paz hacia una Constitución.
Afortunadamente, hoy ese reto no lo tenemos, y sinceramente, sólo plantear su
reedición me parece un desatino porque aumenta el desasosiego.
-¿Veremos algún acuerdo PSOE-PP en materia económica?
-El debate político y la confrontación no están reñidos con el acuerdo. Desearía que hubiera también coincidencias en el terreno económico. No desdibujarían a nadie, y tal vez se tendría más legitimidad para exponer las diferencias.
Una voz distinta
Buscamos una voz que hable de economía y no se escuche cada día en todos los boletines. El presidente de la Comisión de Economía del Congreso es nuestro hombre.
Sindicalista, trece años secretario general de CC OO, impulsor de la huelga general de 1988... Pero, Antonio Gutiérrez se sorprende; esgrime que hace años se autoimpuso no entrometerse en asuntos sindicales; que «la eficacia a veces está reñida con el protagonismo» y que sólo desea un trabajo «eficaz pero discreto» para esta etapa. Al final acepta. Y, juzguen, pero creemos que mereció la pena. Lástima que nos empeñemos en que siempre opinen los mismos.
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