Seguro que al neofundamentalista económico y candidato del PSOE, Sr. Rubalcaba, no le gusta este artículo
Ideología y déficit público
Por Josep Borrell
En nuevatribuna.es
Con los acuerdos del Consejo Europeo del 21 de julio sobre un segundo préstamo a Grecia la calma volvió a los mercados financieros. Pero duró poco. Degradación del rating de la Deuda americana, agitación social en el Reino Unido, oleada especulativa contra los Bancos europeos, Bolsas en caída libre y primas de riesgo españolas e italiana por encima de los 400 puntos. Prohibición, aunque parcial, temporal y no en todos los países, de las operaciones especulativas “a corto”. Salimos del bache cuando el BCE se decidió a intervenir comprando Deuda española e italiana. Y traca final con la reforma constitucional express para limitar los déficits públicos, contentar a Merkel y calmar a los mercados.
Y el susto no se ha terminado todavía. Finlandia negocia un acuerdo bilateral con Grecia para obtener garantías adicionales al dinero que le va a prestar, otros pequeños países dicen que ellos también, Alemania rechaza esos pactos y todo vuelve a pender de un hilo. Eso sin contar la sentencia del Tribunal Constitucional alemán que el próximo día 6 debe pronunciarse sobre la constitucionalidad de los préstamos a Grecia.
Pero lo más relevante desde una perspectiva española es la enmienda constitucional pactado por el PP y el PSOE para limitar los déficits públicos, complementada con el compromiso de tramitar una Ley Orgánica que fije cuantías a esa limitación.
Está claro que las enmiendas constitucionales para obligar a todos los gobiernos a mantener equilibrados sus Presupuestos están de moda tanto en Europa como en EEUU. En Europa bajo la intensa presión de Alemania y en EEUU impulsadas por el Tea Party.
A esta prohibición constitucional de los déficits públicos se le ha dado en llamar la “regla de oro”, que se está presentando como la panacea que permitirá evitar las crisis de la Deuda en el futuro y resolver las del presente. En mis tiempos de Secretario de Estado de Hacienda la “regla de oro” consistía en que el Presupuesto tuviese un superávit corriente de manera que solo se tuviese déficit para financiar parcialmente la inversión. Y así es como la entiende el Gobierno conservador inglés que solo permite tener déficit si éste es menor que la inversión. Ahora en cambio se trata de prohibir todo déficit con el argumento, avalado por la sabiduría popular, de que no se puede gastar más de lo que se ingresa.
Así lo han hecho los alemanes que en el 2009, en pleno Gobierno de la grosen coalitionen, inscribieron en su Constitución una norma que establece que a partir del 2016 el déficit no podrá superar el 0,35% del PIB. Y así han pedido Merkel y Sarkozy, que lo hagan todo los países del euro. Aunque Sarkozy no lo podrá hacer porque los socialistas franceses están en contra y sin ellos no tiene votos suficientes.
En mi opinión, la idea de un presupuesto siempre equilibrado, o casi, no es una buena idea y además responde a un mal diagnóstico de la crisis de la Eurozona. Con la excepción de Grecia, los países actualmente en dificultad entraron en crisis por razones que poco o nada tienen que ver con los déficits públicos. La causa del problema ha sido el insostenible endeudamiento privado. España tuvo una disminución muy importante de su Deuda pública antes de la crisis pero eso no le sirvió para evitarla.
Además, la severa limitación del déficit, al estilo alemán, significa renunciar a un instrumento que permite a la política económica actuar de forma contra cíclica. Se trata de una medida de un marcado carácter ideológico y un corsé muy limitativo que reduce casi por completo la posibilidad de hacer política fiscal. Lo cual es todavía más grave para países que ya han renunciado a la política monetaria y no pueden fijar ni su tipo de interés ni su tipo de cambio. Y con el riesgo de que si todos prescinden de la política fiscal y no existe un Presupuesto europeo como el federal en EEUU, Europa puede sufrir un periodo de bajo crecimiento que agravará la crisis de la Deuda.
Por eso me manifesté en contra del pacto de socialistas y populares para prohibir constitucionalmente el déficit público. Afortunadamente la negociación dirigida por Rubalcaba ha dado por resultado un texto constitucional que no fija ningún límite cuantitativo, habla del déficit estructural y no del nominal, lo que al menos permitirá tener en cuenta el ciclo económico, y se limita a asegurar que España cumplirá lo que la UE establezca al respecto.
Pero el compromiso político de que una inmediata Ley Orgánica fije un limite para el déficit más bajo que el exigido por las normas europeas, aunque sea el estructural y aunque lo fíe para muy largo, sigue sin parecerme adecuado ni siquiera para el objetivo proclamado de calmar a los mercados, que en estos momentos están mucho más preocupados por la falta de crecimiento no solo en España sino en el conjunto de la Eurozona, Alemania incluida.
No creo que esta clase de medidas simbólicas sirvan para mucho. Hasta el Finantial Times reconoce que hoy los problemas de España tienen que ver con su baja competitividad, su débil crecimiento y la capitalización de su sistema financiero más que con el déficit público.
Hasta el Finantial Times dice que es muy dudoso que una Eurozona armada hasta los dientes con enmiendas a sus Constituciones para garantizar la estabilidad fiscal sea más capaz de resolver su crisis de la Deuda y de su sector bancario que sin unas reglas que tienen un valor simbólico y poco operativo. Y en Europa se ha consumido ya un mucho capital político en medidas simbólicas.
Se podrá decir que la limitación del déficit no es tan severa porque se refiere al déficit estructural, es decir, depurado de los efectos de la coyuntura, y no al déficit nominal. Pero el problema es que esta regla es muy difícil de aplicar y por eso no genera especial confianza. La ciencia económica hoy no permite determinar con un mínimo de precisión cual es la componente estructural y la coyuntural de un déficit. Y como vamos de crisis en crisis los efectos de inestabilidad hacen todavía más difícil saber cuál es cuál. Vaya usted a Portugal y calcule cuál es su déficit estructural y cuál es el efecto de la coyuntura….
Pero aparte de esas consideraciones técnicas, ¿tiene algo que ver la renuncia al déficit con posiciones de derecha o izquierda? Hay que ver con qué furor de conversos se han lanzado algunos que se reclaman de la izquierda a proclamar que la medida no tiene carácter ideológico o, peor aun, que la izquierda debe hacer suya la supresión del déficit porque nada hay peor que endeudarse, el equilibrio es bueno per se, etc.
En mi opinión las limitaciones constitucionales tan severas a la posibilidad de endeudamiento público tienen desde luego que ver con la concepción del rol y la dimensión de la acción pública. Si no se pueden financiar inversiones con Deuda el gasto de inversión entrara en conflicto con el gasto corriente, es decir, redistribución y servicios públicos, y éste tenderá a reducirse.
Algunos desde la izquierda ven en esa restricción la oportunidad de un rearme fiscal. La alternativa sería subir la recaudación fiscal, y desde luego que habrá que hacerlo porque los gobiernos se han acostumbrado a pedir prestado el capital a los que lo tienen en vez de exigirles un mayor esfuerzo tributario. Pero ese dudoso rearme fiscal seguiría sin darle al Presupuesto su capacidad de actuar de forma compensatoria en las fases bajas del ciclo, combatiendo y previniendo las recesiones. El déficit es instrumento que debe usarse con inteligencia y mesura pero al que no se debería renunciar constitucionalmente.
El debate ha propiciado posturas retóricas como la pregunta que se hacia Rubalcaba: “¿quién ha dicho que endeudarse es de izquierdas?”. Que yo sepa nadie. Eso de “endeudarse”, así de genérico no se sabe qué color ideológico tiene. Depende de cómo, cuándo y para qué. Y diabolizar indiscriminadamente todo endeudamiento público es tradicionalmente una expresión del fundamentalismo económico que cree que todo lo que hacen los gobiernos es malo y lo que hacen los mercados es bueno.
Como otra expresión que será recordada, ésa de que “bajar los impuestos es de izquierdas”. Una vez más, depende. Depende de cuándo, cuánto, a quién y para qué. Precisar esas cuestiones es la forma de clarificar las posiciones ideológicas y evitar debates inútiles.
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