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Velando el fuego: Marcelino Camacho

Velando el fuego: Marcelino Camacho

El homenaje en Langreo al histórico dirigente de CC OO Marcelino Camacho 

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La Nueva España. JAVIER GARCÍA CELLINO Entre algunos de los signos que alumbran estos tiempos -y me refiero a los que más se vienen prodigando entre nosotros durante los últimos treinta o treinta y cinco años- está el del olvido. Un arma poderosa donde las haya, sobre todo cuando se pone al servicio de una corriente de opinión a la que le viene bien confundir el río con los peces, pues, de este modo, consigue un ambiente más favorable para sus intereses.

 

Sabedores del riesgo que eso significa -«una cabeza sin memoria es como una plaza sin guarnición»- y consecuentes con una visión del mundo que no se agota, precisamente, en el brillo fugaz de tantos dioses que corren detrás de una pelota los fines de semana, los integrantes de la Unión Comarcal de CC OO del Nalón han tomado la iniciativa de dar una calle en Langreo a quien representa, con toda justicia, a una generación que ha tenido que sufrir represiones incruentas y cientos de sacrificios -cuando no muertes, en otros casos- para que hoy los demás podamos disfrutar de una parcela de libertad (por mucho que todavía haya quienes crean que les ha venido llovida del cielo, a modo de repentino maná).

 

Coherente en todo momento con sus ideas -fue diputado del PCE, desde 1977 a 1981, y presentó su dimisión para evitar posibles contradicciones entre lo político y lo sindical-, Marcelino Camacho, cuya vida sería imposible entender sin la presencia de su mujer, Josefina, encarna esos valores de una lucha admirable y constante a favor de los derechos de los más desfavorecidos.

 

Si bien es cierto que la política no goza de mucha estima en nuestra sociedad, a lo que ciertamente ayudan algunas acciones no muy afortunadas de los gestores públicos, no es menos verdad que no todos los políticos, ni todos los sindicalistas, sean iguales, por mucho que interese dar una imagen de desorden, de caos, de un «tótum revolútum» que sirva para crear un ambiente de confusión en el que, precisamente por esas aparentes ambigüedades, todo esté permitido.

 

Quien tenga alguna duda -tampoco todos los espejos en los que nos miramos a diario son iguales- hará bien en asomarse al cristal en el que se refleja la límpida imagen de Marcelino Camacho, primer secretario general de CC OO y uno de los protagonistas de una época convulsa que conviene recordar de cuando en cuando, aunque sólo sea para darle la razón a Cervantes en su visión integral de la historia: «Testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir».

 

Enhorabuena, pues, a la iniciativa de la Unión Comarcal de CC OO del Nalón, al Pleno del Ayuntamiento de Langreo por su apoyo unánime, y a los cientos de firmas individuales y de colectivos sociales que consiguieron hacer posible el dar nombre a una calle -se inauguró el viernes- dedicada a Marcelino Camacho.

 

Con este pequeño pero emotivo homenaje se trata también de afianzar un tanto más nuestra memoria histórica, un tanto decaída últimamente, sobre todo, frente a los ataques de quienes están empeñados en establecer -interesadamente, por cierto- una correspondencia entre recuperar la memoria y remover el pasado, lo que no es lo mismo, por mucho que se obstinen en esa tarea tantos seudohistoriadores de turno.

 

 

 

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