Ante la petición de la CEOE: más alto se puede decir, pero más claro no
Poca vergüenza y menos imaginación
Pilar Gassent en Nueva Tribuna.
Si hay una característica común a las reacciones de los empresarios ante momentos de dificultad económica es la falta de imaginación. Lo de ahora ya no es una “dificultad”. Es una crisis en toda regla. Y la receta de la patronal sigue siendo la misma de siempre: abaratar el despido...
...y que sean los trabajadores los que paguen los despilfarros de los años de bonanza. O, lo que es lo mismo, meter la mano en el bolsillo de los más pobres para que los más ricos puedan seguir siéndolo.
El presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, ha vuelto a poner la propuesta encima de la mesa, un día después de que el secretario general de CCOO, José María Fidalgo, pidiera al PSOE y al PP que dialoguen para afrontar los problemas y que “no roben la cartera a los trabajadores”. A Fidalgo se le olvidó mencionar a esa otra pata, importantísima, del diálogo social que son los empresarios, pero seguro que les tenía en sus pensamientos cuando hizo el llamamiento.
La patronal ha llevado su reivindicación de abaratar o facilitar la extinción de los contratos en prácticamente todas sus etapas. El ex presidente de la CEOE, José María Cuevas, no logró más que algunas rebajas en el coste de la indemnización por despido durante los años “dorados” (para ellos) de gobiernos del PP, pero se topó con la barrera infranqueable de la huelga general y del Constitucional cuando pretendió ir demasiado lejos y obtuvo de José María Aznar el detestable “decretazo”.
Su sucesor, Díaz Ferrán, ha cogido el testigo y desde hace meses insiste con una cierta periodicidad en que "se deberían dar facilidades al empresario para que, si tiene que estrechar plantillas, pueda hacerlo" (almuerzo en la sede de ABC en abril de 2008).
Su tesis parte de un análisis de la legislación española en materia laboral que la considera “excesivamente garantista” y propone que nos fijemos en EE UU, ese paradigma del liberalismo que nos ha metido de cabeza en este berenjenal. Y lo plantea justo cuando hasta los defensores a ultranza del neoconservadurismo no han tenido más remedio que reconocer los efectos desastrosos de esta filosofía.
Tan mal están las cosas, que si se cumple todo lo que ha prometido Bush para sacar adelante su plan de rescate también los supermillonarios tendrán que apretarse el cinturón recortándose sus supersalarios. Bajo supervisión del Estado, naturalmente. Porque lo que sí tienen claro Bush, Paulson, Bernanke, Cox, los “señores de la guerra contra la crisis”, es que si hay que buscar un culpable ha de hacerse en el ámbito de los mercados financieros y de la total ausencia de controles con la que han venido operando. A ninguno de ellos se le ha ocurrido dirigir el dedo acusador hacia los costes laborales de las empresas.
Aunque haya mucho de cálculo electoral en sus mensajes a la Nación, da la impresión de que hasta a Bush le da vergüenza hablar de cheques de cientos de miles de millones para ayudar a las empresas, ante una audiencia que lo está pasando francamente mal, sin propinar algún que otro capón a los responsables.
A Díaz Ferrán, sin embargo, no le da vergüenza alguna hablar de despido libre que es, en definitiva, lo que significa eso que eufemísticamente llama “abaratamiento del despido”, sin un solo reproche a quienes se han embolsado las ganancias sin medir las consecuencias. Como su predecesor, ha errado el tiro al extender la receta.
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