Adiós al viejo HUCA
El Comercio. 25.05.14 - 00:59 - LAURA FONSECA | OVIEDO.
En la década de los 80, la antigua Residencia tenía habilitada una planta para las monjas de la Caridad y el Hospital General permitía consultas privadas
Foto: Benigno Díaz, Amelia Cachero, Carlos Suárez y José Álvarez Areces, ante el viejo HUCA.
Llevan años, podría decirse que hasta décadas, oyendo hablar del nuevo hospital. Asistieron, algunos en primera persona, a los debates que desde 1980 se fueron sucediendo en torno al futuro del complejo sanitario. Primero, con la polémica y traumática fusión hospitalaria. Más tarde, con el proyecto de una consultora alemana, allá por 1990, que propuso edificar un nuevo centro y cuyo proyecto se truncó por falta de financiación. Luego, con el plan de reformar el antiguo hospital en los terrenos de El Cristo, y, por fin, el nuevo HUCA de La Cadellada, ya una realidad.
«Casi no nos creemos que nos vayamos a trasladar», confiesan al unísono. Carlos Suárez, jefe de servicio de Otorrinolaringología y director de la Fundación de Investigación Biosanitaria (Finba); José Álvarez Areces, enfermero en la misma área; Amelia Cachero Losada, responsable de Caja en el Covadonga, y Benigno Díaz Peláez, celador en Rehabilitación, se preparan para la mudanza y también para abandonar el que durante 40 años fue su lugar de trabajo.
Algunos, como José, lo hacen con «una mezcla de nostalgia, ansiedad y temor ante el crisol de cambios que se les presentan: «Aún nos falta algo de preparación». Otros, como Carlos Suárez, que en su día formó parte de la Plataforma de Apoyo al Nuevo Hospital, con «muchísima ilusión y ganas», aún a sabiendas de que convivirá poco tiempo en La Cadellada, puesto que está próxima su jubilación (en septiembre cumplirá 70). Amelia Cachero admite, por su parte, «tener el corazón partido». Le encanta el nuevo HUCA -«es un edificio que te cautiva»-, pero le da cierta pena «dejar atrás todo esto. Por viejo que sea, siento algo de tristeza», reconoce.
El caso más anecdótico es el de Benigno Díaz, histórico celador que se jubila el 27 de junio. «Según mis cálculos, estaré en el nuevo hospital apenas un día». Literal.
Todos ellos llegaron al ahora bautizado como ’viejo HUCA’ «cuando era un descampado y se podía aparcar a la puerta del hospital», recuerda Amelia, que desde 1971 lleva las nóminas y las cuentas de lo que se daría por llamar Ciudad Sanitaria, un conjunto de edificios (Covadonga, Materno y Rehabilitación) que luego, con el General y Silicosis, pasarían a unificarse y a conformar el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).
Estos cuatro trabajadores vivieron los tiempos de gloria de la que popularmente se conocía como ’La Residencia’, nombre que todavía hoy resuena entre los taxistas de Oviedo. El viejo complejo fue cuna del sistema MIR y de un nuevo modelo de atención que más tarde se extendería desde Asturias a todo el país.
No es la primera vez que asisten a la apertura de un hospital. A Amelia le tocó inaugurar Maternidad, «aunque no tiene ni punto de comparación con La Cadellada. De aquella, con tener unas cuantas camas, unos equipos y algunas máquinas de escribir, bastaba para abrir un hospital».
Pique y sueldos por ventanilla
Cuando José, enfermero, empezó a trabajar en el Covadonga, hace 36 años, esto le «parecía moderno». Ahora, el mobiliario del viejo HUCA podría servir de atrezo para una secuencia televisiva de ’Cuéntame’, opina el que fue «uno de los primeros ATS varones» de su promoción. Conversando con estos cuatro profesionales, en seguida sale, sin pretenderlo, «el pique que los de la Residencia (Covadonga) con los del General», relata Carlos Suárez.
Estos dos hospitales, pese a estar casi pegados, vivieron durante años prácticamente de espaldas uno con otro. El General dependía de la Diputación «e iba de moderno», y el Covadonga, de la Administración central y «tenía mucho menos presupuesto». Se diferenciaban incluso en su modelo de gestión. El viejo Hospital General compaginaba un modelo de atención público-privada. «En la Residencia, eso no estaba permitido», recuerda con orgullo Carlos Suárez, un fiel defensor de la sanidad pública y el encargado de formar en Asturias, «con mucha improvisación y pocos medios», uno de los primeros servicios de Otorrinolaringología del país que ahora es referente nacional.
Este médico la ’lió parda’ en 1983, año en que era director del Covadonga y adoptó «la primera decisión relevante: echar a las monjas de la Caridad que residían en la séptima planta del hospital». También a los curas que, por entonces, tenían a la Residencia Sanitaria como lugar para vivir. Él pensó que aquello no estaba bien y que «el hospital debía ser para los pacientes».
El celador, legionario
Hace 40 años, el hospital de El Cristo se asentaba en unos terrenos desolados y todo allí «se hacía de forma artesanal». Las nóminas de los 1.700 trabajadores (no se cuentan a los del General) se confeccionaban a mano y el dinero se entregaba por ventanilla.
«He llegado a tener 95 millones de pesetas en mis manos», apunta Amelia, que a la hora de trasladar el dinero de los sueldos de un hospital a otro «iba con un fornido celador que había sido legionario», ante el temor de que les asaltaran.
Benigno también recuerda sus inicios, cuando era un «chico para todo». Mover a un paciente, cambiarlo de cama, «era una tarea muy dura». Ahora, «hay grúas y hasta lo puedes hacer casi, casi con una sola mano», asegura, aunque sigue pensando que, pese a los avances tecnológicos, «es muy importante mantener la figura del celador asistencial, que requiere de mucha formación».
En La Cadellada ya no habrá carritos de la compra para repartir las historias clínicas por las consultas. Tampoco kilométricos túneles o pasillos para atravesar la maraña de los 17 edificios. El nuevo HUCA será «moderno, puntero y digitalizado», pero, con todo, lo más importante estará «en su capital humano y en lo que entre todos hagamos una vez allí».
Los murales de las escaleras, en duda
A la hora de planificar qué llevar y qué dejar no todo son equipos y mobiliario. En el antiguo hospital hay una amplia producción artística, más de 50 obras, muchas de las cuales irán a La Cadellada. Entre ellas, dos Navascués, seis Sanjurjos, un Crisanto Santamarina, seis Suárez y varios Mieres. Queda por determinar si también se rescatarán los doce murales que hay en las escaleras del Hospital Covadonga, cuyo autor se desconoce.
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