Entrevista a Luis Montes, Médico y presidente de Derecho a Morir Dignamente (DMD)
«Han secuestrado nuestra muerte. Mi vida es mía y me apeo cuando quiero»
«El debate sobre la eutanasia no se abre porque el moribundo no suele votar y porque con la Iglesia hemos topado»
16.04.13 - AZAHARA VILLACORTA | OVIEDO, en El Comercio.
Lo llamaron «nazi» y «doctor muerte». Lo acusaron de haber cometido 400 homicidios por sedaciones ilegales. Y no pasó nada. El doctor Luis Montes Mieza (Villarino de los Aires, Salamanca, 1949) era jefe del servicio de Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés cuando fue denunciado por mala praxis durante el denominado 'caso Lamela', pero la Justicia le declaró inocente. Hoy, el anestesista y presidente de la Asociación Derecho a Morir Dignamente interviene en el Curso de Extensión de la Universidad de Oviedo 'Vidas íntegras y muertes razonables'.
-¿Ya le ha pagado Miguel Ángel Rodríguez lo que le debía?
-La sentencia fue puramente testimonial. Y no solo por la cuantía después de las barbaridades que dijo. Además, porque quienes tuvieron que pagar al doctor Montes fueron los medios donde este señor salió. Se repartió entre 'La Noria', de Telecinco, y TVE, así que la mitad de la cuantía la pagó el erario público, la pagamos los españoles. A él le condenaron a pagar los gastos del juicio.
-¿Se considera víctima de una campaña de acoso y derribo?
-Fue público y notorio. Pero, cuando realmente me hicieron escrache, fue cuando fui a declarar. Los militantes del PP, que fueron convocados a la puerta de juzgado, casi me linchan. Y en presencia de mis hijos, además.
-¿Se ha recuperado?
-En mi vida profesional, acabaron con un proyecto muy bonito, en el que lo estábamos haciendo bien. Además, con bastante represión. Acabaron con 16 compañeros que trabajaban conmigo. Ahora, no trabajo nada más que yo en el Severo Ochoa. Y destituyeron a jefes de servicio, supervisores... Hicieron mucho daño personal. A nivel moral, me satisface bastante que se abriese el debate de la eutanasia y del suicidio asistido en este país. Me satisface que, gracias al 'caso Leganés', se pueda morir mejor en este país.
-Lamenta que nunca se le haya pedido perdón a los pacientes.
-Con la superioridad con la que el PP gobierna, siempre en posesión absoluta de la verdad, pedir perdón sería un acto de humildad impensable. Diríamos: «¡Nos los han cambiado! ¡Estos no son los que eran!». (Risas) ¿Pedir perdón? Ni se les ocurre.
-Nunca volvió a su anterior cargo.
-No. Me destituyeron «por cuestiones organizativas». Y no organizaron nada. Lo desorganizaron todo.
-Sostiene que todo aquello no fue más que una cortina de humo para ocultar la privatización de la sanidad madrileña.
-Fue una campaña mediática nacional tremenda. Todos los días, de marzo a agosto, primeras páginas y cientos de titulares: «400 homicidios, sedaciones irregulares, comisiones de investigación». No se hablaba de otra cosa y, mientras tanto, Madrid daba contratos a empresas privadas para la construcción de seis nuevos hospitales. Lo que querían era que los ciudadanos no debatieran sobre los planes del Gobierno. Y el tiempo nos ha dado la razón, porque parece que lo van a privatizar absolutamente todo.
-También para que la eutanasia no llegase a la agenda política. ¿Por qué el asunto sigue postergado?
-Según la última encuesta del CIS, más del 80% de los ciudadanos defienden la eutanasia pasiva. Y el porcentaje baja al 67% si se trata de que los médicos o de que el colaborador necesario procure los medios al enfermo para poner fin a su vida. Es un clamor y ellos conocen perfectamente esa encuesta. ¿Por qué, entonces, no se abre el debate habiendo tanta concordancia?
-Dígamelo usted.
-Por dos motivos. El primero: que los que nos morimos -y eso sí que es una verdad absoluta, que aquí no nos vamos a quedar- no somos candidatos a votantes. Y segundo: porque con la Iglesia hemos topado. La ley del matrimonio entre personas del mismo sexo suponía mucho más debate social, no había unas encuestas de opinión tan claras como con la eutanasia, pero ya con un enfrentamiento vale. Si encima los ciudadanos pueden decidir sobre su muerte, si la vida ya no es un don recibido, apaga y vámonos. Sería pasar de súbdito a ciudadano. Un ciudadano que intenta gestionar lo mejor que puede su vida -aunque con los recortes cada vez se puede gestionar peor- y su muerte. Pero no nos dejan. Nos la han secuestrado y siempre está en manos de terceros. Ellos nos quieren una sociedad potencialmente suicida, porque es ingobernable. Es un ejercicio de la libertad tan supremo que les da un miedo terrorífico.
-La ley de muerte digna del PSOE se quedó en papel mojado.
-Lo que pedimos ahora son tres. Una es la de rechazo al tratamiento. La segunda, de planificación de voluntades y de universalización de los cuidados paliativos, que son un derecho que pagamos todos. Y la tercera es una ley de muerte a petición o muerte voluntaria, que lo engloba todo. Ese es, por ejemplo, el marco jurídico holandés, pero en este país sólo tenemos una.
-La de autonomía del paciente, que data de 2002, de signo popular.
-Así es. Permite rechazar el tratamiento, aunque eso conlleve tu muerte.
-Asegura usted que piensa vivir muchos años, pero preparado.
-Tengo mi testamento vital hecho y soy médico. Y los médicos nos morimos mejor. Yo manejo mejor las drogas que cualquier otro profesional y, además, tengo amigos que las saben manejar. Yo me voy a morir mucho mejor que tú, aunque antes (Risas). Y eso me parece totalmente injusto. Que tú te mueras mejor que otro porque tienes un cuñado anestesista o una profesión concreta.
-¿Las veremos esta legislatura?
-No. Con el PP, jamás, porque no creen en la autonomía, pero quizá en la siguiente. Es una ley que nos beneficia a todos, con absoluto respecto para los que creen que la vida es sagrada, pero una minoría no puede decidir por los que somos mayoría. Mi vida es mía y me apeo de ella cuando yo quiero.
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