Por AGUSTÍN HIDALGO BALSERA, DTOR. DEL DPTO. DE MEDICINA DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO, en La Nueva España de hoy
En memoria de un hombre pausado, leal y sincero
Antonio Cueto Espinar, almeriense de cuna, granadino de formación académica y asturiano de adopción, ha fallecido en Oviedo el primer día del año, en vacaciones, siguiendo el camino que ya marcó el fundador de la Facultad de Medicina, hoy de Medicina y Ciencias de la Salud. Su despedida ha sido sorprendentemente rápida para un hombre que nunca tuvo prisa en el desempeño de sus funciones por complejas o fáciles que fueran. Sólo tenía 65 años y muchas ilusiones personales y académicas, por las que renunció a la jubilación incentivada a la que una serie de profesores de nuestra Universidad se han acogido. Para Antonio, la dedicación a la Universidad era vocacional y pretendía llevarla hasta el último día posible administrativamente. Lamentablemente, la fortuna le ha sido adversa y nos ha privado de su presencia para siempre.
La biografía de Antonio Cueto es sencilla de escribir y compleja de entender a menos que se tengan presentes los valores humanos. Puede resumirse en su nacimiento en Almería, de donde se desplazó a Granada para realizar la licenciatura en Medicina y la especialidad de Salud Pública, que ejerció transitoriamente en el País Vasco, y donde inició su actividad académica, formando parte del núcleo que dio origen a la acreditada Escuela Andaluza de Salud Pública, la misma Granada donde, de estudiante, algunas cenas se ahorraban gracias a los generosos aperitivos que acompañan las cañas de cerveza. De Granada vino a Asturias para quedarse, como así ha sucedido. Desde su llegada, en 1986, hasta hoy han sido veinticinco años de dedicación completa a la docencia, la investigación y la gestión tanto académica como sanitaria. Es suficientemente conocido que Antonio Cueto ha ocupado la cátedra de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Oviedo desde su incorporación a la misma, que ha sido decano de la Facultad de Medicina, cargo que ocupaba en la actual Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud, que dirigió el Departamento de Medicina y que fue vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado, un apretado currículum académico para un tiempo tan breve. Pero también Antonio desempeñó con eficacia y lealtad el cargo de consejero en el Gobierno del Principado de Asturias presidido por Sergio Marqués, dando una lección de bien hacer y saber estar en tiempos difíciles; la misma lealtad que ha mantenido a las instituciones que ha servido, a los equipos de gestión con los que ha trabajado y a sus convicciones humanas. Y aún sacaba tiempo para la buena docencia, para la solidaridad y para el altruismo. No en vano, puso en marcha, con otros profesores de la Universidad de Oviedo, un Doctorado de cooperación que se imparte en varias sedes de América Latina, como ejemplo de servicio a aquella Extensión Universitaria que vio nacer Asturias tiempo atrás.
Con Antonio Cueto se ha ido un hombre prudente, pausado, leal y sincero. Pero también un hombre ilusionado con cada empeño en el que se embarcaba, apasionado y vehemente, con una vivencia sincera y razonable que todos entendíamos que cuando iniciaba una acción se llevaría a cabo por muchas que fueran las dificultades surgidas. Antonio Cueto era un hombre sin prisas que sólo se ponía nervioso, y podía, incluso, perder el control, ante la estupidez y la iniquidad. Era difícil sacarlo de sus casillas y más aún cobrarle ventaja en el discurso y en la acción, dada su capacidad de pensamiento anticipatorio, su conocimiento del medio y el análisis continuo que mantenía tanto de la política como de la Universidad y de la investigación en sus áreas de interés. Lamentablemente, no todos los interlocutores que encontró en su vida estuvieron al mismo nivel. Antonio Cueto fue uno de esos escasos hombres que siempre sacaba un rato para escuchar, para dialogar, para orientar a quien le requería ayuda, y era tan poco dogmático y personalista que con frecuencia era él quien acudía a sus amigos y conocidos a pedir parecer sobre tal o cual asunto. Por eso las soluciones que aportaba eran meditadas, generosas y, con mucha frecuencia, acertadas. Por eso y porque su carácter antidogmático le permitía asumir otros puntos de vista si lograban convencerlo de la bondad y la utilidad de los mismos.
A Antonio Cueto se le recordará en la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud por muchas cosas, pero sin duda su nombre quedará unido para siempre a los últimos planes de estudio de Medicina. Antonio dedicó miles de horas de trabajo al plan de estudios del año 92, celebrando un incalculable número de reuniones con todo tipo de interlocutores hasta conseguir uno de los planes de estudio más equilibrados de España. No ha sido menos crítica su contribución a la elaboración del plan de estudio verificado para la puesta en marcha del Grado actual, que pretendía dejar implantado antes de jubilarse y que lamentablemente ahora ya no es posible. En todo caso, las líneas generales han sido articuladas y las materias dispuestas de tal forma que no perderá la impronta por la que no pocos miembros de la Facultad con responsabilidad docente estamos comprometidos.
Descanse en paz el profesor, el gestor, el político y, sobre todo, el amigo. Nuestros mejores deseos para la familia, que siempre le apoyó y que hoy notará su ausencia más que nunca.
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