Empiezan a crecer los toques de atención el primero lo dió la Federación de Industria de CC.OO. en Asturias
El Instituto Nacional de Silicosis va hacia su disolución
El centro de referencia nacional, ante la entrada en funcionamiento del nuevo HUCA
ANÍBAL VÁZQUEZ EX MIEMBRO DE LA JUNTA DE PARTICIPACIÓN DEL INSTITUTO NACIONAL DE SILICOSIS
Todo parece indicar que será en el transcurso del año 2010 cuando asistiremos al nacimiento del nuevo HUCA y, como consecuencia de ello, al desmantelamiento del Instituto Nacional de Silicosis (INS), proceso ya iniciado arteramente por la Consejería de Salud.
Uno cree que para cualquier comunidad autónoma o para cualquier territorio de nuestro país debe ser, además de una gran suerte, un motivo de orgullo y prestigio contar con una instalación que, como el INS, es un centro de referencia nacional, pero, por lo que parece, veo que me equivoco.
Aunque pueda parecer atrevida esta afirmación, todo parece indicar, si atendemos a las distintas actuaciones que en esta materia vienen tomando los responsables de la Consejería de Salud, que el INS camina hacia su disolución en el marco de la entrada en funcionamiento del nuevo HUCA.
Es al principio del año 2002 cuando el Principado recibe las competencias en materia sanitaria, tras una negociación no demasiado afortunada por parte de nuestras autoridades autonómicas. Se elabora el plan funcional del Hospital Universitario Central de Asturias, en el cual se recoge el modelo de integración del INS.
Desde entonces, dicho modelo se ha ido poniendo en práctica, logrando importantes avances en el funcionamiento del INS, cuyo papel se ha potenciado en el ámbito nacional e incluso en el internacional. El Gobierno de España financia los equipamientos correspondientes al INS en el nuevo HUCA (72 millones de euros) y ha promulgado una nueva normativa, dentro de las normas generales sanitarias, adaptada al desarrollo, por la que el INS es reconocido como un centro de referencia de enfermedades respiratorias ocupacionales y ambientales.
El INS se estructura sobre dos servicios fundamentales: el departamento de prevención técnica y el servicio de neumología ocupacional (originalmente denominado de medicina preventiva y valoración de neumoconiosis).
Dichos servicios son coordinados por un director que depende, directamente, de la gerencia del HUCA, dedicándose en exclusiva a esta función, en la que es muy importante la relación con organismos, instituciones y grupos de usuarios a los que presta servicio en todo nuestro ámbito estatal.
El Instituto de Silicosis fue, desde su creación, un lugar donde los mineros encontraron un alivio al peso de su enfermedad; un centro en el que, a través del tiempo y el conocimiento, ha sido posible paliar los terribles efectos de la silicosis prescribiendo los tratamientos más adecuados, además de hacer posible una justa valoración administrativa de la enfermedad, incuestionable ante tribunales y órganos jurisdiccionales y administrativos, a la vez que, desde su departamento técnico, se fueron estableciendo reglamentaciones y métodos para la eliminación del polvo.
Los reconocimientos médicos en el INS y los estudios epidemiológicos (médicos y técnicos) en empresas y sectores relacionados con el riesgo pulvígeno (Hunosa, sector de la pizarra, otras minerías, etcétera) han sido importantísimos para la detección y el diagnóstico precoz de la enfermedad y su tratamiento. Para ello los equipos médicos se desplazaron a todas las unidades de producción de su ámbito.
La toma sistemática de muestras de polvo en las diferentes explotaciones del país y su estudio han permitido conocer las cantidades de sílice y poder combatirlo con medios técnicos. Para ello fueron los profesionales técnicos del INS quienes se desplazaron por los centros de trabajo, en los que tanto los empresarios como los trabajadores lo requerían, lo que permitió rebajar de forma muy considerable los índices de polvo y, con ello, poner la enfermedad en franco retroceso.
Pero entra en escena el gerente del HUCA, señor Mario González, que pasará a la historia como uno de los actores principales de esta tragedia, como es la desaparición de INS, y al que el hecho de ser de la Cuenca no le da pedigrí (aquí, por desgracia, hay de todo, como en toda tierra de garbanzos y de fabes), y destituye al director del INS, Juan José González Agúndez, profesional comprometido con el proyecto y trabajador incansable, pero, según parece, no del agrado del gerente del HUCA, que, para sustituir al señor Agúndez, nos «ficha» a un nuevo responsable procedente de Cataluña, que ni siquiera conoce el INS, pero que no exige el cumplimiento del compromiso de la contratación de trabajadores que cubran los puestos de trabajo que han quedado libres por la jubilación de profesionales. Al mismo tiempo, asistimos al intento de desplazamiento de su ubicación actual de algunos servicios especializados, básicos en el funcionamiento del INS. Todo parece indicar que se quiere sustituir el actual modelo técnico/minero-sanitario por uno encuadrado y mediatizado por las características tradicionales hospitalarias del nuevo HUCA, en las cuales se trataría de diluir el actual INS.
Nuestro consejero de Sanidad, el señor Quirós, debería saber -y si no lo sabe se lo digo yo- que para que el INS continúe con el cometido para el que fue creado necesita:
1.º Dotarlo de entidad jurídica propia (aunque integrado funcionalmente en el HUCA), que, como se sabe, ha notificado el Ministerio de Industria, condición indispensable para poder acceder a subvenciones que financien parte de los trabajos que realiza.
2.º Necesita un director que, dependiendo directamente de la gerencia del HUCA, tenga la dedicación exclusiva que ha tenido hasta ahora, para poder abordar las tareas ante los equipos de valoración, juzgados, etcétera.
3.º Que los trabajadores españoles que prestan sus servicios en minas, canteras y cualquier otra explotación en la que exista riesgo pulvígeno puedan solicitar reconocimientos realizados por el INS y que sea evaluada su enfermedad, si la tienen.
4.º Que se olvide de «aparcar» en los hospitales comarcales a los pacientes que hasta ahora han venido recibiendo hospitalización en el INS, así como a los que en el futuro la precisen.
En el nuevo HUCA ¿habrá asistencia diferenciada para los mineros que padecen silicosis o que van a valorarse de esta enfermedad, tal como ocurre ahora en el actual INS, o estarán en las listas de espera?
5.º Cubrir las bajas del personal sanitario, así como del personal técnico minero que por jubilación se han producido y que han llevado al actual centro sanitario del INS a una difícil situación.
6.º Y, por favor, con esa táctica de añadir servicios del HUCA, por ejemplo cirugía torácica y alergia, al INS no me cuente que así se beneficiarán los usuarios de este último centro; esa «milonga» ya nos la contaron cuando, hace unos cuantos años, unificaron los servicios de cardiología; en aquella ocasión si no llega a ser por los representantes de los mineros en la junta de participación del INS, que casi violentamente exigimos la presencia de un cardiólogo en Silicosis, habrían desaparecido las consultas de cardiología.
Lo que están haciendo ahora es sencillamente comenzar a destruir el INS por su dilución en el HUCA.
Sería deseable que tanto el actual portavoz de sanidad del PP -es de la Cuenca como el gerente del HUCA- como IU, con una importante base de votantes en los territorios mineros, se esforzasen en conocer, si es que aún no lo conocen, cómo va a quedar el INS en el nuevo HUCA y que tomen las iniciativas políticas necesarias para impedir su disolución. Eso en el caso de que no estén de acuerdo con la misma.
Mentiría si no contase que tengo la esperanza, aunque sé que con dificultades, de que esta situación no acabe cristalizando, pues me consta que los sindicatos mineros, CC OO y SOMA-FIA-UGT, están empezando a fijar posición, como no podía ser de otra manera.
Quiero aprovechar esta ocasión para agradecer a todo el personal del Instituto Nacional de Silicosis su trabajo y compromiso.
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