Editorial de hoy de La Nueva España
La excelencia, objetivo necesario del nuevo Hospital Central
La construcción del HUCA nunca ha estado libre de polémicas. Es lo propio de un proyecto de semejante envergadura. Entre otras, estuvo en cuestión si debería ser o no un edificio completamente nuevo, y también hubo idas y venidas sobre su ubicación. Las decisiones políticas y el tiempo arrumbaron tales controversias. El edificio que se levanta en La Cadellada está incorporado ya al «skyline» de Oviedo, y volver sobre aquellas controversias sólo alienta la melancolía. Pero ello no implica que se den por cerrados todos los debates. Al contrario, hay que entrar de lleno en otro sustancial: cómo conseguir que el HUCA tenga los mejores profesionales, la máxima calidad científica y técnica posible. Ésa debe ser una prioridad compartida de toda la sociedad asturiana y LA NUEVA ESPAÑA contribuirá a ello sin escatimar dedicación alguna.
Fue, precisamente, un artículo publicado en este periódico el 8 de febrero, firmado por Carlos Suárez (catedrático y jefe de otorrinolaringología del Hospital Central; uno de los profesionales más renombrados de la medicina asturiana) y Juan Luis Rodríguez-Vigil (ex consejero de Salud y ex presidente del Principado), el que tuvo la virtud de atizar esta inquietud. Ambos reflexionaban sobre la paulatina pérdida de prestigio del HUCA desde los años en los que el Hospital General -pieza básica del actual complejo del Cristo- era ejemplo nacional. El envejecimiento de la plantilla, la desmotivación, la endogamia y la ausencia de incorporaciones de profesionales de alta cualificación eran algunos de los sumandos del polinomio de causas que enumeraban.
Asturias tiene ahora, con el nuevo HUCA, la oportunidad de recuperar aquella posición de privilegio. En su artículo, Suárez y Rodríguez-Vigil rechazaban el método de selección de los profesionales de la Administración regional. Aproximadamente un 30% de la plantilla del Hospital vendrá determinado por un concurso de traslados y un concurso-oposición para médicos especialistas controlado por el Instituto Adolfo Posada, dependiente de la Consejería de Administraciones Públicas. Los autores consideran que en ambos casos se prima en exceso la antigüedad frente a los méritos profesionales, juzgan inadecuado el temario del concurso-oposición -sobrecargado de preguntas sobre legislación-, echan en falta que no se especifique el perfil de las plazas y ponen en duda que el Adolfo Posada sea el ente adecuado para regular la criba profesional.
Asturias acumula una larga lista de médicos eminentes. En las últimas décadas a ello contribuyó no poco el empuje del Hospital General, dependiente de la Diputación y que fue posteriormente integrado en la Administración del Principado, puesto en marcha en 1961. Como otros grandes proyectos -la autovía «Y», sin ir más lejos- lleva el sello del entonces presidente de la Diputación, José López-Muñiz. Él fue capaz, en plena dictadura, de saltar por encima de conveniencias políticas, arriesgar, innovar, agrupar a un elenco de especialistas de alto nivel e implantar un sistema de gestión de vanguardia. Hoy las circunstancias son bien distintas. Pero el empuje y el objetivo han de ser los mismos. ¿Qué lo impide?
La tendencia al gremialismo y la autojustificación se da en todos los colectivos. Es indudable, y así lo ha destacado Carmen Rodríguez, presidenta del Colegio de Médicos, que la experiencia clínica es un valor básico. De igual modo, es cierto que en todos los hospitales de la red regional hay excelentes profesionales, como se han preocupado de subrayar los especialistas del Hospital de Cangas del Narcea.
Pero conviene poner la vista en el horizonte y actuar sin cortedad de miras. El Gobierno regional no puede darse por satisfecho con justificar sus rigores burocráticos. Al revés, ha de aceptar las críticas constructivas como un estímulo, porque el peligro existe: un nuevo edificio, por costoso que sea, no garantiza la excelencia asistencial, y en ello debe volcarse el Ejecutivo. Pocos retos habrá más estimulantes para un Gobierno que asegurar la mejor cobertura sanitaria a sus ciudadanos. Si para ello hay que rectificar, hágalo cuanto antes. No resulta descabellado pensar que algunos corsés que impone la función pública son de dudosa aplicación a la labor médica. Lo ha dicho el consejero de Salud, José Ramón Quirós, la flexibilidad es necesaria.
Hipócrates basaba la salud en el equilibrio de cuatro humores: sangre, flema, bilis y atrabilis (bilis negra). Como hipótesis médica, ha quedado superada siglos ha. Pero como guía de comportamiento tiene validez. En el caso del HUCA, es necesario equilibrar los recursos de Asturias con la gran ambición de contar con el mejor equipo médico y técnico. Pensar en atraer a doctores asturianos hoy en otros países o en otras regiones españolas, fomentar la formación en centros extranjeros, aprovechar las sinergias que ofrece una sanidad privada cada vez más potente, favorecer el rejuvenecimiento de la plantilla, definir con la mayor concreción posible qué tipo de especialistas necesita el HUCA y liderar la investigación médica son, todos, objetivos asumibles. Si el equilibrio ha de perderse por algún lado, que sea por el de la ambición y la innovación; nunca por el peso asfixiante de la burocracia y la falta de ideas. Ése es otro sobrecoste inaceptable.
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