Hacía tiempo que no escribía desde mi ventana pero no se me olvidó.
Peonadas si, peonadas no… nunca dejó de ser un debate de fondo porque, entre otras cosas, para el que las cobra no hay crisis o es mucho más llevadera
Las famosas “peonadas”, sobre lo que ya he escrito en varias ocasiones, fueron planteadas en su día – en Asturias creo recordar que en 2007 - como la respuesta adecuada del sistema al imparable crecimiento de las Listas de Espera. Su razón de ser se basaba en la necesidad inmediata de incrementar el volumen de la oferta y la capacidad de resolución de los dispositivos asistenciales cuando, en sus condiciones habituales de trabajo, estos no eran capaces de absorber toda la demanda. Nadie, entonces, se planteaba ir más allá intentando, por ejemplo, profundizar en el análisis de si dicha imposibilidad de asumir toda la demanda era una cuestión estructural o coyuntural y, en consecuencia, buscar soluciones alternativas de más calado.
Estábamos, entre otras cosas, en época “de vacas gordas” a nivel económico y su “coste” no importaba mucho…
Pero desde entonces las cosas han cambiado, y muy mucho, tanto en el terreno económico en general como, lo que a mi me pareció siempre más peligroso y peor, por el hecho de que hubiera trabajadores que ya consideraban las peonadas como ingresos económicos habituales, normalizados, casi como un derecho…
Cuando este fenómeno se empezó a visualizar, en paralelo con el advenimiento de la crisis, empezaron a detectarse claramente, aunque eran una constante desde su origen, los mil y un efectos perniciosos del instrumento “peonada” o programas especiales o de demora, denominaciones que sonaban menos mercantiles y que se adoptaron posteriormente: disminución del volumen de actividad en el horario normalizado, bolsas de demanda inducida y/o innecesaria, solapamientos de actividad propia de peonada en horario ordinario…etc, a las que se intentó, tímidamente, dar respuesta puntual desde el ámbito gerencial y/o político con exigencias de porcentajes de actividad mínima en horario ordinario, revisiones del tipo de demanda, pseudo vigilancias de cumplimiento horario…etc, todo inútil, entre otras cuestiones porque en nuestro ámbito, dónde la autonomía e independencia profesional tiende a infinito, esas medidas eran fácilmente esquivables.
Era imprescindible, pues, volver al planteamiento de inicio y hacer lo que entonces no se había hecho: determinar los elementos estructurales que inciden en el problema y proceder a las reformas de fondo apropiadas. Y la oportunidad surgió, cosas paradójicas de la vida – he de decir -, cuando el gobierno de la nación nos incrementó la jornada el pasado año y al Sr. Consejero se le ocurrió que a ese incremento había que darle contenido y, en este caso, nada mejor que hacer las “peonadas” con cargo al mismo… “No es `erradicar´ las peonadas sino que se hagan con el incremento de jornada”, se dijo.
Sin embargo, una simple operación matemática al estilo de “la vieja” nos llevaría a la rápida conclusión de que no todo lo que se hacía, y cómo se hacía, podía cubrirse con el incremento de jornada… Luego vuelta, una vez más, al problema de fondo: lo estructural.
Lo sostuve en su día y lo mantengo ahora. Para determinar la deficiencia de la oferta con relación a la demanda, hay que, en primer lugar, comprobar fehacientemente que los recursos habituales no están infrautilizados y que la demanda no se ha sobredimensionado... Hay que estimular nuevas maneras de trabajar, bien vale como una de ellas la profundización en el trabajo colaborativo y en red de los hospitales y de estos con la Atención Primaria, hay que aprovechar mejor el instrumento que supone la innovación tecnológica… pero también hay que aplicar pedagogía y cambiar hábitos poblacionales, especialmente si nos referimos al rechazo de una parte importante de la población a operarse en un hospital que, aunque público, no sea el suyo…
Todo ello debería estar claro, y cuanto antes, en un programa amparado por un adecuado marco normativo de gestión de las listas de espera que contenga las garantías para los ciudadanos por patologías, tipos de procesos, máximo aprovechamiento de la red asistencial pública, incremento de los recursos propios – si fuera preciso-, de la utilización de la complementariedad de la privada si fuera necesaria y, también, por qué no, de las “peonadas” si éstas, en último extremo, fueran el instrumento al que hay que apelar. Todo eso, yá, y por ese orden… y todo eso yá y al margen, o en paralelo, con lo que pueda hacer al respecto un Ministerio, el de Sanidad, nada fiable, dada su orientación ideológica hacia las privatizaciones previo deterioro de lo propio…
Tengo media idea, porque algún borrador he visto de pasada al respecto, de que desde la Consejería se está trabajando en algo parecido, probablemente bastante más complejo y completo… Sólo espero y deseo que vea pronto la luz.
Entre tanto, comprensible pero para nada compartido, estaremos en el juego del interés/necesidad que bastantes profesionales alimentarán en pro de la recuperación de las peonadas y de los que, como no, se harán bandera (instrumentalizarán, más bien, y para otro tipo de intereses) los populismos de los partidos de la derecha en Asturias y algunos sindicatos… porque, como digo en el título de este artículo: para el que cobra peonadas no hay crisis o es mucho más llevadera.
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