Científicos asturianos participan en la secuencia del genoma del orangután, como el humano en un 97%
El equipo de Carlos López-Otín colaboró en el estudio, que publica hoy la revista «Nature»
El estudio abre nuevas vías en relación con los sistemas inmunológico y reproductivo
Foto: Gonzalo Rodríguez Ordóñez, a la izquierda, y Víctor Quesada, ayer, en el IUOPA. En el recuadro, la portada de «Nature». miki lópez
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al ornitorrinco, pasando por la rata y el ratón, y el pinzón cebra.
La Nueva España. Oviedo, Eduardo GARCÍA
El equipo de investigación del bioquímico Carlos López-Otín, del Instituto Universitario de Oncología del Principado de Asturias (IUOPA) participó en el proyecto que ha logrado descifrar el genoma del orangután, hecho relevante que abre la portada de «Nature», revista de máximo impacto científico, en su edición de hoy.
El estudio es fruto de la colaboración de más de treinta laboratorios de siete países coordinados por Devin Locke, de la Washington University, en los Estados Unidos. La aportación española fue coordinada por Arcadi Navarro, del Instituto de Biología Evolutiva; Tomás Marqués-Bonet, jefe del grupo de genómica de primates del mismo Instituto, y el referido Carlos López-Otín, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo.
El equipo de Otín había participado en su día en la secuenciación del genoma del chimpancé, por lo que cuenta con experiencia suficiente en este ámbito de la investigación. La secuencia del orangután, con más de tres mil millones de pares de bases, número muy parecido al nuestro, y con quien los humanos compartimos el 97% de ese genoma, llevó dos años de trabajo a partir de datos extraídos de varios individuos procedentes de distintas poblaciones en el mundo.
Carlos López-Otín asegura que «el estudio comparativo detallado de múltiples familias de genes en los genomas humano, de chimpancé y de orangután nos indica ya que en la evolución humana ha habido una presión evolutiva importante sobre los sistemas inmune y reproductivo».
La secuenciación del genoma del orangután, el homínido más alejado del ser humano, con quien compartió un antepasado común hace más de 12 millones de años, permite, a juicio de los investigadores, obtener una visión más precisa del proceso evolutivo que dio lugar a la aparición del ser humano.
Uno de los integrantes del equipo asturiano, el bioquímico Víctor Quesada, confirmaba ayer la importancia de este tipo de estudios «para conocer mejor la evolución humana más reciente». Una evolución «marcada por los patógenos», que serviría para explicar esos cambios en el sistema inmunológico y el reproductivo a los que se refería López-Otín. «Es fácil suponer que el ser humano se tuvo que enfrentar a patógenos que incluso le pusieron en peligro de extinción» y que le dieron argumentos en su fuerza evolutiva
Tenemos un genoma muy parecido (aunque no tanto como con el del chimpancé, el «primo» más cercano, similar en un 99% al de los humanos), pero nos separan diferentes presiones evolutivas. Asimismo, la comparación de las dos especies de orangután existentes, de Borneo y de Sumatra, ha revelado la existencia de importantes cambios poblacionales entre ambas.
Así, se ha determinado en el estudio que durante los últimos 400.000 años los orangutanes de Sumatra tuvieron una gran expansión poblacional, mientras que los de Borneo experimentaron un declive. Sin embargo, el número actual de orangutanes de Sumatra es mucho menor que el de los de Borneo, debido fundamentalmente a factores derivados de la casi siempre traumática intervención humana.
El conocimiento de sus diferencias genéticas podría ayudar en los esfuerzos de conservación de ambas especies de orangutanes, que se encuentran en grave peligro de extinción.
Por su parte, Arcadi Navarro ha señalado que «los estudios sobre la organización genómica del orangután permitirán obtener información valiosa sobre los mecanismos de reorganizaciones cromosómicas que tienen lugar en enfermedades como el cáncer».
Además de Otín y Víctor Quesada, el equipo asturiano incluía a los investigadores Xose S. Puente y Gonzalo R. Ordóñez.
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