Puntadas sin hilo de Arturo González en Público.es
Pijo y ácrata
Todos decimos que respetamos las decisiones judiciales, salvo cuando nos afectan desfavorablemente a nosotros.
El nuevo Juez Campeador, Santiago Pedraz, continuador y admirador de la escuela Garzón, ha puesto en jarras a la clase política al acusarla de decadencia con motivo de la resolución que ha dictado archivando los expedientes contra ocho manifestantes del 25-S que la policía presentó, y a la que también propina su correspondiente reprimenda por abuso de sus funciones. Los diputados han saltado como resorte de sus escaños para arremeter contra el nuevo Juez Campeador, que aún vivo los ha mortificado. El corneta de enganche ha sido el portavoz del PP, Rafael Hernando, quien ha definido al magistrado como pijo ácrata. (A propósito, ¿se puede ser pijo y ácrata?) Los demás grupos parlamentarios consultados también han salido rápidamente en defensa y negación de que ellos estén en decadencia, amparados, eso sí, en su inmunidad parlamentaria para decir lo que les plazca, que, si se sometiese al criterio de los ciudadanos, con seguridad en su 99% dirían que es una bula improcedente. Incluso los más sagaces sostendrían que si se ha suprimido el delito de desacato frente a los jueces, los diputados tampoco deberían beneficiarse de esta exención y facultad para la ofensa libre. Es como si yo dijese que a mí el diputado Hernando me parece un chulo aun pudiendo ser cierto me enjuiciarían y si él me lo dice a mí no le pasa nada. Huelga decir que si lo que se sometiera a consulta de los ciudadanos fuera la realidad o no de esa decadencia de los políticos, la respuesta sería afirmativa en no menos de ese mismo 99%.
Se ve que el juez no está incurso en la lista de quienes afirman con rotundidad y ‘sabiduría’ que el poder judicial es sumiso y connivente del poder político. Aunque ni que decir tiene que el pijo Pedraza queda condenado a no trepar en el escalafón judicial de los puestos preferentes y decisivos de la Magistratura. Como digo, ha nacido un nuevo Garzón. Esperemos que éste, al menos, no sea juzgado y condenado por pijo y por ácrata, en uno o dos procesos separados. Su decisión ha sido de las que alegran las pajaritas de los ciudadanos, y veremos si en la próxima convocatoria del 25-S los policías, que ésos sí que están al servicio de los políticos, arrean más o menos palos que en las anteriores. El señor Hernando y colegas han querido defender su honorabilidad profesional a costa de maltratar la del juez, y, lo que es más grave, la de los ciudadanos acusados. Los diputados españoles deberían ser más humildes. Y no sería baladí que nos explicasen por qué Pedraz es ácrata. Aun si lo fuera, deberían saber que contra sus decisiones cabe recurso, que es lo que tendrían que hacer instando al Fiscal, en vez de deslegitimar al autor de la decisión de libertad y responsabilizarle de las futuras agresiones que sus señorías puedan recibir.
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