Del paritorio al trasplante
La gijonesa Gloria Sánchez recibió el injerto de hígado número 300 de la sanidad asturiana a los dos meses escasos de dar a luz
Gloria Sánchez Muñiz, ayer, en su habitación del Hospital Central de Asturias, con su amiga Claudia Cernuda. miki lópez
La Nueva España. Oviedo, Pablo ÁLVAREZ
Gloria Sánchez fue informada el pasado domingo de que el Sporting había logrado empatar con el Barcelona, y se emocionó. Aunque ya no es socia, continúa siendo una sportinguista impenitente. En realidad, no es nada difícil que Gloria se emocione. «Soy muy llorona», admite. Y motivos tiene ahora para emocionarse: en la madrugada del viernes al sábado de la semana pasada recibió un nuevo hígado, en lo que fue el trasplante hepático número 300 que se realiza en Asturias. Una operación que le ha llegado cuando habían transcurrido dos meses escasos desde que diera a luz a Álvaro, su primer hijo. Emoción sobre emoción.
Ayer por la tarde, esta gijonesa de 40 años, vecina de la parroquia de Granda, jefa de estudios de Secundaria en el Colegio San Miguel de Pumarín, celebraba su rápida recuperación desde la habitación 217 del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).
Con la sonrisa en los labios de forma casi permanente, Gloria Sánchez Muñiz relataba la peripecia que comenzó cuando hoy hace un mes acudió al servicio de urgencias del Hospital de Cabueñes. Se sentía mal, había sufrido varios episodios de gastroenteritis. Los médicos constataron desde el primer momento la presencia de una hepatitis grave de la que ella no tenía noticia alguna y cuyo origen no ha sido esclarecido. «Ya entonces me comentaron que sería necesario un trasplante», explica. Nadie antes había advertido el mal estado de su hígado. Ni siquiera los profesionales sanitarios que habían seguido su reciente embarazo y el parto que tuvo lugar el 17 de diciembre, justo un mes antes de la visita a Cabueñes.
La vida de esta profesora de Lenguaje, Literatura y Ciencias Sociales comenzó a acelerarse, a generar verdaderas emociones. De Cabueñes fue enviada al Hospital Central, y el pasado viernes, a eso de las dos de la tarde, ingresó en lista de espera para el trasplante. En rigor, fue colocada la primera de la lista, porque su estado de salud requería una intervención inmediata que la hacía potencial destinataria del primer órgano que surgiese.
La paciente gijonesa se confiesa creyente -«Hilario, el capellán, viene a darme la comunión cada día»-, y sus plegarias fueron escuchadas con inusitada rapidez: menos de dos horas después de entrar en lista de espera ya le comunicaron que había un posible donante del hígado que necesitaba. Pese a que había ido asumiendo el proceso que se disponía a afrontar, «sentí una alegría terrible», rememora.
De repente, la vida se aceleró aún más y las emociones comenzaron a agolparse. «No te da tiempo ni a pensar», precisa. Gloria sabía que su trasplante hacía el número 300 de Asturias, un eslabón significativo en una cadena que se inició el 16 de abril de 2002 con la ovetense María Raquel Rojo García.
El amplísimo dispositivo sanitario que mueve un trasplante se activó de inmediato. «Hasta me lavaron la cabeza», señala Gloria. Y añade: «Llegué al quirófano como un pincel». No todo el monte fue orégano. Los médicos llegaron a tener dudas sobre la validez del hígado ofertado, pero finalmente el trasplante fue viable.
«La intervención sobre la receptora la iniciamos a la una y cuarto de la madrugada, y terminamos a eso de las seis y media», señala Ignacio González-Pinto, cirujano jefe del equipo de trasplante hepático, quien agrega que «la operación se desarrolló sin problemas reseñables y el hígado funcionó muy bien desde el principio».
Se despertó bien entrada la tarde del sábado. Lo que más recuerda es que mucha gente se acercaba a su cama de la uvi y ponía cara de circunstancias al ver su estado. Roberto, su marido, y otros amigos que escuchan su relato sostienen que Gloria habla de una alucinación o un sueño. Algo irreal, en todo caso. «Se lo tomaron a chunga», señala la profesora gijonesa.
Al día siguiente, le comentaron que el Sporting había roto la extraordinaria racha victoriosa del Barcelona. Una magnífica noticia para una futbolera empedernida, que durante años fue socia del equipo gijonés y que incluso acostumbraba a ir a ver los entrenamientos en la Escuela de Fútbol de Mareo, próxima a su casa de Granda.
Pasados varios días, las emociones han ido sedimentando. Y lo que principalmente enfatiza Gloria es «el privilegio de tener a mi lado tanta gente que me quiere». Y comienza por enumerar a los que en ese momento están en la habitación: su marido y sus amigos Claudia, Marcos y el capellán, Hilario Valdés. «También me acuerdo mucho de toda la gente de Granda que está preocupada por mí», matiza.
Si no se le menciona el asunto, nada dice de ello. Pero lo cierto es que Gloria Sánchez es una auténtica agitadora de la vida social y cultural de la localidad gijonesa. Es secretaria de la asociación de vecinos, participa en la organización de las fiestas, forma parte del grupo de teatro (recuerda que está prevista una actuación de Trama el próximo día 26 en Ambás, Carreño), estuvo integrada en el coro de Granda durante años...
Esta gijonesa reconoce que cuando dio a luz el pasado diciembre no podía imaginarse que dos meses después estaría de nuevo en el quirófano para una intervención de mucha más envergadura. Sin embargo, respaldada por su fe, su familia y sus amigos, afronta con optimismo el momento de volver a casa y de abrazar a su hijo Álvaro. El cirujano Ignacio González-Pinto confía en que ese momento no se haga esperar demasiado. «La evolución está siendo muy buena; si no surgen contratiempos podría recibir el alta dentro de ocho o diez días», explica.
Entre tanto, Gloria Sánchez administra sus emociones. Pero advierte, con buen humor, que no desea imitadores: «No quiero llorones a mi lado; sólo gente que venga con chistes y cara de risa».
0 comentarios