Interesante, entre otras cosas por sosegado y reflexivo, editorial de La Nueva España
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El HUCA, un año después
En menos de un mes, el 14 de junio, el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) celebra su primer año de vida. La angustia y el agobio de los instantes iniciales ya han pasado. Buena prueba es su reciente acreditación internacional como hospital "sin papeles" en un plazo relativamente corto. Al principio, la dependencia de un ordenador para cualquier paso constituía precisamente el gran obstáculo de los cambios en la organización del trabajo. El nuevo hospital va asentándose, pero a lo largo de este rodaje los problemas no han desaparecido. Unos pueden considerarse derivación natural de un proceso muy complejo. Otros denotan deficiencias de gestión y planificación.
La operación exigía una minuciosa coordinación, una detallada preparación previa, una formación adecuada y una gran capacidad de liderazgo y comunicación para implicar y motivar en el traslado -y la nueva época que a la par abría- a todos los actores. La mudanza, vista con perspectiva, tuvo algo de acción inopinada, de típica resolución a la española por hechos consumados: había que abordarla en aquel momento como fuera, y después improvisar ante lo que pasara.
Tampoco nadie puede negar que los pacientes y sus familias han ganado en comodidad, y que el centro sanitario de referencia de la región es, sin duda, uno de los grandes hospitales de Europa desde el punto de vista arquitectónico. Falta transformarlo en uno de excelencia. Las más recientes clasificaciones de hospitales españoles no arrojan buenos resultados para el HUCA. En la elección de plazas por parte de los MIR no figuró entre los destinos predilectos para los nuevos médicos, un indicador poco favorable.
En las circunstancias actuales, en las que los grandes proyectos de infraestructuras han desaparecido de las agendas y de los programas de los políticos, los asturianos tienen que entender el HUCA como un lujo. No en el sentido de un hospital ostentoso e innecesario, sino en el de disponer de una pieza moderna para mejorar la calidad asistencial. Hoy, por las estrecheces, su consecución se habría demorado con suerte otra década. No ha salido gratis. También como contribuyentes lo sufragan con sus impuestos. Por eso hay que intentar aprovecharlo cuanto antes de la manera más eficaz posible en beneficio de la comunidad.
Las demoras de operaciones y consultas son elevadas, y los conflictos en algunos servicios, con el de radiodiagnóstico como paradigma, han lastrado el ritmo de actividad. Tal vez en algunos casos haya faltado "mano izquierda" por parte de los gestores, aunque en un proyecto de estas dimensiones y tan estratégico para Asturias siempre hay que pedir espíritu de colaboración y altura de miras a ambas partes. Por el medio ha habido un relevo en el equipo rector, que ha logrado pacificar el ambiente, al menos de forma parcial.
Una gran mayoría de la plantilla ha trabajado mucho y bien para ir mitigando las dificultades de estrenar edificio, a las que se han sumado las derivadas de los recortes impuestos por la austeridad, en particular los de personal, con las consiguientes sobrecargas. Quizá la dificultad más grave a afrontar en el futuro sea la desmotivación de una porción significativa de los trabajadores. Un clima al que seguramente no son ajenas algunas pautas organizativas y la carencia, en ocasiones, de objetivos claros, definidos y prolongados en el tiempo. Con las constantes alteraciones de rumbo, los tripulantes desconocen hacia dónde van.
El HUCA necesita una gestión profesionalizada y ajena a los vaivenes políticos. Y una acción sindical que compatibilice la defensa de los derechos laborales con la promoción del prestigio de la empresa, de la "marca HUCA", en aras del interés general y de la legitimación ante sus verdaderos propietarios: los asturianos. Esto deben entenderlo tanto los partidos, eludiendo electoralismos de pacotilla a costa de la sanidad, como los funcionarios, propensos a utilizar la ductilidad de las campañas para llevar el agua a su molino.
El mérito laboral tiene que ser reconocido siempre, con mecanismos de incorporación transparentes, y no cuando las urgencias de los candidatos marcan la pauta. El mero criterio de antigüedad para progresar sólo genera mediocridad. Resultan preocupantes los testimonios de profesionales que coinciden en indicar que una mecanización y deshumanización excesivas de la pauta de comportamiento de médicos y enfermeras puede llegar a convertir al enfermo en un "invitado incómodo".
La legislatura próxima a iniciarse debería representar la de la tranquilidad, el consenso y la consolidación para el HUCA. La de la redefinición de la plantilla, en aras de convertir el Hospital en una fuente de empleo lo más cualificado posible, como corresponde a un campo determinado por el conocimiento y los avances tecnológicos. La de la puesta en marcha de la Fundación para la Investigación Biosanitaria (Finba), llamada a alentar un sector científico, económico y empresarial a su alrededor. La de una praxis en la que el paciente vuelva a ser lo primero, y su curación y confort, la única vara de medir la política sanitaria.
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