Por ENRIQUE TORDESILLAS
Se impone el discurso único
Con todo, lo peor es que la derecha ha ganado la batalla ideológica. Las medidas de ajuste se ven en importantes sectores de la sociedad (desde periodistas y comentaristas políticos, y no solo de derechas, hasta los propios afectados) como necesarias y se aceptan de manera acrítica, como si no hubiese ninguna alternativa. Es la victoria del discurso único.
NUEVATRIBUNA.ES - 19.5.2010
Si alguna vez se nos había olvidado el poder del capital, el ataque especulativo sobre el euro nos ha servido de recordatorio. En febrero se reunieron a cenar en Nueva York representantes de lo más granado de los fondos de inversión de alto riesgo, el motivo era diseñar un plan para ganar mucho dinero depreciando el euro y en muy poco tiempo lo han conseguido. Por el camino han quedado turbulencias políticas, recortes presupuestarios injustos que amenazan con retrasar la recuperación económica, importantes tensiones sociales…Pero todo esto son daños colaterales que no cotizan en bolsa.
Si alguna vez creímos que la crisis podía llevar a los dirigentes de las grandes potencias a limitar el margen de maniobra del capital financiero, ahora vemos el resultado: los diferentes gobiernos aceptan las exigencias de los mercados financieros (los mismos que han originado la crisis) orientados por las agencias de calificación (las mismas que no supieron o no quisieron ver el peligro de la crisis ni el maquillaje de las cuentas griegas) y aceleran el ajuste del déficit público, en la forma y ritmos que demanda el capital, a pesar de las consecuencias.
Si alguna vez soñamos con que Zapatero iba a ser capaz de mantener una política económica diferenciada de la ortodoxia liberal, las medidas tomadas por el Gobierno, un ajuste duro, injusto y de discutible eficacia, han convertido el sueño en pesadilla.
Además, ya puestos y decidido a hacer de la necesidad virtud, todo apunta a que la misma filosofía va a guiar al Gobierno en las mesas de diálogo social. Si los mercados (y los empresarios españoles) exigen desregular el mercado laboral, se desregula: se abarata y facilita el despido, se desarticula la negociación colectiva… Aunque todo esto tenga poco que ver con la creación de empleo, aunque todavía no se haya tomada ninguna medida para reformar un mercado financiero incapaz de conceder los créditos que demandan las pequeñas y medianas empresas, y esto sí que tiene que ver con el empleo.
Es posible que el escenario final sea el de una economía a la que le cueste años recuperarse (no sé quién va a crear empleo en esta situación), un retroceso en los sistemas de protección social y una precarización del mercado de trabajo. Eso sí, cuando llegue la recuperación, los empresarios tendrán mucho más fácil incrementar sus beneficios que ya en estos momentos son sustanciosos en las grandes empresas (a pesar de la crisis y de las caídas en bolsa, las empresas del Ibex-35 hayan incrementado un 25% los ingresos en el primer trimestre de este año).
Lo malo de aceptar chantajes, de alimentar a los tiburones, es que estos son insaciables, que no se van a conformar con estas medidas y seguirán presionando y especulando, desmontando elementos esenciales del Estado del Bienestar, provocando graves tensiones sociales que dificultaran el diálogo y la convivencia.
Con todo, lo peor es que la derecha ha ganado la batalla ideológica. Las medidas de ajuste se ven en importantes sectores de la sociedad (desde periodistas y comentaristas políticos, y no solo de derechas, hasta los propios afectados) como necesarias y se aceptan de manera acrítica, como si no hubiese ninguna alternativa. Es la victoria del discurso único.
Pero las cosas no llegan por que sí. El discurso de los gobiernos socialistas ha contribuido a sacralizar el mercado, a difundir la creencia de que el crecimiento económico era ilimitado, a devaluar, bajando impuesto y defendiendo que bajarlos es de izquierdas, la importancia de los tributos en la construcción del Estado del Bienestar, en la redistribución de la renta. Todo esto sin que haya aparecido una alternativa sólida, creíble, en la izquierda.
También el sindicalismo de clase ha estado condicionado por la euforia de los mercados y ha contribuido a la victoria del discurso único al renunciar a hacer pedagogía, a criticar determinados proyectos de las administraciones y a defender los valores tradicionales de la izquierda. Ahora está en una situación complicada, obligado a presionar al gobierno para que distribuya el coste del ajuste de manera más justa, pero con cierta debilidad, sin suficiente musculatura para enfrentarse a tan importante reto.
La izquierda política y social tiene que reflexionar sobre lo sucedido y sacar conclusiones. La izquierda tiene que definir una política económica realista pero alternativa, no puede ser meramente gestora de lo que hay. Y tiene que ser consciente de que no puede haber políticas de izquierdas si los valores de izquierdas no están arraigados en la sociedad, para lo que es necesaria otra relación con la ciudadanía, otra forma de hacer política.
Enrique Tordesillas es colaborador de El Periódico de Aragón y Radio Zaragoza y miembro del Observatorio de la Fundación 1º de Mayo "Sindicalismo y cambio en el mundo del trabajo".
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