La ciencia española retrocede porque la hacen retroceder los recortes
UN PAIS SIN I+D+i ES UN PAIS SIN FUTURO...
Recogen 60.000 firmas en tres días en apoyo de los investigadores del CSIC
Foto: A Annie Machordom, del Museo de Ciencias Naturales (CSIC), por los recortes le han congelado 30.000 euros y le han dejado 5.000 para acabar el año.
14.07.2013, La Nueva España
Un grupo de investigadores, reunidos en el colectivo «Ciencia con futuro», ha logrado superar en tres días las 60.000 firmas en una campaña puesta en marcha para «salvar» el Consejo Superior de Investigaciones Científicos (CSIC). La citada campaña consta de una carta dirigida a la secretaria de Estado de I+D+i, Carmen Vela, y se inició el miércoles en la plataforma de recogida de firmas Change.org. En esa misiva, los investigadores piden a Vela que «no deje morir» el CSIC y denuncian que este organismo y la ciencia pública española «agonizan y podrían dar sus últimos estertores». Según la plataforma, la reciente inyección de 25 millones de euros para el CSIC -acordada por el Consejo de Ministros en junio- contribuye a paliar la situación, pero no es «más que una venda en una herida abierta por la que mana la sangre a borbotones. Aún son necesarios 75 millones de euros para evitar el colapso del CSIC», pero el Gobierno sólo ha comprometido esta semana otros 50 millones de euros.
Al CSIC se le acaba la hucha
El mayor organismo investigador de España acumula cinco años de déficit
Los fondos estatales dedicados a la I+D se han reducido un 40% desde 2009
Emilio de Benito, Madrid, en El País
La ciencia en España retrocede. Ni siquiera el buque insignia de la I+D+i española, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), se salva. La caída de la inversión pública en I+D es del 40% desde 2009, y al CSIC se le ha vaciado la hucha. Desde ese año está en números rojos, una contradicción jurídica para un organismo que, sobre el papel, no puede tener pérdidas, como ha dicho su presidente Emilio Lora-Tamayo. Otros años el organismo ha tirado de sus reservas para cuadrar sus cuentas. Pero estas ya no dan más de sí. Para 2013 se espera un descuadre de 102 millones, y la única fuente de ingresos a la que le queda por recurrir es el Ministerio de Economía y Competitividad (Mineco) que dirige Luis de Guindos. Lo malo es que este solo asegura 75 millones (25 que ya ha dado y 50 que tienen que llegar en el tercer trimestre). “Setenta y cinco millones es una cantidad extremadamente importante”, ha dicho la secretaria de Estado de Investigación, Carmen Vela. Quedan 25 millones por cubrir. Y ahí el ministerio no sale de las promesas: “No lo vamos a dejar caer”. Pero no se concreta cómo. En este escenario, la opción de Lora-Tamayo de tirar de los últimos ahorros de los grupos de investigación (los remanentes) parece la única que queda.
El CSIC es un mastodonte con presencia en casi todas las comunidades. Cuenta con 135 institutos entre propios y conjuntos (con comunidades, universidades). En 2011, último año en que su web da cifras, empleaba a 14.050 personas. Trabaja en casi 4.000 proyectos (3.628 en 2011), y es el primer productor de artículos científicos de España (el 19% del total). En 2011 fueron 12.420 los publicados en revistas indexadas.
Su caso es solo el síntoma más palpable de una situación general. La inversión pública en I+D se ha reducido en un 13,7% (en subvenciones) solo en el último año. La última convocatoria para proyectos de investigación del Plan Nacional de I+D+i, de diciembre de 2012, fue resuelta a finales de enero de 2013, pero los investigadores que obtuvieron esos fondos competitivos acaban de recibir el dinero. El colectivo Carta por la Ciencia denuncia además, la “paralización de todas las convocatorias del Plan Nacional 2013”.
En este desmantelamiento gradual el número de nuevas plazas estables en los organismos públicos de investigación (OPI) ha pasado de 681 en 2007 a 15 (cinco para el CSIC) en 2013, para toda España, y los investigadores que se jubilan no son reemplazados. “Los programas de contratación de jóvenes investigadores sufren reducciones del 30% o superiores. Podemos destacar los contratos Ramón y Cajal, investigadores de destacada experiencia internacional y prestigio en su campo, que se recuperaron del éxodo con promesas incumplidas de estabilización para ahora volverlos a expatriar”, señalan los firmantes de la Carta por la Ciencia. Pero no solo se pierde dinero.
El CSIC, de alguna manera, había pretendido estar al margen de este desastre. De hecho, de 2008 a 2011 aumentó tanto el número de institutos como el de personal. Y eso que el mayor recorte de las aportaciones del ministerio, como ha recalcado Lora-Tamayo, se dio entre 2009 y 2010, siendo ministra de Investigación Cristina Garmendia. De golpe, el Consejo recibió del Gobierno 129 millones menos, un descenso del 22,6%. Pero aquel traspié se pudo compensar en parte porque los otros fondos, los que llegan por contratos, proyectos o acuerdos con fundaciones aumentaron en 79 millones. Incluso fuentes del organismo afirman que el ministerio dio instrucciones de que no saltara la alarma.
Aquel espejismo no ha podido mantenerse. Entre 2010 y 2013 las aportaciones del ministerio han caído (sin contar los últimos 25 millones) apenas un 7,4%, pero los recursos propios, los que consiguen los grupos de investigación, se han desplomado un 48%. Además, los gastos no se redujeron en la misma medida. Según las cuentas del CSIC, desde 2008 —último año con beneficios— a 2013 lo han hecho un 17,9%, mientras los ingresos bajaban un 32%.
Llegados a este punto, los investigadores se palpan las costuras. Annie Machordom dirige un grupo que se dedica al análisis de la biodiversidad en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Su equipo logró hace un año un éxito reconocido, la reproducción en cautividad de una lapa, la Patella ferruginea, endémica del Mediterráneo y en peligro de extinción. Tiene una decena de personas a su cargo, y una situación que puede considerarse el modelo de lo que está sucediendo.
“Me quedan menos de 5.000 euros de un proyecto, y tenía 30.000 guardados de otros años, pero me han dicho que estos últimos no los puedo usar”, cuenta Machordom. La mayoría de los grupos —o, por lo menos, los que se mueven y tienen prestigio— tienen otros ingresos: cursos, publicaciones, patentes, contratos con empresas o patrocinios de fundaciones. Son los famosos remanentes que quiere usar Lora-Tamayo para aguantar el año (con la promesa de devolverlos tras estudiar caso a caso y cuando se pueda).
La idea no gusta, informa Alicia Rivera. “Utilizando las metáforas financieras al uso, en esta crisis de gestión del CSIC, es a los ahorradores, que han sido las víctimas de la mala gestión, a quien se pide que rescate a los bancos (a la institución)”, dice Luis Sanz, director del Instituto de Politicas y Bienes Públicos del CSIC. “Los investigadores llevan arrimando el hombro desde hace más de seis años: primero con recortes, luego con la cofinanciación de las convocatorias públicas. Si llega la confiscación definitiva de los fondos remanentes se habrá quebrado el principio de justa confianza, que es la base del funcionamiento del buen gobierno, del mercado y de la sociedad”, añade. “Ningún investigador querrá desarrollar su investigación en una institución que les pide que se esfuercen en conseguir recursos, si en el pasado los recursos han sido confiscados por las autoridades”.
Estos remanentes “se generan cuando hay dinero no finalista”, explica Machordom. En su caso, por ejemplo, de un curso a extranjeros. “Por ejemplo, yo lo usaba cuando llegaban becarios hasta que les adjudicaban a un proyecto”, dice. “Pero con 5.000 euros que me quedan, poco puedo hacer”. La investigadora ve con preocupación la llegada de la próxima campaña de trabajo sobre el terreno. En su caso, para estudiar las lapas deben desplazarse hasta las islas Chafarinas. “No tengo ni para dietas”. Tiene la suerte de que eso es en noviembre, y que, a lo mejor, para entonces la situación está más clara.
Y si su caso es complicado, “imagina lo que pasa con los paleontólogos”, dice. Para estos científicos, la temporada de trabajo en el campo es el verano, cuando el buen tiempo permite trabajar en las excavaciones, recoger las muestras que luego se estudian durante el invierno.
La falta de dinero amenaza con parar ya los proyectos. “Lo que me preocupa es el trabajo de la gente, personas que tienen que acabar la tesis este año”. Si no lo logran, o lo consiguen en peores condiciones (porque no puede viajar, porque ahorran en pruebas o estudios) eso les lastrará toda la vida, mermará su posibilidad de conseguir buenos contratos después, explica la directora de investigación. Pero tiene más implicaciones. Por ejemplo: “No puedes ir a congresos, que es cuando ves a los colegas, intercambias experiencias. Pierdes oportunidades”, dice Machordom. Eso sí, los salarios de los trabajadores están garantizados. “Pero se da el absurdo de que puedes estar pagando a gente que no puede hacer nada, que los tienes mano sobre mano”, se queja la investigadora.
En la variopinta amalgama que es el CSIC (o, de manera más amplia, el mundo de la investigación en España), hay quienes salen peor parados que otros. “A nosotros no nos ha podido sacar el dinero”, casi se jacta desde Cambridge, donde está de semestre sabático Pere Puigdomènech, exdirector del Centro de Investigación Agrigenómica. “Ello se debe a que somos un consorcio, y tenemos administración propia”. El CSIC solo aporta un 40% de sus fondos. Pero eso no quiere decir que no noten los recortes. “Hemos recuperado a una docena de investigadores que estaban fuera con contratos Ramón y Cajal, y luego los consolidábamos. Ahora no vamos a poder. Se ha reducido el acceso a becas, a equipamiento”, dice Puigdomènech.
Victoria Moreno, directora del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación, intenta ser optimista. Su organismo es mixto, “dos tercios del CSIC y un tercio de profesores de la Universidad Autónoma de Madrid”. “Hay preocupación, pero hoy [el viernes] hemos estado viendo nuestra hoja de ruta. De momento no vamos a paralizar actividades, aunque vamos a priorizarlas y a mirarlas con lupa”. El instituto es nuevo (tiene unos tres años), pero grande (150 trabajadores). “De momento, tenemos garantizada la nómina de los contratados de aquí a septiembre. La inyección de junio [los 25 millones del ministerio] nos ha venido muy bien. Pero necesitamos otra, porque no hay plan b”, dice Moreno.
En el fondo, casi todos confían en que va a haber una solución. “La no disponibilidad temporal de los remanentes (una moratoria voluntaria en su uso en el marco de las restricciones de tesorería negociadas) podría ser una solución de compromiso”, indica Luis Sanz, siendo muy concreto.
Pero puede ser un parche a falta de una reorganización del sistema. “El CSIC ya estuvo a punto de desaparecer durante la Transición”, recuerda Emilio Muñoz, vinculado durante años al organismo del que fue director entre 1988 y 1991. “Pero entonces el PSOE descubrió dos instituciones: la Guardia Civil y el CSIC”, dice con sorna.
El problema, según Muñoz, es que se trata de una organización que resulta “un cuerpo extraño —o, ahora que está tan de moda, un verso suelto— en la Administración”. “La burocracia del ministerio no entiende que la ciencia funciona con proyectos plurianuales. Los técnicos ignoran lo que es. Para dirigir la política científica hay que saber mucho. En época de bonanza se ha mantenido un gigante con pies de barro, pero yo veo la situación muy mal. Cuando te recortan una vez el presupuesto nunca lo vuelves a recuperar”, añade.
Visto desde fuera, la investigadora Almudena Ramón, que ahora está en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), cree que la situación “es tremenda”. Ramón pasó parte de su carrera en el CSIC, y tiene muchos compañeros en el Consejo. “Los proyectos necesitan continuidad. Tengo compañeros que no pueden comprar materiales. Acaban de pagar los proyectos de 2012, pero todavía no han salido los de 2013. Y no hablamos de mucho dinero. El Plan Nacional de Biomedicina tuvo 47 millones en 2008; en 2012 ha bajado a 37 millones. Así no se puede dar continuidad a los proyectos”.
“Lo gravísimo es que no entran proyectos nuevos”, dice Puigdomènech. “Y que el CSIC está envejeciendo muy mal”, añade. El año pasado ya hubo un pequeño corralito, “pero fue de unos días”, señala Machordom.
“La situación para la presidencia es muy difícil, porque tiene las manos atadas. La ley de Agencias no se está aplicando, y nunca se aprobó un contrato de gestión. Se están tomando medidas desesperadas”, añade Puigdomènech. Y concluye: “Lo peor es que no hay un compromiso por parte de nadie para una financiación plurianual”.
En esta situación, la inyección de 25 millones se ha convertido en un símbolo. Quizá la salvación de una institución que aún es un referente. Pero que puede perder esa posición.
Los investigadores han denunciado la “paralización de todas las convocatorias del Plan Nacional 2013” del Gobierno para proyectos de I+D.
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